Una semana, un poeta: Louis Aragon
Hoy te presentamos al poeta francés Louis Aragon
(París, 1897-1982) Escritor francés.
Terminados sus estudios medios, Louis Aragon comenzó a estudiar medicina, que interrumpió en 1917 para alistarse voluntario en la Primera Guerra Mundial. Durante el período de instrucción conoció a André Breton y a Philippe Soupault, con los que volvió a encontrarse en París en 1919 y con los que fundó la revista Littérature, órgano del dadaísmo parisiense que recogía las ideas que algunos años antes había expresado Tristan Tzara en Zúrich, quien, por otra parte, también colaboró en la revista junto con Paul Éluard y otros jóvenes.
En 1923 el grupo, reforzado con nuevas aportaciones, funda la revista La révolution surréaliste, que después se convertiría en Le surréalisme au service de la révolution. Es el período en el que a Louis Aragon le influyen más Apollinaire y el conde de Lautréamont.
En 1928 conoció en París a la escritora rusa Elsa Triolet, hermana de aquella Lily Brik tan estrechamente ligada a la biografía de Maiakovski, y la hizo la compañera de su vida y su inspiradora y consejera en su trabajo literario.
Dos años después participó activamente en el Congreso de Escritores Revolucionarios convocado en Járkov (URSS). De regreso a Francia, rompió con los surrealistas, y en especial con André Breton, y sustituyó el diletantismo literario de su primera juventud por un claro compromiso político, participando activamente en las manifestaciones del movimiento obrero, asumiendo la dirección del diario comunista Ce soir y contribuyendo a difundir la literatura soviética del realismo socialista.
Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana, regresó a la poesía.
Tras la liberación, Louis Aragon entró a formar parte del comité central del Partido Comunista Francés, e intentó un nuevo ciclo narrativo según las directrices del realismo socialista, pero interrumpió Los comunistas, donde sus mejores dotes de escritor suelen verse sofocadas por la excesiva simplicidad de su discurso, después de los primeros seis volúmenes (1949-1951). Su mejor novela es ciertamente La Semana Santa (1958), brillantísimo fresco de la Francia de los Cien Días, con algún eco indirecto de preocupaciones más actuales.
A partir de los años sesenta se agrieta la seguridad de la construcción narrativa de Aragon. Su creación poética también alcanza momentos felices de intensidad lírica. También fue intensa su actividad de crítico y hombre de cultura, como director del semanario Les Lettres Françaises y como intérprete de escritores del pasado y del presente.
Fuente: Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Louis Aragon». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/aragon_louis.htm
POEMAS
Del poeta a su «Estrella»
Dirá alguien que un hombre
no debe exponer su amor
en la plaza pública.
Yo responderé que un hombre
no tiene nada mejor,
más puro y más digno
de ser perpetuado, que su amor…
Versión de: María Dolores Sartorio
Los viejos puentes
Yo pasé por los viejos puentes
Todo allí comenzó después
Una canción del tiempo ido
Habla de un herido doncel
De un traje que fué desceñido
Y de un desangrado clavel
Del castillo de un duque loco
De los negros cisnes de un rey
De la pradera donde canta
La eterna novia del ayer
Yo bebí el canto de las glorias
Falsas como una helada miel
El Loira arrastra mis recuerdos
Con el ejército francés
Con las armas ya disparadas
Y el llanto sin borrar también
Oh abandonada oh Francia mía!
Yo los viejos puentes pasé
Versión de: Andrés Holguín
Palabras de Henri Matisse
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza… Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Versión de: Carlos López Narváez
Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro…
Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro.
Qué sería sin ti sino un corazón durmiente.
Sino esta hora parada en la esfera del reloj
Qué sería sin ti sino ese balbuceo.
De ti aprendí todo sobre las cosas humanas.
Y vi desde entonces el mundo a tu manera.
De ti aprendí como se bebe de las fuentes
Como del transeúnte que canta, se toma la canción.
De ti aprendí hasta el sentido del estremecimiento.
En cuanto a lo que me concierne, lo aprendí todo de ti.
Que es de día a mediodía, que un cielo puede ser azul
Que la felicidad no es un quinqué de taberna.
Me tomaste de la mano en este infierno moderno
Donde el hombre ya no sabe lo que es ser dos.
Me tomaste de la mano como un amante feliz.
El que habla de felicidad a menudo tiene los ojos tristes.
El desengaño no es acaso un sollozo
Una cuerda rota bajo los dedos del guitarrista
Y sin embargo les digo que la felicidad existe
En otra parte que en el sueño, en otra parte que en las nubes.
Tierra, tierra, he aquí sus ensenadas desconocidas.
Versión de Claire Deloupy