Una semana, una poeta; por Fran Picón

0

Es difícil encuadrar a la Dickinson en una época o en una escuela. Toda su obra expresa un tormento sutil a través de una intensa castidad estilística, y la meditada exigüidad de los medios formales y literarios da lugar a logros reservados a artistas verdaderamente geniales que siguen conmoviendo la sensibilidad actual.

Emily Dickinson


(Amherst, 1830 – id., 1886) Poeta estadounidense cuya obra, por su especial sensibilidad, misterio y profundidad, ha sido celebrada como una de las más grandes de habla inglesa de todos los tiempos.

Dickinson estudió en la Academia de Amherst y en el seminario Femenino de Mount Holyoke, en Massachussets, donde recibió una rígida educación calvinista que dejó huellas en su personalidad y a la que se enfrentaría con su carácter escéptico. A través de Benjamín F. Newton conoció muy temprano la obra de Ralph Waldo Emerson. También leyó a Henry David Thoreau, y a los novelistas Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe.

Muy pronto decidió aislarse del mundo, manteniendo contacto solamente con unas pocas amistades, como el escritor Samuel Boswell, con quien sostuvo una larga correspondencia. A los veintitrés años, Dickinson tenía conciencia de su propia vocación casi mística, y a los treinta su alejamiento del mundo era ya absoluto, casi monástico. Retirada en la casa paterna, se dedicaba a las ocupaciones domésticas y garabateaba en pedazos de papel (con frecuencia ocultados en los cajones) sus apuntes y versos que, después de su muerte, se revelaron como uno de los logros poéticos más notables de la América del siglo XIX. En su aislamiento sólo vistió de color blanco («mi blanca elección», según sus propias palabras), rasgo que expresaba la ética y transparencia de su poesía.

Uno de sus biógrafos escribió acerca de su naturaleza poética: «Era una especialista de la luz». Su escritura puede ser descrita como producto de la soledad, del retiro de cualquier tipo de vida social, incluida la relativa a la publicación de sus poemas.

Sus primeros poemas fueron convencionales, según el estilo corriente de la poesía en esos momentos, pero ya a comienzos de 1860 escribió versos más experimentales, sobre todo en lo que respecta al lenguaje y a los elementos prosódicos. Su poesía devino intelectual y meditativa, sin que esto supusiera una merma de su sensibilidad.

En su poesía pesan la extrañeza y la oscuridad como cualidades esenciales, y la sutilidad dialéctica entre las imágenes, las sensaciones y los conceptos. Influyó en poetas posteriores (como E. Bishop, A. Rich, W. Stevens y otros) por esa capacidad de crear un lenguaje a la vez metafísico y emotivo.

Únicamente cinco de sus composiciones poéticas fueron publicadas, con carácter anónimo, durante la vida de la autora. Hasta pasados cuatro años de su muerte no se publicó su primer poemario; posteriormente, a lo largo de sucesivas ediciones, llegaron a rescatarse alrededor de 1.800 poemas. No fue hasta a partir de 1920 que Dickinson alcanzó su posición prominente en la historia de la literatura norteamericana.

Sus composiciones se agrupan en diversos apartados: «La vida» [«Life»], «La naturaleza» [«Nature»], «El amor» [«Love»], «El tiempo y la eternidad» [«Time and Eternity»], lo que da una idea de las líneas de su inspiración.

Es difícil encuadrar a la Dickinson en una época o en una escuela. Toda su obra expresa un tormento sutil a través de una intensa castidad estilística, y la meditada exigüidad de los medios formales y literarios da lugar a logros reservados a artistas verdaderamente geniales que siguen conmoviendo la sensibilidad actual.

POEMAS

335

No es que morir nos duela tanto.

Es vivir lo que más nos duele.

Pero el morir es algo diferente,

un algo detrás de la puerta.

La costumbre del pájaro de ir al Sur

-antes que los hielos lleguen

acepta una mejor latitud-.

Nosotros somos los pájaros que se quedan.

Los temblorosos, rondando la puerta del granjero,

mendigando su ocasional migaja

hasta que las compasivas nieves

convencen a nuestras plumas para ir a casa

135

El Agua se conoce por la sed;

La tierra – por los Mares navegados.

El Éxtasis – por el tormento-

La Paz – por el recuento de sus batallas-

El Amor, por el Moho de la Memoria-

Por la Nieve, los Pájaros.

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *