Selección de poemas de Diego Saravia Tamayo
Te presentamos un conjunto de textos del poeta argentino, Diego Saravia Tamayo.

Tiempo
Las horas sueñan
con la eternidad,
pero algunas tiemblan y vuelan:
se liberan con el agua y serán tierra
Como el hombre que conoce su destino
Testigo
El canto se refleja en el espejo
y responde todas las preguntas
Soy un testigo silencioso,
un cómplice
El nombre
Caminaba por la ciudad
buscando un lugar
donde dejar mis huesos
y recordé su nombre
como una bala que entra,
pero no cumple
En Tacuil
La noche es una mujer que resucita
en el pulmón del cerro,
madre de la soledad
que da sus colores al vino y al hombre
El tiempo abandona sus formas
y somos los antepasados y la descendencia
naciendo en cada instante
Pensamiento
¿Por qué el pensamiento si es el mar?
El agua y el tiempo adhirieron algas a las rocas
Las olas se pierden en el horizonte
Menos algunas que lamen
una orilla que ya no existe
Alivio
Le diste a la selva los colores
al río tu fuerza
al trueno tu franqueza
Yo te envuelvo y humedezco
soy la nube que sigue tu cauce
y se alivia en el trueno y la tormenta
Casa
Esta casa es nueva
No vagan almas, recuerdos ni deudas
Sin embargo, a veces el pasado usa mi cara
y nos miramos como dos desconocidos
Ya llegarán las almas y los recuerdos
a poblar los rincones
Hoy camino con pies de viento
en espacios que callan
cuando pregunto por mi casa
Savia
La mujer
cuida los cerros
en su regazo
El tiempo la envuelve
como un eco,
toda mi infancia por delante
Las lomas están áridas
y esperan la savia de sus pechos
que harán del gris, su verde
Olas
Esa mujer frente al mar
desea quedar fuera del tiempo
Sus caderas llegan como olas a mi cuarto
Me angustia cuando desaparecen
en la gran extensión
Reconocimiento
Con tu arte ahuyentas la miseria,
la vejez no ejercerá su violencia
Tu tierra ha sido árida
y ahora gozas en el jardín del horizonte
Las flores —sin embargo—
son vanas despedidas
y el reconocimiento
es el erotismo del casto
Vértigo
En su infancia
Dylan Thomas
arrojó una pelota
y todavía no ha caído
Yo aún escucho
el ruido de las hamacas
en la plaza de mi barrio
y siento el vértigo de escapar
de quienes buscaban justicia
Pero la pelota que arrojé de niño
rueda delante mío
y ya recuerdo el momento
en que dejará de hacerlo
Secretos
Hay ojos redondos de lluvia
donde nace un río de montaña
Las aguas acarrean al sol y al misterio,
abriendo los brazos como Cristo
Voy con ellas como una hoja
y en el océano observo
la profundidad y las estrellas
Ya no hay secretos para mí
Hay ojos que son la ventana al universo
Exilio
El gris del verano cubre la ciudad
y los truenos susurran historias viejas
El vapor es un pensamiento en el exilio
Sentencia
El tiempo habla
con la lengua del atardecer
A la hora de la oración,
la noche ya está en los árboles
y sentencia el caos
La única batalla que vale
es la perdida
Abigail
(Niña santiagueña enferma que, durante la pandemia,
la policía retuvo en la frontera de su provincia.)
Un decreto te vedó la tierra
Tu padre con el metal de la frontera
cargó la aspereza del llanto
Su travesía colmó con la peste
nuestras conciencias
La brutalidad cortó al tiempo
Fue la sentencia que dejó abiertas
las tumbas de nuestros hijos
Piedras
Siempre vuelvo al mismo río
con las corrientes de mi infancia
Las piedras desvían el curso del agua,
mientras con paciencia el agua las desgasta
Mi nostalgia es la única piedra
que el río agranda
Me sé un cobarde
por no fluir con él
Decir
He dicho desde antes de ser niño
que somos olvido
He dicho, por guardar el perfume
de las estrellas que dibujaron
mis dedos:
no les creo a quienes afirman
que ya es tarde
A la deriva
soy el aire entre las hojas
del tiempo
que repite el libreto