Una semana, una poeta: María Enriqueta Camarillo

0

Hoy, Fran Picón, nos presenta a María Enriqueta Camarillo y Roa de Pereyra (1872-1968), escritora mexicana del siglo XIX, destacó como poeta, cuentista, pianista y dramaturga. Nominada al Premio Nobel de Literatura en 1951, su legado abarca una amplia producción literaria y musical, así como contribuciones en la pintura.

María Enriqueta Camarillo - Foto tomada de Wikipedia

María Enriqueta Camarillo

María Enriqueta Camarillo y Roa de Pereyra (1872-1968) fue una destacada figura del siglo XIX en México, destacándose como poeta, cuentista, traductora, pianista, novelista y dramaturga. Nominada al Premio Nobel de Literatura en 1951, su vida transcurrió entre Coatepec, Veracruz, y la Ciudad de México. Fue una prolífica colaboradora en revistas y periódicos importantes de la época. Su legado incluye la Casa Museo María Enriqueta en Coatepec y el Parque María Enriqueta Camarillo en Ciudad de México. Entre sus obras, destacan poemarios como «Las consecuencias del sueño» y «Rumores de mi huerto», cuentos autobiográficos como «La puerta verde», novelas como «Mirlitón» y «Jirón del Mundo», así como traducciones y contribuciones en música y pintura.

Fuente: María Enriqueta Camarillo- Wikipedia

POEMAS

Lejos

¡Lejos!… Ya no me miras ni te miro…

Tal se alejan las hojas en su giro

llevadas por los vientos inclementes…

Mas no se apartan los que están ausentes:

puede unir la luna con sus reflejos

a todos los que aman desde lejos.

Yo te amaré por siempre con el mismo

afán; y tú también, en tu lirismo,

evocarás mi imagen desde aquellas

regiones. Así se aman las estrellas,

y así las mariposas en su anhelo,

sueñan subir para llegar al cielo…

¡Feliz quien lo anhela nunca alcanza!

ese podrá vivir con su esperanza.

…No oiré tu voz desde esta lejanía,

ni tú tampoco escucharás la mia.

No todos los amores

tienen, como la mar, dulces rumores:

hay amores que viven ignorados,

hay amores callados…

¡Oh! ¡Salve a quien enlaza con ternura

lo que vive en silencio o que murmura;

al que lleva hacia el sol las golondrinas,

al que junta la hiedra con las ruinas!

¡Oh, tierno amor que en nuestro pecho existe

con toda la dulzura de lo triste!

¡Él ha de recoger tus juramentos

cuando lleve hacia ti mis pensamientos!

…Los que ven, dos a dos, cruzar las aves

por los abiertos horizontes suaves,

no han visto en su abandono y sus congojas

al ave entre los árboles sin hojas…

Yo estaré así, cual ave entristecida

que va, sola, cruzando por la vida.

Y allá… tu corazón, viudo y sombrío,

que llora eternamente por el mio,

vivirá, del amor en el santuario,

cual monje escondido y solitario…

Vana invitación

-Hallarás en el bosque mansa fuente

que al apagar tu sed, copie tu frente.

Dijo, y le respondí: -No tengo antojos

de ver más fuente que tus dulces ojos;

sacian ellos mi sed; son un espejo

donde recojo luz y el alma dejo…

-Escucharás, entonces, los latidos

del gran bosque en los troncos retorcidos;

o el rumor de la brisa vagorosa

que huye y vuela cual tarda mariposa…

-Bástame oír tu voz; tiene su acento

gritos de mar y susurrar de viento.

-Hay allí flores, como el sol, doradas,

y otras níveas cual puras alboradas.

-En tu mejilla rosa está el poniente,

y la blanca alborada está en tu frente.

-Hay allí noches profundas y tranquilas…

-Esas noches están en tus pupilas.

-Hay sombra en la maleza enmarañada…

-Hay sombra en tu cabeza alborotada…

-Lo que se siente ¡allí, no lo has sentido.

-A tu lado el amor he presentido.

-¡Ven! Ese bosque misterioso y quieto

va a decirte al oído su secreto…

-¡Es en vano el afán con que me llamas!

¡Si tú ya me dijiste que me amas!…

-Hay un árbol inmenso, majestuoso,

de altísimo follaje rumoroso;

en él, como serpiente, está enredada

una gigante yedra enamorada…

-Tú eres ese árbol majestuoso y fuerte:

¡deja que en ti me apoye hasta la muerte!

Abre el libro

Abre el libro en la página que reza:

‘Donde se ve que Amor sólo es tristeza’,

y con tu voz de oro

que tiene sortilegios peregrinos,

¡ahuyenta, como pájaro canoro,

la sombra de esa frase, con tus trinos!…

Porque es tu voz tan dulce y lisonjera,

que si dices que Amor tiene dolores,

el dolor se resuelve en primavera,

y todas sus espinas echan flores…

¡Deja escapar tu voz, oh, dueño mío!,

y haz de esa frase triste sólo un canto:

tú puedes, con las lágrimas y el llanto,

hacer notas y perlas de rocío.

Es tu voz el crisol en que se funde

la invencible tristeza;

tan pronto como empieza

su acento a levantarse, luz de aurora

en el viento sus ráfagas difunde,

y en los abismos el dolor se hunde…

¡Es tu palabra eterna triunfadora!

Abre ya el tomo, y con tu voz suave,

destruye ese sofisma peregrino.

Seremos, mientras hablas, tú, cual ave,

y yo, como viajero absorto y grave

¡que se para a escucharte en el camino!…

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *