Sobre el volumen colectivo ‘Madres’

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Presentamos las opiniones de ocho de los participantes en la obra colectiva «Madres» (Ediciones La Palma, 2024)

SOBRE EL LIBRO MADRES

El día seis de marzo Ediciones La Palma sacó a la luz el proyecto Madres, en la que doce escritores cuentan la experiencia que tuvieron con sus madres, casi todas ellas fallecidas. La idea del proyecto-libro fue de Elsa López, Premio Canarias de Literatura y Directora fundadora de Ediciones La Palma. Esta le encargó al narrador Juan Carlos de Sancho que hiciera de recopilador.

A continuación damos paso a las opiniones de algunos de los participantes, empezando por Juan Carlos de Sancho:

JUAN CARLOS DE SANCHO

Escribir sobre tu propia madre no es tarea fácil, el corazón se puede sobrepasar. Buscamos entonces un juicio imparcial y perdurable; cualquier palabra de más podría trastocar su auténtico perfil y alguna que otra omisión mostrar un retrato borroso. Cuando Ediciones La Palma me encargó seleccionar a doce escritores de las Islas Canarias para que escribieran sobre sus madres, sabía de antemano el enorme desafío que supondría para cada uno de nosotros. Hay razones del corazón que la razón no comprende.

¿Qué cuento de ella? ¿Cómo escribo sus sutilezas, sus amores o sus ausencias, si las hubiera? ¿Cómo narrar un sentimiento tan hondo, tan íntimo? ¿Qué supone para un niño, para un hombre la figura de una madre? ¿Qué alianzas invisibles debo establecer con las palabras para desvelar su ser recóndito sin perjudicarla? Les propuse que fuéramos libres en la escritura, que no habría ninguna indicación por mi parte.

En Madres hemos procurado ser minuciosos, veraces, ecuánimes en la medida de todos los posibles. Durante unos meses fuimos dirigidos por una especie de aureola con voz propia, maternal, femenina, que nos iba conduciendo a cada uno a su propia franqueza, a una imagen lo más certera posible de la mujer que nos había traído al mundo. Feliz y sentida lectura.


MIGUEL ÁNGEL SOSA MACHÍN

Acabo de terminar de leer Madres, un libro en el que doce escritores canarios hacen su particular travesía por los recuerdos del universo madre. Una idea de Elsa López, coordinada por Juan Carlos de Sancho. Sólo había que escribir sobre ellas, pero sin saber nada sobre la identidad de los otros autores ni del resultado de sus trabajos ―secreto que se mantuvo vivo hasta hace nada, que vio la luz publicado por Ediciones La Palma―. Una apuesta arriesgada, pero que ha dado origen a un libro singular, emotivo y bello. Doce maneras de mirar la vida, de profundizar en el mundo de los recuerdos de unas mujeres que, en tiempos difíciles y contra viento y marea, tejieron urdimbres de afectos con las que protegían a sus proles. Para salvaguardarlos de la pena, el miedo, el dolor, el desconsuelo… en un país sumido en el silencio y la penuria. A la vez que le echaban un pulso a la tristeza, abriéndole la puerta a la alegría, y los iniciaban en el sinfín de ritos de la vida. Un libro a todas luces necesario y del que recomiendo su lectura.


BACHIR AHMED AOMAR

Embarcarse en un libro con doce escritores, para hablar de las madres, es como si Ulises volviera a Ítaca en busca de su pasado. Se reúnen no como personas que se expresan a través de la escritura, sino (en este caso) de hombres que abren su mente y sentimientos para recordar a aquella mujer con la que compartieron, quizá, los momentos cruciales de la vida.

Recordar a la madre cuando eres mayor o ella ya se encuentre en otra dimensión, es volver a la infancia, sentir de nuevo sensaciones casi olvidadas que regresan para hacerte parte de un todo del que ya habías renegado.

A estas alturas de la vida, la experiencia te ha enseñado que la vida es efímera y que hay cosas importantes que has pasado de largo sin prestarle atención. Una de esas cosas es la madre. Deja de ser esa viejecita que ya mayor se repetía hasta la saciedad, la que olvidaba las cosas más elementales y muchas veces te preguntaba quien eras.

Aparece la mujer joven, bella, cariñosa y sacrificada que seguía tus pasos. La que te abrumaba con besos y abrazos y te protegía ante las adversidades.  

Volver a la madre, es la nostalgia de aquella seguridad que nos daba el amor inmenso, que cada día recibimos y ahora comenzamos a  apreciar. 

MADRES es un libro de recuerdos, aunque su gran valor reside en las enseñanzas que nos aporta sobre la importancia de las mujeres que jugaron un papel esencial en la preparación para enfrentarnos a los desafíos de nuestras respectivas vidas.


NOEL OLIVARES

A propósito de Madres

Todo escritor en el imaginario de su creación tiene como trasfondo a una madre. Su imagen acompaña en vida y más allá
de la vida, incluso muerta una madre se halla omnipresente en la
impronta de cada ser.
Tener la compañía de una madre es un bien inapreciable,
puesto que partimos al nacer, de una orfandad heredada, del ser
arrojado al mundo, desarraigado de su condición primaria para
crecer, internarse en su peregrinaje existencial.
Este encomiable proyecto que agrupa a doce autores isleños
permite rescatar desde la órbita de la literatura, la figura de doce
mujeres que compartieron, sin conocerse entre sí, una época de
infamia y horror e iluminaron con su entrega y coraje la dureza de
aquel tiempo.
Por todo esto, Madres es mucho más que una obra literaria.
Un retrato poliédrico, un testimonio plural, una conjunción feliz
y polifónica de doce voces, pero sobre todo es un sentido homenaje
de hijos escritores a sus madres presentes o ausentes que
acompañan en sentido real o figurado los pasos de esos niños que
fueron y hoy, en la deriva y el rumbo de sus vidas, se detienen a
escribirles una carta con ternura y reconocimiento, a contar sus
historias y hablarles desde el papel o en definitiva, a recordarlas de diverso modo.


ANELIO RODRÍGUEZ CONCEPCIÓN

Tres notas sobre la publicación de Madres

I

En el libro titulado Madres se constata la necesidad humana de restablecer el orden perdido del mundo. Tarde o temprano todos recolocamos mal que bien a cada paso, o mejor dicho con cada tropiezo, las piezas de un puzle demasiado nebuloso, el de la vida que nos haya tocado en suerte; pero esa aventura cuesta lo suyo, nadie sale de ella con una simple sacudida de manos, como si se acabara un trabajo. Primero, no se trata de un trabajo. Segundo, eso que no es un trabajo, lo llamemos como lo llamemos, no se acaba nunca. Además, no se puede afrontar por las buenas, ni mucho menos a solas. Como mínimo requiere el aliento de un ángel de la guarda al que hay que invocar de continuo.

II

El amor es la fronda de una gran montaña en cuya cúspide se encuentra nuestra madre. Ahí estamos al nacer. A partir de ese momento de arranque vamos bajando, indefectiblemente, y después, según los desniveles del terreno, también vamos subiendo, y luego volvemos a bajar, y volvemos a subir, y venga para abajo, y venga para arriba. Y así, tumba que dale, se nos pasa el tiempo. La cima sigue intacta, donde mismo, y nosotros no tomamos conciencia de que la buscamos, aunque nos orientemos hacia el lado opuesto.

III

En esta obra colectiva la voz de cada cual se mantiene libre, dueña de su propia sonoridad, de su propio poder de llegar hasta donde se proponga, si no hasta donde le sea posible en caso de que venga el viento de cara; y aun así, a pesar de las diferencias, tantos timbres y tantas modulaciones confluyen en algún punto que concierne al misterio del afecto ganado, o perdido, o deseado; a menudo avanzan en paralelo, planean alto, no alcanzan a disimular el modo en que se quiebran por una misma emoción: sin querer, por supuesto sin ensayarlo, arman un milagroso juego de polifonía que cuando menos causa perplejidad.


ÁNGEL SANCHEZ

Dando por aceptado y demostrado tanto por la práctica como por la Antropología Cultural más rigurosa, la actual sociedad canaria sigue existiendo en el riguroso modelo de matriarcado, prolongando de este modo el régimen que seguía en vigor en la sociedad troglodita que encontraron los conquistadores en las Islas Canarias. La semilla implantada por el varón en la vagina de la mujer, después de nueve meses de la concepción se convierte en una criatura, que pasa a ser uno más de la familia y a ser objeto de la patología social en vigor. Que no es otra que la supuesta superioridad del varón, que es quien trabaja mayormente fuera de la casa, en un empleo brillante, mediano o precario, en tanto su esposa corre a cargo las consabidas tareas de “ama de casa”: levantar a sus hijos, bañarlos, vestirlos, darles el desayuno y – según sea su edad – vestirlos para ir a la escuela, vestirse para hacer la compra, regresar para hacer la comida, lavar, planchar, coser a mano o con la vieja ,máquina Singer heredada de su madre, y todas las demás tareas obligatorias que la inveterada costumbre le ha destinado. Las visitas a familiares y amigas quedarán para la tarde, sola o en compañía de algunos de los de su casa. Y lo que hemos llamado patología consiste en que es sobre ella donde reside la educación social y emocional de sus hijos, pues sigue habiendo un cordón umbilical invisible que propiciará la existencia de hijos e hijas “madreros” que tendrán en su madre un referente cuyo alcance en la práctica desconocen.

Sucede que la figura materna tiene un uso bastante variado y contradictorio, que el idiolecto canario. y en general el español: la adoración, el denuesto y llegando este último a la degradación del insulto procaz. Baste pues recordar aquí algunos esquemas de este repertorio para asumir tal ambivalencia, que se considera formar parte de la normalidad de nuestra civilización. En primer término tenemos la conocida sentencia “Madre no hay mas que una (y a ti te encontré en la calle…)”,o aquel bolero que melosamente hizo popular el cubano Antonio Machín:” Madrecita del alma querida / en el pecho yo tengo una flor / no te importe el color que ella tenga / porque al fin tu eres, madre, una flor.” , “Como los que hacía mi madre, de esos ya no se hacen”-Pero desgraciadamente la figura materna ha sido también manchada por infinitas expresiones, de las que tan sólo vamos a enumerar las más corrientes y divulgadas. “¡Hijo de puta!”,”¡Hijo de la gran puta!”,”¡La puta de tu madre!”, “¡Vete al coño de tu reputísima madre!”.etc,.etc. Sin embargo es muy curioso que, muy por el contrario, ya legionarios y reclusos que se hagan en el raso o en el pecho el muy conocido “Amor de madre”, cuando se les tiene poco menos que como la escoria de la sociedad. Y aquí incluyo a los legionarios, al menos los que conocí en el cuartel de la Legión en Sidi Buya, junto a la Sahia-el-Hamra (durante mi servicio militar en El Aaiún, transcurriendo em año 1970,y puedo dar fe que allí había de todo, pero sobresaliendo hombres de turbio pasado.

Los niños canarios de mi pueblo nativo, que es Gáldar. teníamos una especie de desafío equivalente a “mentar a la madre”. y este consistía en trazar una raya sobre la tierra del callejón donde jugábamos y desafiar a nuestro contrincante en alguna disputa con la frase: “¡si te atreves a escupir sore mi madre te jinco un piñazo!” o una amenaza parecida. Con estos ejemplos tomados de la realidad y de la tradición podrá pues verificarse que nuestras madres han sido sagrados relicarios de nuestra devoción y que con ello nos criamos, obedientes hasta el final de sus días, que es cuando más cuidado necesitan-

Y eso es todo lo que se me ocurre. Que perviva pues el buen recuerdo y el ejemplo que nos dejaron y festejemos que esta recopilación de nuestras experiencias sea el termómetro que refleje nuestra temperatura emocional y nuestro eterno recuerdo.


ANTONIO ARROYO SILVA

SOBRE MADRES.

Hace unos años, en la Feria del Libro de La Laguna, un amigo poeta, Coriolano González Montañez, me dijo que él y todos sus conocidos también poetas y escritores en general, estábamos en un proceso de recuperación de la memoria para nuestras escrituras. No es tarea fácil, se puede caer en la afectación, el sentimentalismo, incluso en el victimismo. Muy complicado escribir sobre nuestros padres y aún más sobre nosotros mismos en nuestra tierna infancia.

Decía Jorge Rodríguez Padrón en su librito Conversaciones en dos días de otoño, charla literaria con el poeta ruso Ossip Mändelstam: «Madre que canta y encanta, que entona la voz junto a la cuna, en una proximidad ante todo corporal, contacto de la piel en sus caricias, saboreo de pecho maternal. Lo primero, oír la voz, no saber qué significa, no ver nada, pero sentirse atraído por esa nada, misterio de la palabra tan pronto dicha como disuelta en el ámbito de las sombras, todavía difícilmente reconocible, del propio dormitorio un sueño en que caer». Oír la voz sin saber lo que significa. La memoria del roce maternal, el balbuceo. La memoria no se remite a palabras sino a esas sensaciones primeras del recién nacido, incluso de nuestra etapa fetal. En el principio del mundo fue la madre.

En estas cavilaciones y amagos de poemas consecuentes andaba, cuando Juan Carlos de Sancho me propuso que escribiera sobre mi madre Sofía o doña Fifa, como la llamaban en el vecindario. Por eso la propuesta de Juan Carlos me pareció fascinante. Y aún más cuando iba a estar acompañado por un número indeterminado, entonces, de escritores. Ahora ya sé cuántos y quiénes son y me place y honra sentirme tan bien acompañado por otros once escritores que, como yo, como Jorge Rodríguez Padrón y como el mismísimo viejo Ossip hemos estado abducidos por esa memoria primera de la madre.

Mi agradecimiento a Juan Carlos de Sancho, amigo de siempre, que ha sido el que ha estado en contacto con nosotros y que ha trabajado incansablemente entre la salud y la enfermedad para que este proyecto fuera una realidad editada por Ediciones La Palma. A Elsa López por ese mimo de madre que siempre le pone a todas las cosas.


EMILIO GONZÁLEZ DÉNIZ

Cuando tengamos que comentar públicamente un libro como MADRES, hemos de medir las palabras y los conceptos. Con la que está cayendo, cualquier palabra o expresión, por bien intencionada que sea, puede ser cogida a voleo y volverla contra los 12 varones que han osado escribir semejante libro. La maternidad es un elemento que el machismo histórico ha manipulado hasta el cansancio. Que si la mujer es superior al hombre porque da la vida, que si su capacidad de sacrificio por los hijos (e hijas) las eleva a las alturas de la santidad, y otras cursilerías que se han usado como escudo defensivo, mientras la mujer era un ser encerrado en su casa, sin derecho social a decidir (voto) y puesta siempre en la mirilla del rifle de la crítica apenas se saliera un milímetro de lo establecido. Todo eso se sigue utilizando desde el machismo más mostrenco (yo tengo madre, hermanas e hijas, no soy machista), y por eso hay que dar una visión afectiva pero cuidando no resbalar en tanta melaza. Me contaba la ya desaparecida escritora grancanaria María Dolores de la Fe, que cuando el entonces joven rey Alfonso XIII visitó Canarias en los primeros años del siglo XX, una familiar suya estaba embarazada, y por eso su marido le impidió acudir a la recepción que hubo en el Gabinete Literario. El argumento era que, una mujer con ese aspecto no era presentable ante el rey, y debía ser una norma no escrita que se cumplía a rajatabla, puesto que eso ocurrió con todas las embarazadas a las que les fue vetado estar frente al rey (que menudo era en asuntos sexuales). Es decir, la maternidad, esa maravilla que hacía superiores a las mujeres, era a la vez una vergüenza estética y por consiguiente social. Y era una contradicción más en las sociedades cerradas, muy apegadas a la religiosidad católica, en la que podían ir a misa y presentarse ante el Santísimo Sacramento, nada más y nada menos que Dios hecho carne, y no podía estar en presencia del rey. Por eso digo que hay que ir por el camino de los afectos, y no olvidar que a menudo las relaciones maternofiliales no son un camino de rosas. Por el hecho de ser madre una mujer no se convierte en una santa. Hay que insistir en el vínculo de primera crianza, que la convierten en un ser especial para su prole, pero hay que reivindicar sobre todo el respeto a ella como persona, porque a veces parece que diciendo que nuestra madre es única y casi celestial quedamos muy bien. Vivir es complicado, y esa visión de la madre nada tiene que ver con el machismo o el feminismo. Es una relación entre personas, y eso lleva consigo muchos matices. Solo eso.

Equipo de Redacción

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