“Hija de Internet” de Lucía Carvalho; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos presenta la obra «Hija de internet» de Lucía Carvalho (Colección Poesía en línea, Editora BGR)

La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta

Alejandro Dumas

El poemario Hija de Internet, de Lucía Carvalho, es la reacción de un ser humano frente a los enemigos gigantes con que nos enfrenta las situaciones de vida que el mundo entero vive. Una es la tristeza y desazón de la melancolía que embarga al alma cuando debe enfrentarse a una traición del amor equivocado y todos los recuerdos malos y buenos que dejan el sabor a todo y a nada, son los versos emanados y que hace suyos, cuando siente en la piel de quien desgarra su alma por la falta de comprensión o de empatía del otro. Los versos de Primero la Fiesta, desde donde el yo poético expresa la equivocación de una fiesta. Sofocación de un amor interrumpido por un diapasón, que parecía rítmico y que, muy pronto, solo se escuchan ruidos inconexos, palabras que suenan vacías, se ha perdido el ritmo que permitía sentir felicidad: “Hay ruido entre nuestras miradas /alguna vez tus ojos fueron mi casa/hoy son solo el escombro de un recuerdo (…) alguna vez tu mirada fue solo mía/hoy mis ojos son lo que queda /de una fiesta equivocada”.

Y los recuerdos prosiguen, gratos e ingratos. La fiesta persiste aunque solo en el recuerdo, ya todo está derruido, ha perdido el brillo y el yo poético increpa al interlocutor que ha abandonado el jardín florido, las paredes que vivían al ritmo de los que la habitaban, hoy las ruinas la avasallan, al igual que avasalla el recuerdo de la fiesta vivida. Seguimos paseando por el Campus, avanzamos unas cuadras más y vemos la casa (…) Ya habíamos visto esta casa antes y descubrimos que por las noches hacían fiestas, (…) Ayer se incendió el cuarto donde hacían las fiestas. Ahora nosotros nos quedamos viendo, imaginándonos ahí, dentro del cuarto, jugando billar en medio del incendio.

El sabor de lo que fue permanece inalterable cuando se ha amado con denuedo y sinceridad. Es como ese sabor que nos recuerda el cariño del hogar. Es más fácil borrar y anular una pantalla pero no así del corazón que siente y se diluye, hay que seguir viviendo y cambiar de sabor, que todo es posible. “Tienes sabor a mis 258 mensajes no deseados/(ya los leí, no sirven, siguen ahí) /Tienes sabor /Tienes sabor/Ya separé mi lengua /Borré el historial /(Tienes sabor)”.

Las palabras nacen y se hacen audibles cuando pareciera haber reconocimiento y la voz se hace sonora porque siente que encontró un ideal, un habitar en el otro, un intercambio de vida y hacer que sus anhelos fructificaran en el amor. Las palabras no pueden detenerse, tampoco ser engrilladas en una nube, peor las que semejan destinos universales. Palabras que requieren ser oídas o leídas libres como la primavera. La voz que sale sola, sin temor a ser descubierta. “Tanto miedo / que mis palabras se esconden en la nube / No quieren salir / y no llegan a ti / Tanto miedo / que se quedan en mí.”


Qué es una ola sino un devaneo del agua acumulada en algún lugar. Agua que no le agrada estar detenida, encasillada, le gusta ser agua de río porque desborda, se mueve, se pasea, Es esa agua que circula por el cuerpo y no se detiene porque fluye y da vida, solo se despierta cuando se sueña y no anhela despertar porque no quiere parecer inconclusa, sino parte del mundo que jamás se detiene. “Tengo un arroyo en el estómago / y en mis ojos una ola / pestañeo para desviarla / y en mi boca tengo espuma / restos de una ola descontrolada. / Estoy hecha de agua/ en mí nace la ola.

Después del corto circuito, el yo poético toma otra bifurcación y se introduce en el moderno juego de la vida. Son las experiencias con Internet, el manejo novedoso de todos los días y, quizá la despersonalización a que conduce este magistral medio, pero también la descontrolada influencia que nos involucra. Los virus que un tiempo mantuvo a la humanidad con la muerte entre los muros de las casas y edificios, que se esparcieron por calles y avenidas. Nadie podía salir, Nadie podía hablar. Hoy es residente de las pantallas y no permiten escribir, se toman la licencia de borrar palabras y cubrir de un manto negro la luz de la hoja en blanco. Ayer no permitieron salir, hoy no permiten usar palabras que puedan identificarte. “(…) Tardes de ciber café/ Juntando palabras virtuales/ Personas como figuritas en un álbum/¿Eres la web o un poema? / Club de viejos bohemios/ Reunidos para aplaudirse, mentirse, criticarse/ Para rendirte culto y ser solemne/¿Eres club o poema? / (…) Mi último recuerdo, / Entre juguetes rotos, un gato muerto/¿Eres una trampa o un poema? / Dicen que los poemas son como los sueños/ Quien lo soñó lo entiende/¿Quién lo escribió?/¿Eres mi sueño o mi poema?”.

Y el yo poético no descansa con interrogantes que van desnudando sentimientos y emociones Increíbles de la vida robotizada en que nos convertimos, solo usar los dedos y todo se transforma, conversamos, repetimos, respondemos a gente desconocida. “Pienso en la inmensidad de la conciencia virtual que habita mi dispositivo móvil/pienso en todas esas relaciones que han comenzado y terminado en este aparato de cuatro punto siete pulgadas y 326 ppi. / Todos esos toques simbólicos. / Los holas./ Los ¿cómo estás? ¿Qué estás haciendo? Mira esto. / Los Stickers. / Emociones traducidas en emoticones”.

La ausencia de los abrazos, del contacto físico entre personas, es un vacío sin límites, es una ausencia de amistad compartida, solo a través de imágenes ajenas. “Las horas se desintegran/ yo me quedo mirando el fuego, / vos te quedas en la llamada / entre cables y ruiditos.” Una presencia presente jamás será interrumpida y no así la ausente porque su presencia es anunciada por el clic del celular, el clic de la pantalla, pero puede interrumpirse y la charla se hace silencio, la pantalla se apaga porque la energía falló y los minutos pasan, los días son transcursos, siempre interrumpidos porque se fue lo que pensabas y no sabes qué hacer porque tu mente interrumpida solo espera la energía fuera de ti. Qué solos nos quedamos, quizá sin darnos cuenta, ya no cabe el abrazo, el encuentro en la palabra, se disimula un rictus del rostro que se mostraba, no sabemos, ignoramos si, de verdad, somos necesarios. “Me pasaste el disco que más te gusta por un flash memory. / Memoria flash. / Memoria veloz. /¿Cómo traducirlo? / No importa porque todos entienden. (…) Me dejaste la memoria llena de virus / yo creo que es más fuerte que un resfrío. / Una fiebre amarilla”.

Amigo lector, he ahí la incertidumbre de quien se resiste a ser un simple robot, la que pretenden anulan la creatividad y quieren hacerlo, también con su vida emotiva. Nos dice Mario Alonso Puig, reputado cirujano español, que se dedicó a investigar asuntos de desarrollo personal como potencial humano ante situaciones de desafío: “Cuando sintamos miedo ante lo desconocido, el peligro o la simple incertidumbre, la primera de las estrategias que podríamos emplear sería la de no enfocarnos en lo que podemos perder, sino en lo que podemos llegar a ganar”.

Equipo de Redacción

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