Arder: Un claro en el bosque de la cadencia, de Alma Karla Sandoval; por Javier Payeras

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El poeta y ensayista Javier Payeras reseña la obra de Alma Karla Sandoval, «Un claro en el bosque de la cadencia»

Vaya si el tiempo no pasa demasiado rápido, alguna vez nos conocimos con Alma Karla Sandoval terminando los veintes, demasiado joven para ser una persona tan erudita, habrá sido algún encuentro de poesía donde llevábamos el marbete de escritores jóvenes, hablábamos durante horas acerca de libros extraños y de biografías trágicas de poetas suicidas –lindos ellos- siempre con poemas tristes que leerle a un público disperso, un dolor que en realidad ignorábamos, ese triste secreto fáustico: no hay que escribir versos tristes porque se convierten en realidad.

La dieta consecuente de publicar y conversar, sacar libros y tener siempre algo que intercambiarnos: imprentas o viajes, la torpe idea de iniciar una carrera literaria o el presumible mérito de buscar en las vanguardias trasnochadas el mejor observatorio para defendernos de un presente apócrifo en la tierra arrasada de imaginación: el siglo presente. Con Alma Karla siempre estuvo ese ritmo de afectos y largos abrazos de bienvenida. Nos frecuentábamos muy poco, pero siempre sinceramente.

Hoy por la tarde, luego de barrer, ordenar, lavar platos y recoger los papeles que dejo alborotados por todos los rincones de mi casa, me detuve a leer Un claro en el bosque de la cadencia… caray… ¡Tanto tiempo ha pasado! Qué hicimos entonces, ¿jugamos al escondite?, nos vimos post adolescentes, nos vimos con pareja, nos vimos separados, nos vimos rotos, nos vimos remendados, nos encontramos en el silencio, en la borrachera y en la soledad, luego en la sobriedad y en la ausencia de un país o de una peculiar sombra de injusticias, nos vimos en México, nuestro México, justo donde siempre, rodeados de libros y haciendo recuentos, como si en los episodios borrados de nuestros rumbos quedara la responsabilidad de contarnos todo. Creo que Alma Karla sabe todo de mí, quizá porque es alma antes que nada.

Ah… sí, el libro, perdón, se me olvidaba, “ El tiempo hace su antología…” . para variar Borges tiene la razón, es el tiempo el que va cribando lo realmente importante, lo irremplazable, lo que merece ser real. Un claro en el bosque de la cadencia es un cuerpo que se ha construido de poemas publicados entre el año 2003 y el 2019, los libros: Todo es edad, Estacionamiento para avestruces, Para un árbol amarillo, Cementerio de pequeñas cosas, La dueña de la isla, Tratado de bengalas, Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla (me encanta este título), Hay un después, Ciruela para los jinetes y Por defecto de melena. Así la expedición inicia en sus cuadernos de notas que, pasados a tipografía, dejan un registro de sus primeras búsquedas, acaso imágenes o líneas pulidas con una neutralidad bastante precoz para una escritora veinteañera:

Para borrar un rastro de luz

pegado al piso

hay que brincar sobre la nada

Para borrar la sombra

Puede que la poesía reunida del 2003 al 2012 devenga por un interés en la cerámica misma de las palabras, formas y experiencias simultáneas, muchas luces exactas, una verdadera lluvia de sonidos regados en la página en blanco que se adelgazan hasta el enigma o la referencia literaria plena de serenidad apolínea, formas como símbolos y silencios amplios que acontecen después de lograr el sentido. Puede que la poesía de la posguerra centroeuropea haya dejado su dispositivo en la métrica y pulcritud de las páginas que Alma Karla publicara durante esos años, puede que la intención primera de estos poemas sea evadir de todas las maneras posibles los lugares comunes y los panegíricos.

La segunda etapa de esta selección abarca del 2013 al 2019, y es un autorretrato imposible junto a Rosario Castellanos, Alejandra Pizarnik y Blanca Varela, aquí sus objetivos son distintos a los de la primera etapa, hay una metamorfosis tanto de signo como de discurso, hay un balance de cuentas con la vida, puede que exista el dolor o la despedida, la reafirmación o el símbolo, las palabras se hilan polifónicamente, la vida ha pasado junto a los libros, han dado vuelta los argumentos o se han cambiado las herramientas para enunciar y definir al poema:

No te detengas , agoniza de nuevo, constelado.

Muérete a golpe de bengalas.

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La biblioteca resistió un incendio. La salvé.

La biblioteca cambió de muros, de países.

La volví equipaje

Cuánto puede escribirse tan solo con pensar que en realidad somos eso cambiante que delatan nuestros libros, por eso la poesía es el ejercicio más vulnerable, la raíz de toda práctica y de todo pensamiento, la plenitud de nuestras ideas y ese espejo roto que intentamos rehacer constantemente. Definitivamente la antología de nuestra obra es el inventario de lo que no se ha lanzado al fuego y no hemos hecho arder, es la esperanza de lo que persevera a nuestro lado, es la fuerza que sacamos de nuestra misma fragilidad.

¿Tantos años han pasado Alma Karla? Estuvimos lejos viviendo lo mismo, puede que ese sea el motivo por el cual al leer la selección reunida y publicada por la La aba poru Editorial, resuene en mi cabeza que lo que no vimos arder es lo que retoña y vuelve a nosotros como una constancia de que nunca pasamos por esta vida de balde.

Cerrito del Carmen, ciudad de Guatemala, junio 2023

Equipo de Redacción

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