«Microperversiones», de Kathy Serrano; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque reseña para Gafe.info la obra «Microperversiones» de Kathy Serrano

Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”

Martin Luther King

La obra Microperversiones de Kathy Serrano son microcuentos referidos a la perversidad o acciones perversas que se manifiestan en el comportamiento humano, referidas a las alteraciones de las costumbres que son consideradas como sanas o normales, a partir de desviaciones y conductas que resultan extrañas o se las considera fuera de la ley, o del orden habitual, que son las que manejan a la conducta de una sociedad.

Uno de los cuentos Mara, es el análisis de una conducta desviada que tiene su origen en el sentimiento de la envidia, los celos que provoca el no aceptar la felicidad y el bienestar del otro: “Tal vez sea una sorpresa de mi amor, me dirá sonriendo. Mara saldrá hacia el ascensor. Desde la puerta la observaré. Como si presintiera algo volteará a mirarme. Creeré ver un destello de tristeza en sus ojos. Alzaré a la bebe. Me sonreirá. Calcularé el tiempo que Mara tardará en llegar al primer piso para recibir un ramo de flores que yo misma encargué enviar. Avanzaré a la baranda. La bebé me recordará la cara de Mara, la abrazaré más fuerte y saltaré.

El yo narrador va introduciéndonos en perversiones humanas, muchas veces difíciles de digerir, pero que son situaciones que pueden estar cerca a nosotros y no las distinguimos porque no nos detenemos a pensar o, mejor aceptar que son desviaciones que requieren de un acercamiento médico psiquiátrico que pudiera encausar la enfermedad, mucho peor cuando se trata del ser que debía brindar y enseñar el amor, solo se siente accionar de dolor y daño, mucho daño: “La voz de mi madre repitiendo la letanía de siempre “Si no hubiese tenido hijos, sino hubiese parido”. De pronto fue como si un alarido trajera abajo el techo de mi cuarto y supiera que estaba cerca el desenlace. La escuché por última vez antes de que el suelo comenzara a temblar. Dijo algo de “no más, no más”, dijo algo sobre el cansancio. Un terremoto doméstico. (…) Mamá moría en la cocina sobre restos de comida, vasos, platos rotos y un charco de sangre en movimiento rodeando su cuerpo, el rostro sereno que, por fin, sonreía.

La persona perversa se considera superior por eso manipula y actúa con maldad, no piensa en el mal de la otra persona porque solo busca el goce personal, para esa persona no hay ley que lo restrinja porque impone su propia ley del goce personal, es lo que sucede con el padre violador, sabe que transgrede la ley sagrada de la familia, pero busca su satisfacción y, luego niega su perversidad, ante la sociedad: “Hoy Gina no quiere entrar en la tina de baño. Con cinco años de edad, se aferra al borde de su cama con todas sus fuerzas. A su mamá le hace gracia tanto alboroto, solo por un baño. Una anécdota para contar para cuando sea adulta. Gina por fin murmura «Mami, ya no quiero jugar en la tina con papi. Me duele».

La perversidad no tiene límites y se lo encuentra entre gente, aparentemente normal, la familia ignora las costumbres de los hijos o, de los mismos padres porque, el perverso, no se manifiesta de manera resoluta, casi siempre esconde sus malos hábitos, como, por ejemplo el fetichismo, que es el goce con elementos, muchas veces, nada claros: “Ayer troté hasta alcanzarlo. Conversamos un largo trecho y lo invité a mi casa. Me miró incrédulo, le sonreí. Después de un breve silencio, aceptó intrigado. Cenamos, tomamos cervezas heladas, nos metimos en la cama para, por fin, terminar la noche saboreando cada uno de sus dedos.”

¿Podemos negarnos a nosotros mismos? ¿Podemos vivir una sinrazón de la propia existencia? La vida nos proporciona la esperanza porque, algunas veces, parecería que no se encuentra una salida posible, no encontramos puertas, solo hay muros delante de nosotros. Parecería que, generalmente, somos nosotros mismos, quienes edificamos paredes de incomunicación: “No pagué por un pasaporte falso ni fragüé los permisos de salida del país. No soy la madre, no soy el padre. Y ahora, yo no soy yo, y ella, tu hija, ya no es ella. Mi nombre ya no será mi nombre. Su nombre ya no será su nombre. Ya no somos nosotras. Ya no seremos nunca las mismas. Y tú no sabrás nunca dónde estamos ni cómo vivimos. Y para ti, de ahora en adelante, la vida ya no será vida.

Escenas de violencia familiar que jamás se olvidan, mentes enfermas que no encuentran la medicina ideal porque tienen el mal como escenas vivas que jamás desaparecen porque son vivencias que se albergaron en el fondo del alma y jamás desaparecen. la ciencia, a través de la psiquiatría intenta sanarla, pero el remedio no siempre es factible porque, las personas que los sufren, no son las mismas: “Miranda ingresa en la habitación de sus padres y cierra la puerta con llave. Del fondo del armario, (…), extrae una caja. La abre y de allí surge la pistola de papá. Sí, es la misma que hace una semana él sacó cuando estaban los dos solos en casa. La misma con la que le apuntó mientras le ordenaba que se quitara la ropa. /Miranda agarra la pistola y se sienta sobre la cama. Respira. Recuerda a su padre acercándose a su cuerpo desnudo. Se lleva la pistola al pecho, justo a la altura del corazón. Recuerda a su padre sobre ella. Se agita, se agita, se agita. Dispara.

La perversidad de los que deben imponer la ley de los derechos a la vida, que es propia de todo ser humano, la imposición de la ley ideológica, la deshumanización del que porta el poder y el arma: “Miguel, Jorge y Helena intentan correr. A Miguel lo rodea una decena de policías, una patada le expulsa el ojo izquierdo de su órbita; a Jorge, el impacto de un arma contundente en la nuca lo derriba; Helena es arrastrada por la calle, su piel va quedando en el asfalto. Los tres se van esfumando en medio de la manifestación. Miguel, Jorge y Helena intentaron correr… Mi… Jor… y Hele… intent… M, J y H”

El sadismo es otra forma de perversidad, la del varón que pretende poseer a la mujer, no importa cómo, pero la seduce con artimañas, propias del dragón que derrama fuego, hasta conseguir poner, a la mujer, entre sus redes malsanas, que luego la irá aniquilando a sus caprichos de fuego incendiario: “La mujer queda prendada del dragón, pero este evita mirarla a los ojos. Ella supone que no la desea y decide que saldrá a buscar otro candidato. La verdad es que este dragón, caprichosa vida, se ha enamorado de ella y, una vez en la habitación del hotel, no puede evitarlo: por fin posa sus enormes ojos llenos de fuego sobre la mujer, que, poco a poco, comienza a calcinarse.”

Amigo lector la obra de Kathy Serrano, encierra cuentos cortos apasionantes sobre el tema de la perversidad del ser humano, son narraciones interesantes, de los que se encuentran entre la sociedad en que vivimos. Nos dice, el gran filósofo griego Sófocles: “Al hombre perverso se le conoce en un solo día, para conocer al hombre justo hace falta más tiempo”.

Equipo de Redacción

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