La metamorfosis de Kamila, de Carlos Correa; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos adentra en su reseña en la obra de Carlos Correa, ‘La metamorfosis de Kamila’ (Colección Digital de Novela Iberoamericana, Editora BGR)

La adolescencia es el permiso de la sociedad para combinar la madurez física con la irresponsabilidad psicológica-

Terri Apter

El escritor Carlos Correa nos regala la lectura de su obra La metamorfosis de Kamila, una novela de análisis del crecimiento y desarrollo de una adolescente, en cuanto a la edad y todos los problemas que sobreviene en la persona y, parece que muchos más en la mujer, que tiene que pasar por un sinfín de transformaciones físicas, psicológicas y emocionales. “Nadie está contento consigo mismo, es un rasgo bien humano. Somos los primeros en criticarnos, aunque irónicamente siempre nos fijamos en lo menos relevante: lo superficial. Estamos en un mundo demasiado visual, lo que importa son las apariencias, lo de adentro es secundario.” y parecería una reflexión, especialmente para el mundo juvenil que se preocupa más por su apariencia y la mejor manera de sorprender a los demás.

El personaje central de la novela es Kamila Valencia, una muchacha morena que, en la medida en que va creciendo. en ella se van acentuando perfiles de mujer sensual apetecida por el varón, aunque de rivalidad con las mujeres. “—Kamila es tan negra, pero tan negra, que sus padres pensaron que se había chamuscado —dijo entre burlas Patricia, una prima de Kamila. —No, sus padres la quisieron vender a Garoto, porque pensaron que era un chocolate —remató Mariela, otra prima.”

Kamila vive en Santa Cruz, una ciudad emergente, donde confluyen toda clase de personas, ya no es más la aldea de antes donde se conocía a todos porque vivían determinadas familias y entre ellos podían saber quién era quién, hoy es una ciudad diferente: En las calles enlosetadas de esta ciudad infernal está creciendo una niña: piel morena, pelo castaño, delgada, acomplejada, introvertida, con un nombre algo peculiar: Kamila con K. La vida se la tiene jurada, o por lo menos, eso es lo que piensa ella a sus diez años de edad.”

La protagonista no es hija legítima, fue adoptada de manera casual, sin embargo, es muy querida y criada con todo el cariño de un hogar. El hogar está compuesto por el padre que es abogado y la madre, es psicóloga, dos personas que anhelaban tener hijos, pero la naturaleza no les permitió, hasta que se presentó la oportunidad de adoptar a una niña, de apenas dos semanas de nacida y rechazada por la madre, una adolescente engañada y abandonada por el que juró un amor de interés sexual, nada más. “—Me voy a ir sin la niña —la interrumpió—. Le dije que no quería tenerla, se la dejo, me voy y no pienso volver. Ahora usted es su madre.—Hija, estás cometiendo un error —la Sra. Alcira empezó a llorar—. Mirala, es hermosa, ¿en serio vas a abandonar a tu hija?—No me la muestre, no quiero verla. Ya me tengo que ir. No se preocupe, que no pienso volver a Santa Cruz.”

Kamila, con apenas trece años y, quizá en un momento en que necesitaba a la madre a su lado, ella fallece y la niña – mujer se siente en soledad, aunque sabe del cariño de su padre, pero extraña a su madre que era confidente y amable con ella, llora desconsolada esa ausencia: «Si tan solo mi madre estuviera conmigo, las cosas serían distintas. ¿Por qué Dios se la llevó? ¿Por qué me la quitó? Nunca lo entenderé. Aunque no sea mi verdadera madre». Kamila sacudió la cabeza tratando de disipar esas ideas. Claro que era su madre: «Carmen Castedo, amada esposa y madre», como decía en el epitafio de su tumba. No tenía otra madre. Punto final.”

La adolescencia es una etapa donde, tanto hombres como mujeres son más vulnerables y pueden ser víctimas de factores de riesgo, que pueden afectar a su salud física y mental. como el alcohol, la drogadicción, el sexo, los desórdenes alimenticios, la depresión y hasta el suicidio porque, la mayoría de ellos tiene dificultad para tomar decisiones acertadas. —No te lo aplaudo, hija. Pero si ese chico te molestaba como decís, y la psicóloga te ignoró cuando le pediste ayuda, no tuviste otra salida. No te sintás mal. La próxima vez que alguien te moleste me avisás por favor. El colegio es como una jungla, prevalece la ley del más fuerte. Pero no somos animales, por eso necesito que tengás buena comunicación conmigo, para que yo me haga cargo y no vos.”

Desde el punto de vista de la psicología y por experimentos realizados, señalan que los mayores riesgos en la vida adolescente se fijan entre los 14 y 17 años porque, si bien emplean las mismas estrategias que el mundo adulto, porque son hábiles y razonan, sin embargo, no tienen ningún temor al riesgo, no reconocen el peligro, porque les agrada mucho más la recompensa, el sentirse fuertes y valientes frente a los demás. En su curso todos la reconocían por eso. Siempre que tocaba dibujar algo en clases, uno que otro compañero se acercaba a mirar lo que estaba haciendo, era como un espectáculo. Pero con el tiempo, Kamila adolescente mató a Kamila artista.”

De esta manera Kamila experimentará todas las facetas de curiosidad que le llaman la atención, su vida social se convierte en prioritaria y es víctima de los enredos típicos entre los compañeros de clase, quienes la critican y le hacen sentir como una extraña: «Dios le da pan al que no tiene dientes»: un dicho popular que pareciera cierto, que proyecta las ironías de este mundo; como algunos obtienen cosas que no piden, mientras otros piden esas mismas cosas, y nunca se les son otorgadas. La vida pareciera injusta, pero es que no es justa, ni tampoco injusta, es solo vida. Aunque exista la sensación de que todo está en nuestra contra, en realidad depende de la perspectiva, además, eventualmente las piezas de este juego de Tetris terminan encajando.”

Kamila probará todas esas curiosidades a las que se enfrenta un adolescente sin experiencia, pero con muchas ansias de sentir porque no puede concebirse ajena a esos riesgos, para ella, experimentos que debía enfrentarlos, como el del primer cigarrillo. Ella conoce a una amiga por Internet y se complementan: es mayor que ella, pero con conocimiento pleno de una vida social propia del adolescente: “—Es que vi a un guardia que es dealer.—¿Qué es eso?—Alguien que vende cositas interesantes, mirá —le dijo Mayté, y le mostró un cigarrillo hecho a mano, para luego guardarlo rápidamente.—¿Qué es eso?—Es un cigarrillo de weed, así le vamos a decir, ¿te parece? Marihuana solo le dicen las caretas. (…) —¿Cuánto dura el efecto? —preguntó Kamila. —Unas cuantas horas, hasta que llegue tu padre se te va a pasar. Los pensamientos de Kamila transitaban en su cabeza a mil por hora. Pensó en muchas cosas: en su madre, en su padre, en su vuelta al colegio. Afortunadamente, no le apetecía pensar en Sebastián ni en Nicolás. Era como si la marihuana redujera su apetito sexual, o por lo menos, así lo sentía ella.”

Kamila tendrá que pasar por un sinfín de pruebas y aprendizajes, no siempre halagadoras porque, su inocencia y su falta de experiencia la conducen por un camino desastroso, es víctima, sobre todo del varón, del que le apetece hacer daño, hasta que se enfrenta a su propio destino de muerte y destrucción porque la buena conducción del padre, no le sirve. Ella es autosuficiente y es narcisista. Deja una gran interrogante en la vida del padre que, sin ser su hija legítima la cuidó y la quiso, como ninguno:” ¿Cómo se sigue después de perder una hija? ¿Cómo alguien puede continuar después de no saber el paradero de su pequeña? ¿Cómo puede comer? ¿Cómo puede dormir? ¿Cómo puede vivir? Es que eso no es vida, es como estar vagando como un muerto viviente en tierra de vivos. (…) Si tan solo hubiera estado en casa ese día que Kamila salió, la hubiera encerrado en su cuarto; que hubiera llorado, zapateado, gritado, no importa, solo así estaría en casa, sana y salva.”

Amigo lector te enfrentarás a una obra sencilla, pero llena de interrogantes acerca de la vida de una adolescente que, en realidad es la vida y vicisitudes que debe vivir toda adolescente porque la mujer sigue siendo víctima de la sociedad donde se desenvuelva. Nos dice David Elkind, psicólogo infantil y autor estadounidense: “Las amistades en la infancia suelen ser una cuestión de suerte, mientras en la adolescencia suelen ser una cuestión de elección”.

Equipo de Redacción

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