«Las caras visibles de la luna», de Jonay Cabrera González; por Angélica Guzmán Reque

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Nos podemos quejar porque los rosales tienen espinas o alegrarnos porque las espinas tengan rosas”

Abraham Lincoln

Las caras visibles de la luna de Jonay Cabrera González, es un poemario que perfila sus emociones y sentimientos del mundo que le rodea, en inusitados versos brotados de sus propias vivencias de amor hacia el mundo y el entorno que no pasa desapercibido para su sensibilidad de poeta. percibe la fragilidad humana, en medio de ese girar permanente, cambiante a que nos somete el girar indeleble de nuestro planeta. Se pregunta a sí mismo: «¿Qué o quién soy? /¿Qué hay más allá de mis sentidos, siempre mostrando la realidad según su conveniencia?» Se adentra en el espíritu del más débil, del soterrado, del marginado que es el que no disfruta de la tierra húmeda que le brinda abrigo y alimento, sino queda en el desierto, donde solo se tiñe de un sol abrazador que le seca el cerebro: «unos: los de lino y caviar Iraní, llevan cruz grande, los otros los de las botas de barro y cemento, cargan desesperanzados la cruz chica, pequeñita, pequeñita… Moteja1 Impuesta a la fuerza sobre nosotros, los sin nombre, los descamisados, a nosotros…»

Se siente arrinconado, solitario, extraño en un mundo que creía suyo, pero que pronto se da cuenta que aquella ilusión fue, apenas, un espejismo que pronto se perdió entre brumas incomprensibles: “Lo que era nuestro es ahora de ellos, lo que una vez creí tan sólo mío, nunca lo fue… /Sería fabuloso destripar al tiempo, para ver si así consigo enfrentar a la realidad, golpea mis castigadas sienes, sobre las horas confusas, bien crecidas en las madrugadas. Me dejas, te marchas… /Recuerda cerrar tras de ti, la puerta que barnice con esmero y mimo

El poeta contempla la vida y le sugiere un interminable paseo, donde podrá encontrar rostros de naturaleza distinta, así como se encuentra la variedad de frutas, variedad de colores, que bien podrían ser ilusorios pespuntes o soñados rayos cálidos del sentir de la vida: “La vida; como el resto de ilusiones infantiles, es fantasía, mentira con sandías y melones en los brazos, semejantes a segundos cálidos, mediterráneos, con luces brillantes, con soles anaranjados recién pintados.”

iReniega contra la guerra inmisericorde, de aquellos que no tienen compasión por los niños, aquellos que destrozan con bombas incendiarias, sin respeto a la vida. Del hambre que aprisiona en la desolación; la orfandad que se extiende sin las venas que sienten; del amor que se pierde y que ya no renace. De la ambición del hombre que tiñe de sangre el mundo: “Las caras visibles y masticadas de la luna, conoce la tirantez de mi frente, ante la grotesca barbarie de la guerra, ante la misteriosa hambruna, sin alma, sin respeto alguno por la vida. Conservo a los niños de mis adentros, jugando distraídos al teje, con sus marcas blancas y brillantes en calles soberanas, atesoro sus sonrisas en la memoria, ahora que nada queda en pie, nada ha sobrevivido a las bombas y metralla.”

No cree en el amor, porque él es él, parece que hubiese cerrado su puerta emotiva y se niega a sentir con el otro, lo que su alma siente, no presiente la libertad en sus emociones, quizá imbuido de prejuicios o la realidad práctica y socarrona, libre de conjeturas y de compromisos, que hoy se vive en nuestro mundo: “Nuestro amor viaja a la deriva, sin rumbo hacia la inmensidad del invierno aterciopelado, viaja libre de pesares, libre de chaquetas de coderas cosidas. Entretenerme jugando al despiste sueño de amar con promesas, escapadas furtivas inermes, sorbiendo tus ganas mientras, en las calles de rayos soslayados, no se precipitan nuestras muecas, tampoco he de soñar con ellas, pues ignoro dónde pernoctan, si es que lo hacen

El poeta Jonay Cabrera, escribe una prosa poética que le proporciona libertad en el decir y el pensar. Es el poeta de la modernidad, pero también del pesimismo a que nos conduce la arbitrariedad de un mundo que parece no comprender o, no nos permite comprendernos en el latir del corazón de quien siente el dolor y la ambición humana, impidiendo el sentir con el otro, el vivir con los demás. Gocemos de los versos de Cabrera González y recordemos a la escritora u diseñadora estadounidense Edith Wharton: “Hay dos maneras de difundir la luz: ser la vela o el espejo que la refleja”.




Equipo de Redacción

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