«El gigoló que quería ser santo», de Fernando Rollano Prado; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos acerca en su columna a la obra «El gigoló que quería ser santo», del autor de Bolivia, Fernando Rollano Prado

Sin lugar a dudas, es importante desarrollar la mente de los hijos. No obstante el regalo más valioso que se les puede dar, es desarrollarles la conciencia”

John Gay

La novela El gigoló que quería ser santo, del autor Fernando Rollano Prado, está dividida en dos partes, señalada solo por las palabras: uno y dos.

Atendiendo al significado de la palabra gigoló, El diccionario presenta distintas acepciones sociales o, psicológicas, sin embargo todas coinciden en definir como el estado o situación de un individuo de género masculino o femenino, que practica relaciones íntimas. como un negocio para percibir beneficios económicos. Lo hace de manera libre y propia decisión.

Lo interesante de la obra de Rollano, no es la de hacer un análisis de una persona de esas características que señala la definición. Es más bien el análisis de las personas que intervienen en el enjuiciamiento del joven seductor, al que lo encuentran culpable y lo encarcelan, antes de encontrar móviles que certificaran la culpabilidad: “Las directrices son una sugerencia, a la vez de una invitación, a abrirse hacia uno mismo y dejarse llevar intuitiva y creativamente; a conectarse con el subconsciente y la imaginación para hallar y traer imágenes, formas y colores que resuenen interiormente con uno; a evocar sensaciones, estados y significados atesorados internamente”

Los distintos personajes que, de alguna manera son representantes de la justicia, cada uno de ellos sigue directrices, si bien relacionadas con su responsabilidad profesional, pero se dejan llevar por senderos equivocados; equivocación que los conduce a cometer actos de injusticia contra los seres humanos que solo buscan y encuentran la forma de vivir, sobre todo en el encuentro consigo mismo: La búsqueda de la felicidad y el anhelo personal de sentir satisfacción personal, cuando las personas cercanas las hacen sentir en profunda soledad.

Son situaciones de distintos personajes involucradas en el área de la justicia, como son: Rosaura, la abogada que es asignada en el caso y que, de alguna manera, en sus continuas visitas al supuesto culpable, no se cansa de interrogarle sobre su culpabilidad: “-¿Qué día la vio con vida por última vez? quien se burla del oficio de este singular personaje:” “-El arte terapia y el arte de amar, ¿son algo así como intercambiables, como lo mismo? Su fama se ha extendido por esta ciudad tamaño de un pañuelo. El hombre que trataba y amaba a las mujeres; qué tal esa… Del diván a la cama, en cajita feliz por el mismo precio; nada módico, por lo que dicen por ahí…”La abogadaque conforma un grupo de feministas y que salen en manifestaciones para condenar, no solo éste, sino muchos otros asesinatos que no han sido aclarados. Se deja llevar por el odio y solo se escucha a sí misma: “-Porque usted, más que un buen escucha del diván –o lo que fuera-, es un mejor hablador. Necesita comunicarse con los demás; contar sus intimidades y compartir sus negros y blancos interiores. Eso, aparentemente, lo hace bueno entre las sábanas.”

Es el asesinato de una mujer encontrada entre el basural de un barrio residencial, la llaman “la bella durmiente” por el estado en que fue encontrada y, por las primeras pesquisas hechas por el teniente González, quien no se cansa de indagar al que llama “señor casanovapintorespecialista” . el teniente, ya retirado del ámbito policial y vive con su familia, nada regular, su esposa y dos hijos. Es también uno de los que se burla de este supuesto criminal: “-¿No confunde citas o mezcla nombres de vez en cuando? Disculpe mi torpeza, pero uno no se topa todos los días con un encomendado y enjuiciado amador y curador y de paso eliminador; por desmentir lo último, por supuesto.” No cejará en su intento porque, para él, no es otro el asesino de varias mujeres y “está más que convencido de haber hallado un hilo conector entre los crímenes, las víctimas y el aparente asesino serial”. Se cree dueño de la justicia, sin darse cuenta que ha descuidado la relación familiar, donde no se respira, sino odio e indiferencia que lo llevará hacia su propia ruina.

Y, está el padre Rodrigo, un sacerdote que, siguiendo visiones de sueños con su madre muerta, y haber sido vecino, el supuesto asesino, decide ayudar al inculpado, hasta declararlo como víctima y posible en vida de santidad: Por el poder creyente investido en mí y desde mi más profunda condición de servidor, permítame ayudarle. Como le mencioné, en el colegio tenemos contactos en altas esferas eclesiásticas y puedo ser persuasivo. Puedo llevar su caso a prominente puerto, además de sacarlo de aquí

Después de pesquisas indagatorias, no pueden probar la culpabilidad del imputado, por lo que le asignan una reclusión domiciliaria: “el caso del triste femicidio de los pasados carnavales, el principal sospechoso, el médico de cabecera o doctor particular de algún tipo de la víctima, fue pasado de la cárcel pública a arresto domiciliario, una vez que no existen nuevas pruebas inculpadoras y las investigaciones continúan en curso.”

Quien no descansa en sus investigaciones es el sacerdote Rodrigo, que insta al supuesto culpable le proporcione una lista de las mujeres con las que mantuvo encuentros de intimidad, a mucho ruego obtiene nombres y direcciones de mujeres, a las que entrevista, y le sirve para sacar sus conclusiones sobre la inocencia del inculpado y, más bien se da cuenta que, aquellos encuentros de intimidad que buscaban las mujeres era porque vivían en soledad e indiferencia de sus propias familias y, él abandonará el sacerdocio por el amor de una mujer sencilla y de vida solitaria. El amor sana el alma, vuelve a recordarse, y se encomienda intensamente a Laura, quien ha invocado y encontrado sanación a su soledad y desamor.

Transcurren algunos años cuando reciben una declaración de culpabilidad en el centro policial: Presunto “asesino serial” confiesa después de publicar relato de ficción inculpándose.

Es Rafael, el hijo del policía González, quien, a instancias de la hermana Dailly, quien encuentra, casualmente los escritos y el cuento escrito por el hermano y ante el peligro de ser la próxima víctima lo acusa ante la policía. Rafael solo responde ante la hermana: “… Yo era la única llamada a tomar la posta… Me llamó especialmente la atención los cuatro nombres de mujeres del inexplicable grupo al final…” y, la hermana quiere indagar más y recibe la respuesta, escabrosa quizá, pero una verdad que nos llenará de aprendizaje familiar y social: “-Echémosle la culpa al exceso de cine de mis juventudes. O a la estampa de diva de nuestra madre Ersilia; la emperatriz actriz inalcanzable, que, sin quererlo ni saberlo, le hizo una misión imposible de vida a éste su hijo el encontrar una mujer a su altura para retenerla a su lado. Nadie, nunca, podría ocupar ese lugar de diosa encarnada y encantada. Podían acercársele una Loren, una Denueve o una Sarandon, pero únicamente mientras estuvieran las luces apagadas y el proyector corriendo. Dos horas, máximo. De vuelta en la calle, la desolación y el abandono y la frustración y la furia tomaban ciudadanía. Estaba solo y siempre lo estaría.”

Amigo lector, lo que el autor Fernando Rollano expone son, más que ficción, realidad de vida, de nuestro entorno. La lectura nos introducirá a ese mundo que parece desconocido, pero solo incomprendido y, peor desconocido. Nos dice Charles Dickens, escritor inglés: “No juzgue nada por su aspecto, sino por la evidencia. No hay mejor regla”.

Equipo de Redacción

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