Las ediciones; por Maurizio Bagatin

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Un buen libro es ante todo una máquina perfecta para leer, escribía Paul Valéry. Maurizio Bagatin reflexiona sobre el libro y las ediciones.

Maurizio

El editor no es nada, un puro lugar de encuentro y clasificación, de recepción y transmisión…y sin embargo: es necesario conocer y distribuir los mensajes correctos, es necesario recibir y transmitir escritos que estén a la altura de la realidad”

Giangiacomo Feltrinelli

Un buen libro es ante todo una máquina perfecta para leer, escribía Paul Valéry, es el trabajo minucioso, perfeccionista en los detalles de los editores y de los tipógrafos. Es el arte y la perseverancia de Gutenberg, de Bodoni y Frutiger, de Aldo Manucio, es pathos y atrevimiento, es una prueba muy preciosa y temible ser bellamente impresos, finaliza Valéry.

En el año 751, en la batalla del Río Talsa, los árabes derrotaron a los chinos, y entre los prisioneros chinos había algunos expertos en la fabricación del papel. Estos fueron llevados hasta Samarcanda y ahí empezaron a producir el papel, papel que se volvió libro. En el año 751 inicia una gran revolución. Stendhal sufría y gozaba cuando iba a visitar a Giambattista Bodoni en Parma. La belleza y la perfección a la cual apuntaba Bodoni era fruto de la práctica y de la costumbre, lo que convertía las cosas difíciles en fáciles. Didot, que fue su rival en Francia, fue otro, y no solamente según Stendhal, en alcanzar tal belleza y perfección.

Aldo Manucio era ante todo humanista, marcando lo que pocos aun hoy saben. En Venecia publicó a final del 1400 a autores griegos y latinos y “fue el primero en utilizar el carácter cursivo en forma impresa e introdujo el formato «octavo», mucho más pequeño que los grandes y engorrosos volúmenes de la época, inventando efectivamente el formato de libro de bolsillo, conocido como «Aldino». Este nuevo formato permitió a los lectores llevar libros consigo dondequiera que fueran, facilitando así la difusión de la cultura y el conocimiento”.

Sostuvo Louis Althusser que fue gracias a la imprenta y a la difusión que la cultura inició así modificándose. La ilustración entra en las casas y la novela acompaña la pequeña burguesía que se va formando.

La elegancia de un libro fue para algunos editores algo que debía ir a la par de su contenido. La belleza está en la nitidez que se va proponiendo a su lectura, elegancia en las miles de piezas que van armando un libro, como si fuera un rompecabezas de posibilidades: la guarda, la portada y la portadilla, el lomo, el cajo, la cubierta y la cantonera, la faja de aduladores y el separador y la contracubierta, la bisagra, la cabeza, el filete, la viñeta, el panel, el florón y el pie.

Luego vienen miles de historias editoriales. La historia editorial de El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, “rechazado” por Elio Vittorini en la Einaudi y desempolvado por Giorgio Bassani por la Feltrinelli. Aquella de Cien años de soledad, entre leyenda y misterio, con Barral, y la de Lolita de Vladimir Nabokov, del Ulises de James Joyce y de Trópico del cáncer de Henry Miller.

Pequeñas y grandes anécdotas de amistades hechas de amor por los libros, como la que se fue construyendo entre Roberto Calasso y Bobi Bazlen en Adelphi: cuando vieron la copia del número uno de la Biblioteca, La otra parte de Alfred Kublin, reconocieron que era el más bello Kafka antes de Kafka, también porque “la otra parte” era el lugar mismo donde la editorial Adelphi se habría situado. Y la más rebelde y de larga vida, Strade bianche y Stampa Alternativa de Marcello Baraghini, “contra el sentido común de la decencia, contra la moral codificada, contracorriente”.

Hacer libros, parece haber sido el propósito que trajo hasta Bolivia a Werner Guttentag, fundando y viviendo hasta sus últimos días para Los amigos del libro. Las aventuras “alternativas” de Yerba Mala Cartonera o de Electrodependiente en Bolivia. Muchos corajes y pocos cálculos, sangre irrequieta que cree en una revolución, en lo que Montesquieu anunció como una gran transformación: “Es el descubrimiento de la imprenta lo qua ha cambiado esto: antaño se valorizaba a los hombres; hoy en día a los libros”. Los antiguos eran “libros vivientes” y el libro seguirá vivo hasta cuando el lenguaje tendrá significado.

Equipo de Redacción

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