Una semana, un poeta: Homero Aridjis
Poeta mexicano. Estudió periodismo y escribió desde muy joven en suplementos culturales.
(Contepec, Michoacán, 1940)
Poeta mexicano. Estudió periodismo y escribió desde muy joven en suplementos culturales. Entre 1959 y 1960 fue becario del Centro Mexicano de Escritores.
Colaboró en la edición de las antologías Poesía en movimiento (1966, con Octavio Paz, Alí Chumacero y José Emilio Pacheco), Seis poetas latinoamericanos de hoy (1972) y New Poetry of Mexico (1972).
Fue fundador y director de la revista de poesía Correspondencias y jefe de redacción de la revista Diálogos.
En su larga trayectoria como promotor cultural dirigió el Instituto Michoacano de Cultura y coordinó tres festivales internacionales de poesía; se desempeñó también como diplomático en los Países Bajos y Suiza.
Fuente: Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Homero Aridjis». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/aridjis.htm
POEMAS
A veces uno toca un cuerpo y lo despierta…
A veces uno toca un cuerpo y lo despierta
por él pasamos la noche que se abre
la pulsación sensible de los brazos marinos
y como al mar lo amamos
como a un canto desnudo
como al solo verano
Le decimos luz como se dice ahora
le decimos ayer y otras partes
lo llenamos de cuerpos y de cuerpos
de gaviotas que son nuestras gaviotas
Lo vamos escalando punta a punta
con orillas y techos y aldabas
con hoteles y cauces y memorias
y paisajes y tiempo y asteroides
Lo colmamos de nosotros y de alma
de collares de islas y de alma
Lo sentimos vivir y cotidiano
lo sentimos hermoso pero sombra.
Al hablarte me escuchas…
Al hablarte me escuchas
desnuda de conceptos
renuncias a ti misma
para volverte aire
y al vuelo de mis pájaros verbales
concibes la palabra
siempre virgen y madre
vas perdurando los instantes
en tu cintura poderosa
algún día
cuando pierda al mundo
me harás permanecer.
Ayer y hoy
Tu paso, como una sombra,
era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.
Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.
La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.
Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto…
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto
para saber lo tuyo por su nombre
y a través de tus letras
hablar de lo que permanece
y también de auroras y de nieblas
Déjame entrar para aprenderte
y girar en tu órbita de voces
hablándote de lo que me acontece
describiéndote a ti
Quiero dar testimonio a los hombres
de tus enes y tus zetas
desnudarte ante ellos como una niña
para que todos se expresen con acento puro.
Donde el ensoñado y el soñado…
Donde el ensoñado y el soñado
van por un solo camino
se levanta un cuerpo
Por ese adentro de mujeres que hablan
de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre
y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario
Tercer poema de ausencia
Tú has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.
Tú has escondido la luz en alguna parte,
la has plantado en otros ojos,
porque desde que ya no existes
nada de lo que está junto a mí amanece.