Una semana, un poeta: José María Álvarez

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«Como un desnudo con alhajas
la noche de Verano languidece
en este bar junto a las aguas».

fotografía Instituto Cervantes

Biografía

José María Álvarez Alonso-Hinojal (Cartagena, 31 de mayo de 1942). Escritor y traductor español.

Es licenciado en Filosofía y Letras, especialidad de Geografía e Historia.

En su juventud promueve diferentes actividades culturales de ámbito local que le sirvieron para dar a conocer sus primeros trabajos. En 1959 publica su primera obra, Cuadernos de arte y pensamiento. En adelante, su espíritu viajero le ha llevado a publicar en multitud de países, ha traducido al español obras de diferentes idiomas y autores, como la obra completa de Konstantinos Kavafis.

En 1990 es investido doctor honoris causa por Dowling College, como reconocimiento a su trabajo. Participa en actos académicos en universidades internacionales y son reseñables las intervenciones en las universidades de Oxford y Cambridge en Inglaterra. Recibe varios premios por su obra poética y en prosa, en 1970  se le incluye en la antología de José María Castellet, Nueve novísimos poetas españoles.

Prolífero colaborador de revistas de ámbito nacional e internacional como Diario 16, Cuadernos Hispanoamericanos y Alhayat, entre otras. En cuanto a la actividad cultural el poeta ha creado y ha dirigido encuentros de poesía como Ardentisima y el Encuentro de Poetas de Córdoba en 2004.

Su obra ha sido traducida a diferentes lenguas: alemán, búlgaro, portugués, francés, serbio y polaco.

Fuente:

https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/alvarez_jose_maria.htm

POEMAS

Margull

                         Hace el amor gran villanía al no enlazarte a ti

                                                                                  Jacopo da Lentino

Como un desnudo con alhajas

la noche de Verano languidece

en este bar junto a las aguas.

Desazón del calor. Una música ingrata

que impide hablar. Y esos seres

(en los que nada reconoces)

ofrendando a la madrugada su vacío

de alcohol y drogas…

Y de pronto, en medio de esos rostros,

el tuyo. Esa mirada alegre,

ese gesto risueño, esa

vitalidad deslumbrante que

como dando saltitos

se exhibe ante mí.

                                 Una vez más, la vida

ha sido generosa; me permite

contemplar la delicia de una juventud

en su esplendor, imaginar mis manos

acariciando esa piel suave,

y a mis labios besando ese pelo salvaje,

esas sienes, esa boca, ese vientre,

soñando el calor y el olor de ese cuerpo.

Sí. Y este viejo corazón,

como si no estuviera hastiado,

como si aún tuviera diecisiete años,

se alboroza, tiembla.

Y estos viejos ojos

de los que se ha borrado la vileza de este sitio,

el sinsentido de esta noche,

agradecen vivir -¿A quién, a qué? Al Deseo.

Que como ciertos libros, como algunas

obras de Arte

es lo único ya

que hace soportable la existencia.

Piedra del sueño

                       En medio de tantos desórdenes siempre reinó una alegría

                                                                               que los hizo menos funestos

                                                                                                                             Voltaire

                                                                  Para Hélene y Bobo Ferruzzi

Este pasador… En el oro más fino

cincelado. Cuántas veces

dedos anhelantes lo habrán apartado

para que una melena oliendo a mujer

cayese abandonada

sobre unos hombros mórbidos.

Ahora, muerto en esta vitrina,

parece reírse de nosotros, reprocharnos

que seamos capaces de pasar el tiempo

admirándolo.

                        «No soy nada

-nos dice-, sólo un objeto

para sujetar el pelo. Soy hermoso

porque cuando alguien me hizo

era impensable no modelar belleza.

Pero sólo existo cuando brillo

allí para donde fui concebido,

no en el acabamiento de esta veneración mediocre,

sino sobre un rostro hermoso y moreno».

Zebech

                                                     Tus pensamientos passiuos

                                                         Deuen ser contenplatiuos

                                                                        Pedro de Veragoe

Ese

relamerse, esos labios

brillantes de saliva, ese mohín

entre infantil y disoluto,

esos ojos burlones que cruzan como un rayo

el universo de plástico del aeropuerto…

Su amiga, sin embargo,

aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no

excita.

Y es que no es la belleza la que irradia

ese misterio que te hechiza,

esa lumbre de júbilo,

ese pájaro con las alas en llamas.

No es la belleza de esos ojos, sino su forma de mirar;

el desmadejamiento de esas piernas,

esa lengüecita incandescente,

esa lividez canalla bajo sus ojos,

cómo mueve el pelo,

cómo lo sabe.

                          Eso

que los Dioses conceden

sólo a muy pocas,

y a veces sólo por poco tiempo.

Esa dicha a la que no puede

tocar

el Destino.

Equipo de Redacción

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