El ensayo, toro mecánico; por Alma Karla Sandoval

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Alma Karla Sandoval comparte un texto de Resplandor de una nube con memoria, su más reciente libro de ensayos

Dolly Parton’s «Jolene» SOURCE: RCA VICTOR

No le gustaban los toboganes ni los trampolines de los balnearios. K. fue una niña cobarde, insegura, acomplejada, portadora de un extraño virus: escribía en contra de cualquier pronóstico en un pueblo pobre, caliente e iletrado donde “ir a los toros” era una las distracciones más populares. Cada primero de enero, con la cruda enhiesta, la costumbre era ir a ver a Joan Sebastian al lienzo charro de la localidad. El espectáculo de caballos, las canciones, la cerveza salvífica, se daba dentro del marco de la feria de Año Nuevo con parque de diversiones incluido, un locus amoenus con una atracción famosa: el toro mecánico que lanzaba lejos a los jinetes atrevidos, a esos pobres que deseaban impresionar a una mujer cuando la camisa a cuadros, el sombrero y las botas sin espuelas no eran suficiente argumento, así que debían asombrar montando esa máquina mientras la música de fondo con su banda insufrible, los aplausos y los gritos animaban el ambiente. Aguantar vueltas, sujetarte bien para salir disparado era una empresa imposible, divertida. 

    “El toro loco”, como le llamaban, tenía dos cables con forma de penes además de un señor manejándolo que subía o bajaba la velocidad según la fuerza del jinete en turno. Inocente quimera, a K. le parecía absurdo pagar porque te tiren a colchonetas rojas, sucias, sudadas u orinadas. La música se tornaba infernal con ese trombón monocorde. Solo una vez llegó un gringo jipi al pueblo. Apestaba a mariguana. Sustituía al viejo gordo de cada año, al operador del toro. K. se preguntó si el anciano había muerto en otro pueblo sin nombre. Jack hablaba un español cojo y tuerto, pero avanzaba en la conversación con una sonrisa incomprensiblemente blanca para lo fétido de su aliento. No usaba camisa, sólo un chaleco de cuero café, los hombros bronceados, las pecas del rostro eran galaxias. El sombrero alguna vez fue blanco, atajaba los mechones de cabello amarillo, largos, muertos. Bebía tecates, sostenía el bote con la mano derecha y con la izquierda subía y bajaba las palancas. Zurdo, le gustaba el country. Gracias a él, K escuchó a Johnny Cash, Kenny Rogers, Patsy Cline, Willie Nelson, Hank Williams, George Jones, sobre todo a Dolly Parton. Cada noche hacía sonar unas veinticinco veces “Jolene” mientras los mexicanos trataban de resistir montando el toro. Esa canción era una súplica, pero en un pueblo donde nadie sabía inglés, el gringo se emborrachaba hasta las lágrimas bailando y manejando ese toro de metal que mandaba directamente a la lona a cualquier hombre. Le gustaba llamar la atención cuando subía el volumen de las bocinas hasta un decibel impensable al comenzar “Jolene”, entonces jugaba con el sombrero y la gente alrededor aplaudía haciendo crecer el significado de estas palabras solo para el extranjero:

Jolene, Jolene, Jolene, Jolene,
I’m begging of you please don’t take my man.

Jolene, Jolene, Jolene, Jolene,
please don’t take him just because you can

your beauty is beyond compare
with flaming locks of auburn hair
with ivory skin and eyes of emerald green

your smile is like a breath of spring
your voice is soft like summer rain
and I cannot compete with you, Jolene.

He talks about you in his sleep
there’s nothing I can do
to keep from crying
when he calls your name, Jolene.[1]

     Tal performance era una obsesión, un recuerdo de luna quemada en Alburquerque, de desierto con astros como los ojos de la mujer de la canción que a Jack sí le robó a su hombre. Pasaría un buen tiempo para que K. entendiera la épica sentimental de los amores imposibles o las resignaciones que propagan las letras del country cuando es una mujer quien las escribe. Algunos mensajes de este género musical parecen una lamentación esquizofrénica, nómade como el gringo. Empero, hay otra forma de pensarlo: ¿y si montar implica ese toro de lámina es una masturbación? ¿un goce del que nadie sale con tedio o culpa?, ¿y si el toro es placer del texto, no un centauro: mitad hombre,  mitad animal?, ¿sólo ensayo y punto? ¿qué tal si la caída de ese artefacto es una catarsis cuando se pretende ensayar, pero se narra? Se supone que un hombre debería amar a una mujer o que esta debería pedirle a otra que no le robe a su marido. Pero las cosas no siempre suceden heteropatriarcalmente de la misma manera en que la literatura puede ser bastarda, gay, trans o nómada. En la inestabilidad de la forma se juega la máscara ensayística.

*

No solo los cielos o las tierras se conquistan. Las olas de la expresión literaria se leen como otra suerte de adivinación. Por decir algo, los navegantes polinesios podían llegar a la orilla sorteando noches muy cerradas o tempestades, leyendo las olas del océano, aunque sean aguas donde se reflejó Narciso.

    K. está signada por dos circunstancias: nació a finales de noviembre, así que es sagitario, un flechador apuntado a Próxima Centauri. Por si fuera poco, el ascendente es Tauro que se parece al toro de Picasso en el Guernica o a Zeus, convertido en toro blanco que rapta a Europa interpelando en estas páginas la búsqueda de lo que tendría que decir o pensar de frente a la revelación de un cuento que la acecha. 

      K. no conoció al gringo.

      No sabe si alguien como Jack exista en algún lugar del mundo. No sería raro. Después de todo, otras mujeres suelen robar hombres.

       Después de todo, hay ensayos con la necesaria poesía dentro.


[1]Jolene, Jolene, Jolene, Jolene.
Te estoy suplicando, por favor, no te lleves a mi hombre.

Jolene, Jolene, Jolene, Jolene.
Por favor, no te lo lleves solo porque puedes.

Tu belleza no tiene comparación, 
con ardientes rizos de cabello castaño, 
con piel de marfil y ojos de color verde esmeralda.

Tu sonrisa es como un soplo de aire de primavera, 
tu voz es suave como la lluvia de verano, 
y yo no puedo competir contigo, Jolene.

Él habla de ti en sueños, 
no hay nada que pueda hacer
para evitar llorar
cuando él pronuncia tu nombre, Jolene.

Equipo de Redacción

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