Una semana, una poeta: Esther de Cáceres

0

Iniciamos la semana inmersos en la poesía y la vida intensa de Esther de Cáceres, una mujer cuya pluma trascendió las palabras para explorar el alma y la espiritualidad en cada verso.

Esther de Cáceres: Imagen libre de derechos tomada de: http://www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Esther_de_Caceres/doku.php?id=imagenes

ESTHER DE CÁCERES

Nació en Montevideo en el año 1903 Fue también doctora en medicina y profesora de literatura. Sus principales poemarios son Las ínsulas extrañas 1929, Libro de soledad 1933 y El alma y el ángel 1938.

Obtuvo el premio nacional de literatura en 1933, 1934 y 1941.

Al casarse adoptó el apellido de su marido, el Dr. Alfredo Cáceres. Juntos apoyaron e impulsaron la carrera de artistas y escritores. Su casa fue frecuente punto de encuentro donde se realizaban reuniones y tertulias a las que asistían destacados artistas, escritores e intelectuales de la época.

Ejerció la medicina al mismo tiempo que desarrollaba su carrera literaria y docente, así como una intensa actividad en promulgación de principios sociales, políticos y religiosos. En su juventud adhirió al socialismo y luego al humanismo cristiano de Jacques Maritain.

María Esther Correch fue hija natural dentro de una familia montevideana de clase media acomodada, por lo que gozó de ventajas culturales y desde niña tuvo que luchar contra los prejuicios de la época. Fue criada en casa de su abuelo, un orfebre que le inculcó la disciplina del trabajo y la aproximó a la sensibilidad del arte y las letras. Su tío, el Dr. Luis Correch, la apoyó para que continuara los estudios e ingresara a la universidad.

Estudió en la Universidad de Mujeres de Montevideo, donde fue alumna de María Eugenia Vaz Ferreira, a quien admiraba profundamente y quien fue una fuerte influencia para ella. Durante su época de estudiante conoció al Dr. Alfredo Cáceres, un destacado médico siquiatra, hermano mayor de un compañero de estudios, con quien contrajo matrimonio poco después de graduarse.

Se graduó en la Facultad de Medicina en noviembre de 1929 (la única mujer en su generación y comenzó su labor como médica inspectora del Asilo Dámaso Larrañaga. El mismo año publicó su primer libro de poesía, Las ínsulas extrañas.

En los años siguientes continuó con su labor literaria y ejerció la medicina en el Hospital Maciel y en la Intendencia de Montevideo.

Eran frecuentes las tertulias en las que participaban junto a Paco Espínola, Adolfo Pastor, Carmelo de Arzadun, Amalia Nieto y Felisberto Hernández, entre otros. Debatían temas de vanguardia, arte, literatura, filosofía, política y religión.

En su círculo de amistades confluyeron personalidades como Rafael Dieste, Carlos Vaz Ferreira, Jules Supervielle, Susana Soca, Juan Parra del Riego, Giselda Zani, Enrique Casaravilla Lemos y Joaquín Torres García. Tuvo gran amistad con Juana de Ibarbourou, a quien, en 1956, frente a una aguda crisis de salud, recomendó la atención médica de su cuñado, el Dr. Gonzalo Cáceres, quien sería fundamental en su recuperación.

Esther divulgó ampliamente los planteos estéticos de su amigo Joaquín Torres García en ensayos y conferencias, fue miembro fundacional y directora del Taller Torres García e integró varios círculos culturales montevideanos, como la Asociación de Amigos de León Bloy y el Centro Jacques Maritain.

Esther de Cáceres perteneció a la generación modulada por amigos y discípulos de Eduardo Dieste y el grupo Teseo creado hacia 1924 y mantenido incluso como una curiosa vinculación en nuestra historia, entre poesía y arte, teatro y pintura, en búsqueda de un horizonte estético mayor que englobara todas las manifestaciones del espíritu.

Dio numerosas conferencias sobre literatura, filosofía, arte y religión. Ocupó la Cátedra de Estética y Composición Literaria en la Facultad de Humanidades. Fue profesora de Literatura en Secundaria y en el Instituto Normal, sin abandonar su carrera médica ni su labor literaria. De 1945 a 1948 estudió en La Sorbona. También fue agregada cultural de la Embajada de Uruguay en Washington, y desde 1961 integró la Academia Nacional de Letras organismo al que representó en varios congresos internacionales.

La religiosidad y la búsqueda espiritual estuvieron siempre presente en su vida y en su poesía. Si bien durante su juventud su pensamiento era próximo al anarquismo y tuvo participación en el Partido Socialista, al conocer el humanismo cristiano de Jacques Maritain encontró el sentido que unía su fe religiosa, su filosofía y sus ideas políticas. Conoció a Maritain en Francia, divulgó intensamente sus ideas en Uruguay y comenzó la militancia en la Unión Cívica, partido antecesor del Demócrata Cristiano.

El catolicismo que practicaba era «de acento intelectual, libre de beatería”, al decir de Carlos Real de Azúa. La difusión de la doctrina maritanista que realizó Esther de Cáceres acercó a toda una generación de intelectuales uruguayos que encontraron en su filosofía política de inspiración cristiana el nexo entre fe, ciencia, filosofía, política y arte. Una ideología afín a la búsqueda de un soporte espiritual para la intelectualidad de la época.

En enero de 1971 viajó a Nueva York con una muestra retrospectiva de Torres García para el Museo Guggenheim. De allí se dirigió a Galicia, a visitar a su amigo Rafael Dieste, en cuya casa falleció el 3 de febrero del mismo año.

Su poesía, cargada de simbolismo, parte siempre de lo sensorial y emotivo, de los goces y dolores de la vida, con una mística devoción religiosa. La complejidad intelectual de Esther de Cáceres y sus ideales políticos y religiosos, sumados a su sutileza emocional, se traduce en las palabras sencillas y claras de sus versos en las que somete las experiencias de vida a la dimensión de lo trascendente.

Luis Cluzeau Mortet musicalizó los poemas de Cruz y Éxtasis de Pasión, que fueron grabados en 1939 con la voz del barítono Juan Carlos Gebelin e Iris Maidana en piano.

Esther de Cáceres murió en Rianjo, España en el año 1971 con 67 años de edad.

Fuente: https://www.ecured.cu/Esther_de_C%C3%A1ceres


POEMAS

A una magnolia

Acércame los pétalos de fragante magnolia

con que, en horas de sueño,

el Amor poderoso ilumina mi sombra.

En la sien, en la palma, entre ébanos de noche

tus pétalos reposan.

No los turba el ardiente llamado de mi pulso,

ni del santo madero la grave y sorda música.

Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos

en una cruz severa,

y una herida sin sangre les descubro.

-Es una saeta oculta

que atraviesa en verano el claroscuro

del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-

Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga

tu distante fragancia, tu impasible blancura.

De lejos nos contestan, en el aire nocturno

de jardines y selvas, las cítaras insomnes.

Me acerco a ti; te busco

la herida misteriosa que sólo yo conozco.

Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,

el canto en que se queman,

sin quemarte, en la sombra.

Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.

Acércame en el fuego tus frescos, apacibles

pétalos de magnolia.

acércate, magnolia!

Cristal de amor

Cuando te veo

tan solo entre los hombres y los árboles

quiero olvidarme de este Amor en sombra

que sonríe y que arde

para cantarte y dibujar tu imagen

en el aire!

Y tengo que volver a esta penumbra

en que el amor me hace

arder y sonreír para mostrarte

en cristal solitario

tu imagen -otra vez quilla de barco

que rompe el mar y el aire!

Ay! lúcido racimo de uvas frescas

en mis manos trocado

en rojo y silencioso coral lento

como el verano!

Ya te roba tu vértigo

al cristal solitario;

vuelves a ser apasionada marcha

entre libros, y árboles, y llantos.

Yo me quedo mirándote: sólo eres

un gran viento que corre, quema y canta

amor en todo árbol

y en todos los rincones de mi alma.

Un gran viento que corre, quema y canta

y que en profundos mares del verano

desgaja, silencioso, mil corales!

El silencio

Los pájaros

desde el silencio

cantan.

Desde enjambres de amor y de tormento

cantan.

Desde prisiones y en la dilatada

casa del aire

cantan.

Entre cipreses de la muerte

cantan.

Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego

solo en lo alto

solo y extático

en misteriosos cielos de silencio y alma

canta.

Nocturno herido

Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo

del tiempo herido

yo olvido el suave musgo y los pies vivos

porque tu ser tendido

yacente en mis rodillas

me atrae como la sed. Hacia tu muerte

como hacia el mar me inclino

y me busco en tu faz como en espejo

hasta que el día declina.

Duermo entre tus imágenes

redobladas y vivas

y la aurora sorprende un raro sueño:

Yo voy corriendo mi veloz carrera

sobre mármoles fríos.

Pasan las nubes… son veloces… miran

un ser yacente, un templo entre cipreses

por el agua del mar humedecidos.

Miran una gran fuente

plantada como un árbol

en medio de la tarde y el olvido…

Sola imagen tranquila

de tu muerte tendida en mis rodillas.

En fuente y ser de muertes yo me miro

y pasan nubes

sobre tu ser tendido,

sobre mi ser que el Tiempo no atraviesa,

sobre un tapiz de tiempo

que fuga y permanece;

sobre un césped de tiempo

donde la cruz de Amor se planta cada día

y mis pies silenciosos y desnudos caminan!

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *