“Santo Vituperio”, de Homero Carvalho Oliva; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque reseña para Gafe.info la novela de Homero Carvalho Oliva, «Santo Vituperio»

Dejar ir a las personas negativas que solo comparten quejas, problemas, historias desastrosas, temen y juzgan a los demás. Si alguien está buscando un cubo de basura, asegúrate que no sea tu mente

Dalai Lama

Si nos atrevemos a definir el término santo vituperio, podría precisarse como la santidad distorsionada de su sentido cabal, es decir, pretender una santidad que es objeto de las más execrables críticas a un ser, en este caso a una mujer, de quien, inclusive el nombre juega con su apelativo. Inés fue una santa, pero el apellido “de las muñecas”, se podría entender como aquella con la que se juega a merced de quien la posea, un juguete, esencialmente femenino (como lo diseñaron desde antaño) y susceptible a cambios desde el punto de vista social o económico.

Santo Vituperio, novela de Homero Carvalho Oliva, es el retrato de una sociedad emergente, donde confluyen personas de distinta índole y carácter, personas que irán a conformar una sociedad que se mueve entre la razón y la superstición, entre la religión y la religiosidad.: “pensaba destacar algunos hechos notables que se habían originado en los cafés, desde reuniones cívicas, conspiraciones políticas, hasta escándalos sexuales y se le ocurrió probar, en la práctica, que eran los mejores lugares para echar a andar rumores que luego se transformaban en sucesos,”

El personaje principal de la novela es Julian Paz, un reportero que vive en busca de noticias que pudieran servir a esa comunidad y despertarla de su letargo. Se da cuenta que, el último tiempo había proliferado el negocio de los cafés, diseminado por distintas partes de la ciudad, como los que, desde antaño, se situaban alrededor de la plaza principal y albergaba a gente de la política, esencialmente. Lo interesante era que, cada uno tenía su café predilecto y no se podía ceder a ningún, peor al de la sigla contraria.: “La suya incluía el café de la esquina de los cambistas de dólares, (…) Seguía con el cafecito Panamá que, por muchos años, mantuvo el enigma de ser un lugar donde se realizaban misteriosos negocios, allá por la década de los cincuenta, habían jugado un papel importante en la vida política de la ciudad, reuniendo a bandos en pugna como bastiones a los cuales no podía ingresar el enemigo. (…)

A esta lista incluía la de los resientes cafés, todos ubicados en la nueva avenida Monseñor Barlozzi. había reunido bastante material para su crónica que le hacía pensar que, los cafés, habían sido objeto de ocupación en muchas partes del mundo y ofrecían materia de discusión y desarrollo en la mente de gente joven, deseosa de sentir nuevas oportunidades de desarrollo de las ciudades, sin embargo: “Julián, juzgó que los cafés eran una especie de respuesta de la ciudad, que cada día crecía más, a la necesidad de la gente por aliviar el perverso abandono que impone la rutina diaria; dicen que mientras más grande la ciudad, más grande la soledad. Éstas eran algunas de las razones que impulsaron a Julián a escribir el artículo.”

Mientras Julian ocupaba su mente en la forma que daría a su crónica, en la ciudad y, precisamente en la esquina donde confluían los nuevos cafés, se consumaba un asesinato, el de Inés de las Muñecas, Una pobre mujer prostituta que vivía de ese oficio tan antiguo como la misma humanidad.: “cuando él se levantó a servirse un vaso de agua fría para refrescarse del infame calor imperante en la noche, el afilado acero de un asesino cortaba repetidas veces la delicada piel del vientre de la mujer. Al mismo tiempo que el líquido recorría las entrañas de su cuerpo enfriándolo, a ella se le escapaba la vida por un chorro caliente de sangre que se esparcía en una trajinada y descascarada acera. ” Hecho que ocupará la imaginación y la superstición que envuelve la mentalidad de un pueblo.

Mientras escribía el artículo sobre los cafés, se acordó de un cuento que había sucedido en algún lugar. de los milagros que sucedían alrededor de una mujer muerta de forma alevosa. Pensó que podría servir el reciente asesinato, como un juego que pudiera despertar al pueblo y sentir las repercusiones que podría permitirse. Al día siguiente, se le ocurrió encender una vela en el lugar del asesinato, al otro día, otra y, así, al tercero se dio cuenta que había más velas. Será el mismo Julian Paz quien siembre la leyenda que lo llevará a preparar todo un contubernio sobre la muerte y milagros de la pobre difunta. Sembró el chisme y él mismo se ocupó de divulgar la mentira en un pueblo susceptible de ocuparse de la vida de una persona.

De esta manera se conoce al personaje, sobre el cual gira todo un imaginario santo vituperio. Ella es Inés de las Muñecas, y su ocupación nocturna: “Cerca de las nueve de la noche salió a provocar con su cuerpo, con su ajustada vestimenta, con su sonrisa colorada y su actitud rebelde, dispuesta a desafiar al mundo. Provocar, ésa era la cuestión. Con esta pinta, de gata acicalada, tumbo al primero que se me acerque.Decía porque sabía de sus atractivos físicos, con los que despertaba cierta envidia entre sus compañeras de oficio.

Alrededor de ella se tejen innumerables leyendas sobre el origen de su vida y si había sido o no, hija legítima y de quién era. Lo que se supo fue que la última noche soñó que estaba muerta, pero las supersticiones que la acompañaron, le hicieron suponer que sería lo contrario: “Me queda toda una vida por delante, especuló recordando aquello de “hoy es el primer día del resto de tu vida”, sin sospechar que cada amanecer, también, puede ser el último

Su disposición por una noche mejor fue de entusiasmo, cuando pensó que tenía al primer cliente se dio cuenta de su tragedia que ya nunca podría contar: “Tarde, también, comprendí que la noche era una telaraña que no te deja escapar y que llega la hora en la que la bestia, por fin, alcanza a la mosca. En mi profesión tenemos un dicho: “cuando la violación es inminente relájate y disfruta”, (…) La sentí desesperada, deslizándose con urgencia sobre mi piel”

Lo que jamás advirtió fue la gran repercusión que tendría su desgraciada vida y su muerte cruel que Julian se ocupaba de divulgar, primero entre los jóvenes intelectuales: “les contó que había escuchado a su empleada decir que una vecina suya le contó que la difunta se había aparecido a sus compañeras de trabajo en sueños y les confesó que Dios le perdonó todos sus pecados y la eligió para ayudar a los pobres y desamparados.” Como era de suponer solo obtuvo sentido de incredulidad y la risa de algunos que no se dejó esperar, sin embargo, ya la primera piedra estaba en el aire y solo había que esperar la repercusión que suponía podía darse.

Julian no descansaba de ninguna oportunidad propicia y se acercaba a cada uno de los círculos sociales, con el mismo tema y lanzaba el rumor que, Inés hacía milagros entre la gente de las que frecuentaba, grande fue su sorpresa cuando comprobó que la esquina, cada vez tenía más velas y flores: “El sexto día no fue a encender velas, simplemente pasó por allí, tenía una peregrina sospecha que fue confirmada con los cientos de luces titilando desquiciadas que encontró en la esquina ensangrentada. ¿El cuento se estaba repitiendo?”

A las pocas semanas ya todo el pueblo estaba alborotado, para unos, real, para los incrédulos, solo el manejo supersticioso de la gente del pueblo. Lo cierto fue que intervino la iglesia. con la asignación de un sacerdote joven, deseoso de involucrarse con aquella población que apenas conocía:

“Desde mi llegada a San Lorenzo de la Sierra estuve esperando mi asignación. Soñaba con un pueblito en la chiquitania o un barrio pobre para dedicarles toda la pasión destinada a salvar almas que había guardado en mis años de seminarista, y me ordenan investigar el crimen de una mujer.”

La Iglesia estaba preocupada porque, a diario perdía más y más feligreses y se vaciaban de fieles las iglesias, aunque se daba cuenta de lo absurdo de esa leyenda, sin embargo debía investigar aquel suceso para dar una satisfacción al mismo pueblo: “Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos indiferentes. La alternativa es sencilla: o negamos los supuestos milagros, o aceptamos la intervención divina a través de esa mujer. La presión social es cada vez mayor. La prensa y las devotas de diferentes agrupaciones católicas exigen una explicación y usted tiene que ayudarnos, tiene que investigar lo que está pasando para que podamos fijar una posición oficial. “

El padre Pedro María Almanza inició sus investigaciones e iba anotando todo aquello que llamaba su atención en relación con el pueblo que se reunía alrededor de ese maltrecho altar que simbolizaba la presencia de la “santa de la calle”, como empezaron a nombrarla. Observaba, mientras reconocía la realidad en torno a los hechos: “los devotos de Inés, obedecía a una necesidad de esperanza, de penitencia, de expiación de los pecados. La iglesia y el confesor parecen ser algo muy lejano, incluso atemorizante, para los que vienen a este lugar; en la calle, al aire libre. (…). Éste es su mundo, donde conviven con la locura, compartiendo el asombro por las pequeñas cosas y acostumbrados a los grotescos simulacros religiosos que espantan a los intrusos, a los extraños, que pertenecen a la pompa y opulencia del universo exterior y, sin embargo, era esa vulgaridad la que los hacía auténticos.”

Esta investigación lo pone en contacto con ese grupo humano que vive su vida porque vive y, solo son ellos, quienes conocen su propia realidad, tan lejos del mundo que se imagina diferente y poderoso. Entrevista a una de las amigas de Inés, otra mujer que vive del comercio de su cuerpo. Ella se muestra tan sencilla, como ignorante es su vida: “Creí que la Iglesia no les daba importancia a los rumores de mujeres como nosotras. Pensé que los consideraban habladurías de gente ignorante. De cualquier manera, creo que Inés lo ha enviado, (…) ¿sabe? Estoy contenta de que me haya traído a uno de estos cafés, ¡Son tan bonitos! Los miraba cuando pasaba en taxi al motel y siempre quise estar en uno de ellos.”

Al igual que Julian se había encargado de enredar a la ciudad con sus mentiras, el sacerdote iba desenredando los hilos del ovillo y será el mismo Julian quien le confiese lo que había hecho por diversión y ahora, veía hasta dónde había alcanzado su juego mentiroso porque no hubo círculo social que no se ocupara del tema: la prensa oral y escrita no hacía más que hablar de aquel “fenómeno”. El padre Pedro lo miró con expectación porque ya sabía que todo era un chisme de pueblo. El reportero expresó que: “Fue una semana muy agitada, llené los días con los milagros fraguados. (…) quise verificar, aquello de que los cafés generan y reproducen mitos y leyendas urbanos. (…) Aún así, pensé que no daría resultado. Pero, algo pasó y, de pronto, se desencadenó la histeria colectiva. La leyenda ha ido creciendo de tal manera que ya se cuentan cosas inauditas.

De esta manera se convocan a reuniones, marchas de la fe y de las buenas costumbres, donde se manifiestan dos grupos diferenciados, el de la sociedad y el del pueblo, por lo que el informe del padre Pedro solo será el de comprobar lo que realmente sucedía en un pueblo en formación: Parece que, en San Lorenzo, los últimos años, estamos empecinados en destruirnos a nosotros mismos. Siempre fue así, peor era antes cuando éramos un pueblito, no ha cambiado nada, solamente que ahora somos un pueblote, un pueblo preso en una ciudad inmensa, infinita, inacabable. Nada más.

Las conclusiones a las que llega el sacerdote que pudo observar e infiltrarse entre los distintos círculos que existían en la ciudad y pudo comprobar las deficiencias que, cada uno poseía, hasta dejarse llevar por el chisme callejero y destruir la vida simple de una persona: “Lo único que puedo decir es que creo que Inés representa algo, innegable, de la sociedad lorenceña acostumbrada a la fiesta permanente y al lujo excesivo, y cuya mayor debilidad social es la inanición espiritual. Su leyenda bien podría responder a la necesidad de creer en algo que los mejore. Se habla de crisis, pero en San Lorenzo no parece afectarle a nadie. Aquí se pretende vivir en una eterna jarana. Perdone por esto que le voy a decir, yo sé que usted ama a su ciudad, pero debe reconocer que está enferma, sufre del mal de la modernidad que aqueja a los pueblos que sufrieron repentinas transformaciones en grandes urbes, todavía, sin definición posible.”

Hay un refrán que dice “pueblo chico, infierno grande” y creo vale para esta oportunidad, lo cierto es que tomemos en cuenta las palabras del gran líder canadiense Robin S. Sharma, que dice: “Elimina los vamperos de energía de tu vida, limpia toda la complejidad, crea un equipo a tu alrededor que te libere para volar, elimina cualquier cosa tóxica y valora la simplicidad. Porque es ahí donde vive el genio”.

Equipo de Redacción

1 pensamiento sobre ““Santo Vituperio”, de Homero Carvalho Oliva; por Angélica Guzmán Reque

  1. Maravillosa reseña, me encantó. Por lo que expones se ve que una historia llena enigmas, muy bien hilvanada como nos tiene acostumbrados el gran Homero. No dudo que tendrá éxito.
    ¡Bravo!

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