Un relato de Carolina Ruiz

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Carolina Ruiz se estrena en Gafe.info con el relato «Caminante»

Caminante

Por problemas de la edad no consigo dormir mucho. Desde muy temprano me levanto, recojo un poco mi cuarto y salgo a dar una vuelta por la ciudad. Me encanta pasear por sus calles y ver cómo, poco a poco, va despertando de su sueño. Qué emocionante es ver cómo las ventanas de los edificios se van encendiendo sin orden ni concierto, es muy gratificante para mis ojos. Lo atesoro como un gran manjar. Me paro en un rincón de la calle por unos segundos para ver si consigo perfilar algún rescoldo de los movimientos que se producen a través de esas ventanas, para luego seguir caminando por otras calles dormidas.

Cuando la gente empieza a salir a la calle, intento pasar desapercibida; me camuflo entre los trabajadores que esperan el transporte público que los llevarán a sus respectivos trabajos y me subo con ellos. Casi nunca me siento en los asientos, me gusta estar de pie para ver quién entra y sale de la guagua. Es cautivador observarlos y oír sus conversaciones. Descubrir que todos tienen su propio mundo, su propio eje que los mueve para ir de un lado a otro de la ciudad a tan temprana hora de la mañana. Y es ahí cuando veo lo magnifico que es este pequeño mundo en miniatura. Si por casualidad alguno de los pasajeros se fija en mí, sonrío con una expresión aniñada y vuelvo la vista hacía la ventana. En algunas ocasiones no me concentro en el interior del vehículo, sino que miro hacia el exterior, para percibir fugazmente las figuras que se me muestran, o bien advertir como el puerto se parece a un bosque frondoso de mástiles que le dan la bienvenida al sol de la mañana. O bien concentrarme en el mulle de atraque mientras están entrando o saliendo los grandes cruceros repletos de turistas emocionados por la gran aventura que les espera en alta mar.

Una vez la guagua llega a la parada final, a la altura del paseo marítimo, me bajo con mucho pesar. Pero también con la vista puesta en mi nuevo objetivo. Este es llegar a la playa y recorrer la arena barrida. En muchos de estos paseos, la arena aún solo es pisada por el tractor que peina su larga extensión, para librarla de los desechos que los bañistas han ido dejado tirados cuando regresan a sus casas. En otras ocasiones se ven las pisadas de las gaviotas que caminan buscando dónde poder seguir su sueño interrumpido ocasionalmente por alguna de esas máquinas.

Me encanta sentir en mis pies desnudos la caricia del mar. Es una sensación que no puedo describir, es más que gratificante. Yo diría casi que es una enorme carga de vitalidad la que sube desde mis plantas de los pies y pasa por todo mi cuerpo hasta llegar a la cabeza. Otra de las cosas que me rejuvenece de estos paseos es el olor que trasmite el aire. Me encanta el olor a sal, a algas, a humedad fresca, que te muestran que hay otro mundo dentro de la ciudad.

Con el pasar de las horas, la playa se va llenando de gente y es mi momento de regresar a casa. Es mi momento de esperar que pasen las largas horas que faltan para volver a vivir mi particular falta de sueño, mi pequeña y a la vez enorme sensación de bienestar.

Equipo de Redacción

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