La turbulenta vida de Tarás Shevchenko, el gran romántico ucraniano; por Albert Lázaro-Tinaut

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Las muestras poéticas de Shevchenko que se presentan a continuación son adaptaciones realizadas por Albert Lázaro-Tinaut a partir de traducciones previas al francés.

Tarás Shevchenko

Poeta y prosista, Tarás Shevchenko (en lengua ucraniana, Тарас Шевченко), nacido en Móryntsi, en pleno centro de Ucrania, en 1814, murió en San Petersburgo en 1861. Se le considera un héroe nacional y es uno de los grandes símbolos culturales e históricos de su país, y también uno de los fundadores de la literatura ucraniana moderna. Además de desarrollar sus dotes literarias, cultivó las artes plásticas, especialmente el dibujo y la pintura.

En su primera obra publicada, Kobzar (‘El bardo’, 1840), mutilada por la censura imperial rusa, ya aparecen protestas contra la injusticia social y sus ideales de una vida libre (pues era hijo de campesinos siervos), lo cual provocó indignación en los sectores más conservadores y reaccionarios de Rusia; sin embargo, el libro, del que en vida del autor se hicieron varias ediciones, se divulgó por todo el Imperio y llegó incluso al extranjero.

Después de residir y estudiar en Vilna y San Petersburgo, en mayo de 1843 regresó a su país natal, y en Kiev estableció contacto con algunas de las figuras más representativas de la literatura y las artes ucranianas de entonces, y también con muchos jóvenes universitarios de ideas progresistas y revolucionarias. En 1844 publicó el poema grotesco Sueño, en forma de comedia, donde ponía de manifiesto las nefastas consecuencias de la sumisión de Ucrania a los dictámenes rusos. Más tarde recorrió todo el país, recopilando materiales folclóricos y etnográficos y dibujando monumentos históricos. Vivía intensamente, viajando, y estableció contacto con literatos (conoció a su coetáneo Adam Mickiewicz, el gran poeta romántico polaco), artistas, campesinos, terratenientes y arqueólogos; al mismo tiempo escribía sin cesar, y en 1859 vio la luz su famoso poema “El Cáucaso”, publicado en la ciudad alemana de Leipzig, en el libro titulado Nuevos poemas de Pushkin y Shevchenko.

En 1846, Shevchenko se había afiliado a la clandestina Hermandad de Cirilo y Metodio, cuyos miembros eran vigilados por las autoridades. Se les acusaba de incitar a los campesinos a la revolución, y en 1847 empezaron las detenciones. El 17 de abril le llegó el turno a Shevchenko, cuando entraba en Kiev, mientras cruzaba el río Dniéper: le fueron confiscados los escritos que llevada consigo y fue trasladado de San Petersburgo, donde lo sometieron a interrogatorios mientras lo mantenían entre rejas. De aquella experiencia nació el ciclo de poemas En la casamata. Acusado de divulgar ideas que atentaban contra el régimen imperial, fue designado soldado raso con la prohibición de escribir y dibujar. El veredicto contra él fue, de hecho, un veredicto contra toda la cultura progresista ucraniana: se ordenó retirar de las bibliotecas todas las obras de Shevchenko y prohibir su venta, y se le impidió seguir publicando. Se consideraba que sus poemas “expresaban claramente motivos para la lucha de liberación social y nacional”.

Declarado “criminal político peligroso”, Shevchenko fue condenado a deportación, integrado en la 23.ª División de Infantería del ejército imperial, estacionada en la lejana ciudad de Orsk, junto a la frontera de Kazajistán (donde en 1984 se inauguró un museo dedicado a su memoria). Allí fue sometido a una estricta disciplina militar. “Debemos doblarnos donde dobla el destino”, escribió en una carta a un amigo.

El 11 de mayo de 1848 marchó con una caravana hacia el mar de Aral, en un penoso trayecto de casi 750 kilómetros. Por el camino escribiría: “Nunca en mi vida había sentido una sed tan terrible y nunca en mi vida había bebido agua tan sucia como hoy. Por alguna razón, el destacamento enviado para limpiar los pozos no los encontró, y solo obtuvimos agua podrida, salada, amarga y ácida, que no se puede llevar a la boca sin repugnancia: es espumosa, con piojos y sanguijuelas microscópicas”. Cuando al fin llegaron, el 19 de junio, a la fortaleza de Raim, a orillas del Sir Daria, a 64 kilómetros del mar de Aral, con una temperatura de 40º a la sombra, se le encomendó la tarea de dibujar y pintar todo aquello que viera y le pareciera interesante para una investigación sobre la zona, que era la finalidad de los expedicionarios; estuvo navegando por el Aral en un pequeño barco durante casi dos meses. Luego, instalado en una isla, pudo dar rienda suelta a su creatividad artística y literaria, trabajó en acuarelas y escribió más de setenta poemas.

A finales de octubre de 1849, tras un año y medio en las estepas, lo destinaron a Oremburgo, a orillas del río Ural, donde tenía amigos y recuperó en parte su salud y cierta libertad de movimientos. Había allí numerosos exiliados polacos, entre ellos algunas figuras del movimiento revolucionario de Polonia (sometida en aquellos tiempos al Imperio ruso), con los que se relacionó amistosamente. Sin embargo, denunciado por un oficial envidioso, que lo acusó de “no cumplir con la voluntad imperial”, fue detenido de nuevo en 1850, devuelto a la fortaleza de Orsk y sometido a estricta vigilancia. En octubre lo deportaron a la península de Mangyshlak (Kazajistán), en la orilla oriental del mar Caspio, donde tuvo que permanecer siete años en condiciones espantosas: el agua era salobre, la comida escasa y casi siempre seca y salada, debido a lo cual la mayoría de los soldados de la guarnición padecían escorbuto y muchos morían. Tras su traslado posterior a la cercana fortaleza de Novopetrovsk, sus condiciones de detención mejoraron gracias a la sensibilidad del comandante, polaco, que incluso lo invitó a enseñar a sus hijos y le permitió mantener correspondencia con sus amigos.

Al día siguiente de la muerte de Nicolás I, el 18 de febrero de 1855, el nuevo zar, Alejandro II, ordenó liberar a los exiliados políticos, pero hasta julio de 1857 el “perdón” imperial no se hizo efectivo para Shevchenko, que tuvo que recorrer mil kilómetros para obtener el documento que lo acreditaba; pero el comandante que se lo entregó desconocía el requisito de que debía permanecer en Oremburgo bajo vigilancia, por lo que proporcionó al poeta un salvoconducto para que pudiera viajar a San Petersburgo. Al día siguiente, de noche, emprendió el viaje en barco por el mar Caspio hasta Astraján, y pese a que se había enviado una orden de detención contra él, gracias a personas influyentes consiguió llegar a Moscú, y luego a Kazán y a Nizhni Nóvgorod, donde se le impidió continuar viaje. Fue otra etapa de su destierro. Allí escribió nuevos poemas e hizo muchos dibujos, mientras sobrevivía en la precariedad. En febrero de 1858 obtuvo, por fin, el permiso para llegar a San Petersburgo.

El Comité de Censura imperial se mostró implacable durante mucho tiempo con la obra de Shevchenko, quien no dejó de relacionarse con los ambientes culturales de la ciudad. A principios de 1859 Iván Turguéniev lo visitó para conocerlo personalmente, y aunque las opiniones sociopolíticas de ambos diferían, mantuvieron una relación amistosa, pues Turguéniev veía con buenos ojos la cultura progresista ucraniana, y dijo de Shevchenko que era “un hombre apasionado y desenfrenado, con una personalidad maravillosa”. Sin embargo, los círculos literarios conservadores siguieron mostrándole su hostilidad.

En mayo de 1859 Shevchenko solicitó permiso para volver a viajar a Ucrania, y le fue concedido, a petición de sus amigos, por la Gran Duquesa María Nikoláyevna. Tras un complejo trasiego burocrático (se había convertido en un personaje sumamente molesto), la policía accedió a ese viaje, pero ordenó que fuera vigilado de cerca por su condición de “criminal político peligroso”. El 30 de julio, sin embargo, fue arrestado de nuevo en Kiev después de que un confidente de la policía le oyera decir a un campesino, a quien quería comprar un terreno, que para ello “no necesitaba ni rey, ni señores ni sacerdotes”. Iba a ser condenado por blasfemo, pero al final se libró del castigo gracias a un funcionario benévolo. Y solo después de una exhaustiva investigación se le permitió regresar a San Petersburgo.

Mientras tanto, la popularidad del poeta ucraniano en la capital imperial había crecido, y lo aprovechó para lanzar con renovado vigor una actividad poética destinada a desacreditar al zar y a su servidumbre. Escribió entonces el poema “María”, considerado la culminación de su obra después del exilio. Y en diciembre de 1859, aún más encorajinado, escribió el poema “Imitación de Ezequiel”, con el que quería convencer a los lectores, al pueblo, de que los “príncipes, nobles y reyes son depredadores, estafadores, bestias locas que se ceban con los justos”, y que la única salida era “emboscar al zar, encadenarlo, enviarlo a trabajos forzados y encerrarlo en una mazmorra profunda”. Era un claro llamamiento a la revolución.

Su salud se fue deteriorando, y después de una dolorosa agonía murió a las 5 de la mañana del 26 de febrero de 1861. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Smolensk, en San Petersburgo, y al cabo de dos meses se trasladaron a Moscú, de allí a Kiev y, finalmente, a la pequeña localidad de Kaniv, en medio de la estepa, donde él había soñado que reposaran.

Solo una pequeña parte de la obra de Shevchenko se publicó en vida del autor. Algunos poemas suyos prohibidos en Rusia vieron la luz en Leipzig. A principios de enero de 1861, cuando ya estaba gravemente enfermo, comenzó a aparecer la primera revista ucraniana, Osnova (‘Fundamentos’), a la que donó parte de sus obras, así como materiales para un diccionario y sobre folclore.

Shevchenko ocupa un importante lugar en la literatura, el arte y la cultura de Ucrania. De los 47 años de su vida, pasó 24 en servidumbre, 10 en deportación y el resto bajo vigilancia de la policía del Imperio ruso.

Albert Lázaro-Tinaut

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Las muestras poéticas de Shevchenko que se presentan a continuación son adaptaciones realizadas por Albert Lázaro-Tinaut a partir de traducciones previas al francés.

Cuando muera, enterradme en medio de la estepa de mi querida Ucrania para que pueda ver los vastos campos y escuchar el rugido de Dniéper.

Tarás Shevchenko

Testamento

Cuando muera, enterradme
en medio de la estepa
de mi querida Ucrania
para que pueda ver los vastos campos
y escuchar el rugido de Dniéper.

Cuando hasta el mar azul Ucrania
haga fluir la sangre del enemigo
me alejaré de estas montañas y llanuras
e iré con mis plegarias
hacia Dios. Pero hasta ahora,
a Dios no lo he conocido.

¡Acostadme y levantaos vosotros!
¡Romped vuestras cadenas
y con la sangre impura y enemiga
apagad vuestra sed de libertad!
Entonces, oh miembros de la gran familia,
de la familia nueva y liberada,
no me olvidéis y honradme
con alguna bella y dulce palabra...

(Pereyáslav, 1845)

(Fragmentos)

Ruge y gime el ancho Dniéper,
sobre él aúlla poderoso un viento 
que doblega los altos sauces hasta el suelo 
y levanta olas como montañas. 
A esta hora la luna, todavía pálida,
asoma por detrás de una nube 
como un bajel en el mar azul,
que a veces emerge y a veces se hunde...


Heme aquí que vuelo. Despunta el día, 
en el horizonte el cielo arde, 
en la arboleda oscura un ruiseñor 
saluda al sol que asoma, 
el viento sopla dulcemente, 
las estepas y los campos duermen. 
En los valles, junto a los estanques, 
se balancean los sauces verdes, 
hay huertas cargadas de frutos. 
Los álamos silenciosos 
se yerguen como centinelas. 
Y toda esta tierra envuelta en belleza, 
verde, bañada de rocío, 
acoge al sol naciente...
Todavía vuelo. La tierra es negra. 
La mente se adormece, me duele el corazón. 
Veo chozas a lo largo de los caminos, 
pueblos con cien iglesias, 
y cómo en esos pueblos 
las garzas reniegan 
de los soldados moscovitas, 
saciados y bien vestidos... 
Más allá, en el valle, como en un pozo, 
una ciudad sueña, dormita junto al pantano. 
Por encima de ella, 
la espesa niebla se extiende 
como una nube negra. 
¿Es una ciudad turca, 
una ciudad alemana 
o acaso una ciudad moscovita? 
Por doquier iglesias y palacios, 
por doquier señores barrigudos 
y ni una triste gabarra.

Oímos cantar a la alondra, 
al ruiseñor y al cuco. 
Por la arboleda el eco repite su canto; 
el cielo se tiñe de púrpura allá, detrás del cerro; 
en algún lugar canta un labrador.

Esclavos, ayudas de cámara, 
légamo de Moscú, suciedad de Varsovia, 
¡estos son sus señores, sus más serenos atamanes! *
¿Y de qué estás orgullosa, hija de la pobre Ucrania? 
¿De saber llevar bien el yugo, 
incluso mejor que nuestros padres? 
* Los atamanes eran los líderes y comandantes supremos de los cosacos que se establecieron desde el siglo X en las estepas del sur de Rusia y en Ucrania y se ofrecían como tropas de choque a los gobernantes de las regiones que ocupaban. Shevchenko era descendiente de cosacos por vía paterna.

¡Oh pensamientos, mis pensamientos,
qué dolorosos sois!
¿Por qué os tengo alineados
con tanto esmero en el papel,
en renglones tan tristes?
¿Por qué en medio de la estepa
el viento no os ha dispersado
como motas de polvo?
¿Y por qué la desdicha
no hace que os durmáis
como a sus propios hijos?

¡Oh pensamientos, mis pensamientos!,
flores de mi ser, hijos de mi entraña,
¿qué haré de vosotros
a quienes cuidé tanto?
Id pues a nuestra Ucrania,
hijos, a nuestra Ucrania.
Allí como pobres huérfanos
erraréis por las bahías.
Y en cuanto a mí, aquí es
donde tendré que morir.
Vosotros encontraréis
Allí verdadero afecto,
y allí os acogerán 
con palabras tiernas
y con sincero amor,
y quién sabe, incluso alcanzaréis la gloria...

Mi madre, mi Ucrania,
acege en tu casa,
a mis cándidos hijos
como a tus propios hijos.

(San Petersburgo, 1839) 

Tarás Shevchenko

Equipo de Redacción

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