¿Y si no les gustan las perdices?, de Dana Razzak Anta; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos reseña la obra «¿Y si no les gustan las perdices?» de Dana Razzak Anta (Colección Digital de Microficción Femenina Breves y contundentes, Editora BGR)

Los mayores momentos de la vida vienen por sí solos. No tiene sentido esperarlos”

Thornton Niven

La escritora Dana Razzak Anta, a través de su narradora en tercera persona se va formulando una serie de preguntas acerca del devenir del paso de los años y las distintas circunstancias de vida que suceden en el diario vivir.

Así, la relación de padres e hijos, cada vez más tensa, parecería que se perdieron las normas de entendimiento y no se encuentra manera de callar el berrinche de los pequeños. La sabiduría ingenua solo está en ese aparato que hoy domina la educación o malformación del carácter irascible de los hijos: “Con la sangre hirviendo, se acercó al teléfono móvil y marcó un número. Durante todo el proceso, visualizó la imagen en su mente. Ojos oscuros y afilados, cabello pelirrojo y vestimenta salvaje acompañado de su sombrero con la pluma roja. / Un pitido la sacó de su ensimismamiento. /–¡Buenos días! Bienvenido a Sofitel So SPA, ¿en qué podemos ayudarle?”

La búsqueda, esa estólida búsqueda de la nada. De aquello que se anhela y no se sabe qué, solo buscamos en el interior nuestro, entre papeles olvidados, entre fotografías viejas, entre canciones que llevan el recuerdo de lo que quizá olvidamos: “No se arrepentía de nada, y nunca lo haría. Todo lo que conocía por ahora no era suficiente, todo lo que había vivido no era lo que se merecía. Era merecedora de mucho más. Debe haber algo más que esta pequeña vida de provincia.”

El espejo, ese pequeño artefacto que tiene el don de devolverte la imagen, nuestra imagen. A veces satisface, otras no siempre, especialmente si es la que no se quisiera percibir,

pero está ahí, y hasta parece que sonriera, porque los años pasan y los ojos no cambian, solo languidecen por la experiencia vivida: “El espejo no mentía. Pero podía engañarte. Podía enseñarte a ver las cosas de otro modo. Podía ser de otro modo. Podía ser yo misma. Sin tacones ni lazos que me encadenaran.”

La búsqueda, siempre la búsqueda, saber que podrá, siempre puede, pero encontrará aquello que anhela. Quizá se podría saber si se esperara con paciencia y voluntad.: “¿Era normal sentirse así? ¿Liberada de tanta esclavitud? ¿Sin el deber de recorrer kilómetros para entregar una cesta con galletas? No lo sabía, pero sí era consciente de que no volvería a hacer ese camino. Ahora que tenía otras opciones, no cambiaría de opinión. / El lobo la miraba fijamente.”

Soñar es vivir. Ilusionarse con una vida mejor o peor, pero diferente a cuanto la rodeaba. Podía soñar, sentir que su vida cambiaba, pero es triste volver a la realidad, a la que no quisiera, pero inexorablemente está ahí: “Estaba allí, sentada en su oficina. (…) La placa de su mesa demostraba todo el poder que tenía. /No deseaba nada más. (…). Pero se esfumó: su traje, su lazo, su placa, su oficina, sus esperanzas. Incluso ella. Ella también desapareció. / Ahora volvía a estar frente a su casa. Con una simple moneda. Con patos, cerdos, gatos y otros ratoncitos. Y con el mismo sueño de siempre.”

La monotonía es un estado de ánimo, un estado de apatía que no deja sentido a la vida, que no permite pensar, menos sentir. Es un estado de abatimiento de sí mismo. de querer o no querer estar ahí, presente o ausente, al final parece lo mismo, sentirse bueno para nada y pretender desaparecer: “Estaba bloqueado. No podía hacer nada más que pensar y pensar. Era imposible salirse de la línea. Sus pezuñas agarraban el bolígrafo con fuerza y dibujaba estructuras a las que ya no le encontraba sentido. / Aburrido. Aburrido, pero necesario. Era una necesidad. Igual que la cédula de habitabilidad.”

El miedo a fallar, a equivocarse, a no ser aplaudido, a frustrar a las personas que lo animan, lo quieren, lo admiran. Dejan el ánimo predispuesto a la gloria, pero envuelto en una fina capa de resquemor, intranquilidad, zozobra, ante la eterna pregunta a sí mismo ¿Podré salir de este embrollo en que me encuentro?, seré capaz de no engañar a los que creen en mí?: “Sostuvo su instrumento de madera. Relucía bajo los focos, frente a la gente que lo observaba detenidamente, escrutándole con la mirada, buscando su punto débil. /Cerró los ojos, recordó todo lo que había ensayado con su hermano pequeño y se sumió en el silencio. / Instantes después se dejó llevar.”

Emanciparse quiere decir sentirse libre de los cuidados y el bienestar que le brinda la persona responsable de su crianza y crecimiento, pero aparece el día en que aquella persona ya no necesita de los cuidados necesarios y puede manejarse sola, entonces: “Tenía otras metas, ahora académicas, y luego laborales. Ya no estaba en buenas manos, ya no estaba en ninguna mano. / Poco a poco, su silueta se fundió con el sol, dando un último adiós, con bolígrafos y carpetas como acompañantes. /Emanciparse en el momento en que todo se transforma”

La confianza en la vida es pensar que todos actúan de la misma manera en que se actúa y se piensa y que todos tienen las ideas gloriosas que permiten vivir holgadamente. El jaque mate de la realidad es cuando los sueños de creyente se esfuman y el velo desaparece, mostrando una realidad, no siempre la que se quiere ver: “El caso es que cuando menos te lo esperas pueden tomar la delantera. No debes creer que vas a ganar hasta el final. A mí me ha pasado muchas veces. Podemos poner el ejemplo de lo que sucedió con la abuelita. Pensaba que me había salido con la mía, hasta que vino un idiota y me fastidió los planes.”

La alegría que se consigue cuando el trabajo está organizado y efectuado con ahínco y sudor, hasta conseguir el anhelado destino. Por eso el estruendoso aplauso hace eco en los corazones que rebosan de entusiasmo y solo agachan la cabeza en son de agradecimiento, pero a ellos mismos. “Habían conseguido sus metas y ahora todos les felicitaban por su esfuerzo. Sus compañeros habían tenido que aprender a tocar varios instrumentos y a cantar, pero valía la pena para poder vivir ese momento en su piel. Relinchaba feliz, recibiendo la ovación con las pezuñas abiertas. Todo Bremen estaría orgulloso de ellos.”

Muchas veces el camino a seguir se hace, cada vez más estrecho y parece ahogar el sendero que se creyó posible. Esa estrechez agobia el entendimiento y no le muestra un camino más llano, uno posible, es cuando aturde el conocimiento y todo parece enredarse entre una nebulosa: “Se metió en su caparazón y sacó su teléfono móvil. Sonrió con socarronería, le habría gustado ver la cara de desconcierto de su contrincante. Abrió la aplicación y supo que ganaría al encontrar el mejor atajo. /–Continúa recto doscientos metros y gira a la derecha.”

Las ilusiones y sentimientos de niña que vive entre alegrías y días de dicha, un día se evaporan y aparecen los rostros diferentes, no solo hay halagos, también hay gritos y llantos, entonces la realidad de vida se transforma y, la Alicia que conversaba con el conejo de la ilusión desaparece: “Después de la visita de aquella niña tan extraña que no dejaba de perseguir al conejo blanco, su mundo se había visto sacudido por varios ataques de nervios y necesitaba una manera de relajarse. / Aquello la ayudaba. Todos sus corazones se calmaban y ya no era necesario gritar ¡Que le corten la cabeza! cada vez que alguien la enfadara un poco. Esos estiramientos en el gym la ayudaban para que cuando tuviera que sostener su vara de corazones no estallara de rabia.”

La vida es esa calesita que jamás deja de girar, por eso el laureado escritor argentino Jorge Luis Borges dice; “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”.

Equipo de Redacción

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