La maldad de quienes nos felicitan cada 8 de marzo; por Alma Karla Sandoval

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¿Hasta eso les tenemos que explicarles? Si no saben el porqué es una ofensa que nos feliciten es porque su ceguera no les permite vernos. Siguen considerándonos niñas o seres subalternos a los que hay que mimar, para calmarlas, de vez en cuando.

Antes de las cinco de la mañana en un país donde asesinan a once mujeres al día, compruebo que gran parte de la violencia estructural que padecemos proviene de la ignorancia. Reafirmo esa noción en gestos mínimos, aparentemente bien intencionados, por ejemplo, que nos feliciten a todas el 8 de marzo. Esa estupidez, perdón, pero no hay otra palabra que la califique con más justicia, acusa la frivolización de una fecha que señala el camino de las luchas de las mujeres para lograr que algunos de sus derechos sean respetados, borra nuestros alcances, los reduce a una efeméride más. Por eso insistimos, no se trata de una celebración de nuestros logros, algo que pueden decir acusándonos de amargadas, de aguafiestas. No, es un día de conmemoración cuyo fin es contrarrestar el olvido o evitar que se romantice o hasta se erotice el horror que seguimos padeciendo, los micro y macromachismos enquistados de este planeta.
¿Hasta eso les tenemos que explicarles? Si no saben el porqué es una ofensa que nos feliciten es porque su ceguera no les permite vernos. Siguen considerándonos niñas o seres subalternos a los que hay que mimar, para calmarlas, de vez en cuando. Tenemos razón en sentir rabia, es digno que lo digamos porque esa felicitación aparentemente bien dirigida, hasta “inocente” en algunos casos, no más que un buenismo tóxico que envenena, que no apoya, que no puede provenir de ningún dizque aliado o “aliade” de nuestra causa.


En Argentina, por hablar de un país que retrocede, el loco de manicomio al que esa gente votó en medio de un horizonte económico desesperado, acaba de prohibir el lenguaje inclusivo. Misógino, su odio contra las feministas causa heridas sociales que tardarán mucho sanar, sobre todo porque las argentinas, con sus mareas verdes, su discurso agudo, inteligentísimo; las argentinas, nuestras maestras y hermanas de lucha, tendrán que hacer acopio de más fuerzas aún para superar ese ataque.
Cierto, eso nos toca: implementar un control de daños hasta en las fechas en las que el mundo debería entender que una felicitación simple en redes sociales, un post en Instagram, una rosa o un chocolate cualquiera no son gestos suficientes en medio de una emergencia global que exige no nos violen, no nos maten, no nos peguen, no nos paguen menos, pues además de esa realidad ominosa que aún no cambia por más que digan que sí, por más espejismos emancipatorios, por más hipocresía y de nuevo, por más buenas intenciones, por más que argumenten que el feminismo ya pasó de moda, ya es cosa de los siglos pasados, ahí tienen: aún la gente felicita, una muestra de que no han comprendido nada de lo siguiente:

El 5 de marzo de 1908, Nueva York fue escenario de una huelga polémica. Un grupo de mujeres reclamaba la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas, y un tiempo para poder dar el pecho a sus hijos. Otras versiones señalan que no existen pruebas documentales y lo que sí tuvo lugar fue el 8 de marzo de 1857 una marcha de costureras de la compañía Lower East Side que reclamaban una jornada laboral de diez horas.
La historia y la más difundida es la que señala que unas 40 mil costureras industriales se declararon en huelga. Durante la misma, 129 trabajadoras murieron quemadas en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York.
Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga, en un incendio que se atribuyó al dueño de la fábrica como respuesta a la misma.
Diez años después, en 1867, también en el mes de marzo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de la ciudad de Troy, y la formación de un sindicato; pero la historia del 8 de marzo está cruzada por situaciones y hechos que muestran un escenario más complejo y rico en acontecimientos marcados por la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa, la lucha por el sufragio femenino, las pugnas entre socialistas y sufragistas, y el creciente auge del sindicalismo femenino durante las primeras décadas del siglo XX.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
En 1975 o 1977, no se ponen bien de acuerdo, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.


Por eso decimos que luchamos, porque el acuerdo con las comandantas zapatistas en Los Altos de Chiapas, hace unos cuantos años, fue clarísimo: seguir vivas y seguir luchando precisamente, seguir, seguir, seguir mientras el corazón responda, mientras la inteligencia nos arrope, el instinto de sobrevivencia nos vuelva resilientes. De eso estamos hechas en esta parte del mundo nosotras que convivimos con la muerte en un estado que no es de bienestar, sino de violencia, de desapariciones normalizadas. Hemos perdido amigas, conocidas, hemos visto cómo también se mata a las madres que buscan a sus hijos. Esa es nuestra escena cotidiana y por eso enerva que nos feliciten. No son compasivos ni buenas personas haciéndolo, pues desde su profunda ignorancia, desde la banalidad del mal latente en ese acto, se suman a las huestes del sistema que odia las mujeres y las burla a todas.


Nota: Las fotos utilizadas en esta columna, han sido extraídas de este enlace: https://revistalamarea.com.ar/acerca-de-la-historia-del-8m/amp/

Equipo de Redacción

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