Una semana, un poeta: Antonio Gala; por Fran Picón

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Comenzamos la semana con la poesía de Antonio Gala.

Antonio Gala

Antonio Gala Velasco (Brazatortas, Ciudad Real, 2 de octubre de 1930​-Córdoba, 28 de mayo de 2023) fue un poeta, novelista, guionista y articulista español. De nombre de pila Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos, nació y vivió su infancia en Brazatortas, provincia de Ciudad Real, hasta los nueve años. En 1939, su familia se trasladó a Córdoba, donde Antonio escribió sus primeras obras.

A los catorce años impartió una conferencia en el Real Círculo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario de Córdoba. Lector precoz de Rainer Maria Rilke, Garcilaso, San Juan de la Cruz y otros autores, estudió desde la temprana edad de quince años la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla y, como alumno libre, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad de Madrid, obteniendo licenciaturas en todas ellas.

Creó la Fundación Antonio Gala para Creadores Jóvenes, dedicada a apoyar y becar la labor de artistas jóvenes.

Recibió diversos reconocimientos a su obra literaria, entre ellos, en 2011 recibió el Premio Quijote de Honor a toda una vida que concede la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE); el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca por la comedia Los verdes campos del edén (1963); el Premio Ciudad de Barcelona de teatro por Los verdes campos del edén (1965); el Premio Andalucía de las Letras (1989); el Premio León Felipe a los valores cívicos (1989) y el Premio Planeta de novela por El manuscrito carmesí en 1990.

Falleció a los 92 años de edad el 28 de mayo de 2023.

Poemas

Soneto verde

Cuando en octubre amor por la semilla
conspira con abril de la mirada
me subyugó una rosa equivocada:
si verde corazón, tez amarilla.

De una la noche en otra maravilla
-cera ya agraz, ya pluma alabeada-
regresó el alba, limpia y afilada,
rasgándome de pura la mejilla.

Verde presidio y hondo, verde prado,
que a la esperanza indócil alimentas
con grama en flor, sonrisa de mi dueño:

suba la muerte y máteme a tu lado,
que esmeraldas, cantáridas y mentas
me han dispuesto un profundo y verde sueño.


Condena

A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso a largo plazo
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.


Atardeció sin ti

Atardeció sin ti. De los cipreses…
a las torres, sin ti me estremecía.
Qué desgana esperar un nuevo día
sin que me abraces y sin que me beses.

A fuerza de tropiezos y reveses
la piel de la esperanza se me enfría.
Qué agonía ocultarte mi agonía,
y qué resurrección si me entendieses.

Atardeció sin ti. Seguro y lento,
el sol se derrumbó, limón maduro,
y a solas recibí su último aliento.

Quién me viera caer, lento y seguro,
sin más calor ni más resurgimiento,
gris el alma y frustrada entre lo oscuro.

Equipo de Redacción

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