Una semana, un poeta: Manuel Altolaguirre

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En el rincón luminoso de los versos, donde la poesía se convierte en un reflejo del alma, nos adentramos en la vida y obra de Manuel Altolaguirre, un poeta cuyo talento se tejió con las hebras del amor y la pasión por las letras. En este luminoso lunes, desentrañamos los secretos de su pluma y presentamos uno de sus poemas que despierta emociones y suspiros en cada verso. ¡Bienvenidos a un viaje literario donde las palabras danzan en la esencia de Altolaguirre!

fotografía de Wikipedia

Por: Fran Picón

MANUEL ALTOLAGUIRRE

Biografía

(Málaga, 1905 – Burgos, 1959)

Poeta español. La fundación en colaboración con Emilio Prados de la revista Litoral y de otras importantes publicaciones de la Generación del 27 (Poesía, Héroe, 1916, Caballo Verde para la Poesía) lo acreditan como una figura destacada de ese privilegiado momento de la cultura española. Los diversos títulos de su producción, recopilada tras su muerte en Poesías completas (1960), dan cuenta del carácter neorromántico e intimista de su poesía, cercana a la canción, emotiva y en algunas ocasiones surrealista.

Durante su prolongado exilio, primero en Cuba y luego en México, Manuel Altolaguirre siguió con sus actividades de impresor y editor, publicó una colección de poetas clásicos españoles con el título de La Verónica, y se interesó por el cine: escribió el guión y produjo la película Subida al cielo (1951), dirigida por Luis Buñuel, y realizó una versión fílmica de El cantar de los cantares. Como autor teatral publicó Entre dos públicos (1934).

Entre sus obras no poéticas destaca el volumen Garcilaso de la Vega (1933), original ejemplo de biografía novelada que entrelaza armoniosamente la documentación histórica con la disgresión imaginaria. Realizó versiones poéticas de Alexander Pushkin y Percy Bysshe Shelley y recopiló y publicó una Antología de la poesía romántica española (1932). En 1959, durante un segundo viaje a España desde su partida al exilio, perdió la vida en una carretera de Burgos.

Manuel Altolaguirre demostró un interés precoz por la actividad editorial, que definía como «un auténtico rincón de poesía», y durante toda su vida se comportó como un artista-artesano que no sólo componía sino que también imprimía sus propias obras. Miembro de la generación del 27, desde sus años juveniles apreció el magisterio poético de los clásicos, desde Garcilaso de la Vega a Luis de Góngora, y las lecciones de contemporáneos suyos, como Juan Ramón Jiménez y sus compañeros (y en realidad, amigos) de generación: Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda o Vicente Aleixandre.

Las islas invitadas y otros poemas (1926), su primera antología, varias veces reeditada, muestra una predilección por los temas naturalistas, aunque reinterpretados como restos de un mítico y sensual paraíso terrenal. En su libro siguiente, Ejemplo (1927), influido por la poética surrealista, la división antinómica entre percepción y reflexión, cuerpo y alma, materia y espíritu, agrietaba la consonancia panteísta que unía al hombre con el mundo.

Su vena introspectiva se potencia en antologías posteriores: Soledades juntas (1931), La lenta libertad (1936), Nube temporal (1939) y Fin de un amor (1949). El proceso evolutivo de su poesía marcha paralelo a su experiencia vital, herida por el dolor o bendecida por el amor. En efecto, sus estados de ánimo determinan el criterio para organizar cada una de sus antologías, incluyendo o excluyendo composiciones, según las circunstancias de cada momento.

En el libro titulado Poemas de América (1955) reunió composiciones de temas existenciales diversos, que no habían encontrado acomodo en las antologías precedentes. En 1960 se publicaron póstumamente en México sus Poesías, que comprendían textos inéditos o publicados de modo disperso en diversas revistas literarias. A partir de 1982 empezó a aparecer la edición española de su obra completa, que confirma que, aunque de modo fragmentario, no puede separarse su maduración poética de su biografía cronológica.

«La poesía -afirmaba Altolaguirre en 1951-, tanto si es exterior como si es profunda, es mi principal fuente de conocimiento. Me muestra el mundo y con ella aprendo a conocerme a mí mismo. Por eso el poeta no tiene nada nuevo que decir. La poesía nos revela aquello que ya sabíamos y habíamos olvidado. Sirve para rescatar el tiempo, para levantarnos la moral, para tener el alma completa, en vez de fugaces momentos de vida. En ella experimentamos más la muerte que el sueño, y nos liberamos de lo contingente, de lo efímero. Ella nos hace unánimes y comunicativos».

Fuente:

Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Manuel Altolaguirre». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004.

Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/altolaguirre.htm


POEMAS

Contigo

No estás tan sola sin mí.

Mi soledad te acompaña.

Yo desterrado, tú ausente.

¿Quién de los dos tiene patria?

Nos une el cielo y el mar.

El pensamiento y las lágrimas.

Islas y nubes de olvido

a ti y a mí nos separan.

¿Mi luz aleja tu noche?

¿Tu noche apaga mis ansias?

¿Tu voz penetra en mi muerte?

¿Mi muerte se fue y te alcanza?

En mis labios los recuerdos.

En tus ojos la esperanza.

No estoy tan solo sin ti.

Tu soledad me acompaña.

Desnudo

El cielo de tu tacto

amarillo cubría

el oculto jardín

de pasión y de música.

Altas yedras de sangre

abrazaban tus huesos.

La caricia del alma

-brisa en temblor- movía

todo lo que tú eras.

¡Qué crepúsculo bello

de rubor y cansancio

era tu piel! Estabas

como un astro sin brillo,

recibiendo del sol

la luz de tu contorno.

Sólo bajo tus pies era de noche.

Eres cárcel de música

de la música presa,

que intentaba escapar

en cada gesto tuyo,

pero que no podía salir

y se asomaba como un niño

a los cristales de tus ojos claros.

El alma es igual que el aire…

El alma es igual que el aire.

Con la luz se hace invisible,

perdiendo su honda negrura.

Sólo en las profundas noches

son visibles alma y aire.

Sólo en las noches profundas.

Que se ennegrezca tu alma

pues quieren verla mis ojos.

Oscurece tu alma pura.

Déjame que sea tu noche,

que enturbie tu transparencia.

¡Déjame ver tu hermosura!

El ciego amor no sabe de distancias…

El ciego amor no sabe de distancias

y, sin embargo, el corazón desierto

todo su espacio para mucho olvido

le da lugar para perderse a solas

entre cielos abismos y horizontes.

Cuando me quieres, al mirarme adentro,

mientras la sangre nuestra se confunde,

una redonda lejanía profunda

hace posible nuevas ilusiones.

Ser tuyo es renacerme porque logras

borrar, hundir, que se retiren todos

los espejos, los muros de mi alma.

Blancura del amor. Con cuánto fuego

se anunció tu presencia. Tengo ahora

la luz de aquel incendio y un vacío

donde esperar, donde temer tu vida.

Encuentro nocturno

Profeta de mis fines no dudaba

del mundo que pintó mi fantasía

en los grandes desiertos invisibles.

Reconcentrado y penetrante, solo,

mudo, predestinado, esclarecido,

mi aislamiento profundo, mi hondo centro,

mi sueño errante y soledad hundida,

se dilataban por lo inexistente,

hasta que vacilé cuando la duda

oscureció por dentro mi ceguera.

Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,

entre las dos tinieblas, definía

una ignorada juventud ardiente.

Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.


Equipo de Redacción

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