“Las alas infinitas de la madrugada” de Esther Rodríguez; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque reseña la obra “Las alas infinitas de la madrugada” de Esther Rodríguez (Colección Digital de Microficción Femenina Breves y contundentes, Editora BGR)

¿Penetrará el hombre algún día el misterio de las cosas ocultas? El velo se descorre ante él a medida que se purifica, pero para comprender ciertas cosas le son menester facultades que no posee aún.

Allan Kardec

¿Por qué suceden algunas cosas que son difíciles de explicar? el ser humano se enfrenta a muchas situaciones que suceden sin explicación alguna que, la naturaleza la clasifica dentro de lo sobrenatural e inexplicable, lo paranormal que conduce hacia la investigación, sin resultado ninguno porque aparece y, luego desaparece. La autora del presente libro Esther Rodríguez, nos permite adentrarnos a muchas situaciones de esta naturaleza

La cita, ese sentimiento que despierta y la incertidumbre que desata un sinfín de interrogantes sin respuestas porque, la respuesta está en el encuentro, sólo el encuentro le devuelve la paz y despierta una sonrisa. esta vez fue saber el porqué del miedo que sentía cada vez que el rayo le provocaba un temor inexplicable: “Ella atravesó el puente con parsimonia. Sintió miedo y, por un instante, pensó en regresar a casa, pero continuó su camino. / Allí estaba, con la corona en su mano y el vestido desgarrado por el rayo. Abrió sus brazos y la recibió con un beso mágico. Una descarga eléctrica la derribó.”

La locura desata la imaginación y encausa por senderos inusitados e inverosímiles. Locura de pacientes y de doctores que se contagian realidades que no sabemos dónde empieza la ficción y dónde está la realidad: “─Estupendo, nos veremos en la zona de psiquiatría, sala seis. /El hombre desapareció con una parsimonia inusitada. Terminé mi café y me dirigí a la consulta. Ocho minutos después, abrió la puerta y se sentó frente a mí. /─Acomódese en el diván, por favor. /Sus ojos vidriosos se abrieron con espanto cuando mis colmillos se clavaron en su cuello pálido.”

Los recuerdos de personas que marcaron el destino de las personas, de una u otra manera están presentes en el diario vivir, son momentos circunstanciales que llegan al sentido del oído y se hacen presentes como si el tiempo no hubiera transcurrido: objetos, colores, ritmos, son minúsculos grandes recuerdos que permanecen en el baúl de la memoria: “absorta mirando y observé cómo la gotita rezumaba de la piedra volcánica, se escurría por el menudo culantrillo y caía en el bernegal. /La noche en la que falleció la abuela, antes de expirar y en su último aliento de vida, me susurró al oído. /Era mi clepsidra. /Entendí por qué la abuela se empolvaba las mejillas.”

¿Presagios? ¿Designios? Situaciones que son difíciles de explicar, solo se producen y nada más. El resto queda a merced de la persona que la padece. La sencillez del pueblo presagia infortunios, desgracias que se avecinan, de los que es difícil huir y ese sentimiento de culpa hace que los vaticinios se hagan realidad: “Los vecinos, que oyeron los alaridos de la joven, rodearon la casa y encendieron los cardones que se concentraban alrededor. Aquella nube pajiza que contenía millones de insectos se desplazó rápidamente amenazando el cielo. / La madre de Estrella había presenciado angustiada cómo su hija yacía indefensa. A los pocos días de aquel terrible suceso, desaparecieron del pueblo.”

La mente humana se deja envolver en su destino inusual, etéreo, visiones que cree observar alrededor suyo. La mente humana es prodigiosa y es capaz de sentir lo que los demás no sienten, es capaz de vivir situaciones que son muy personales, a veces extraordinarias, otras nefastas que, se divulgan y quedan como sellos indelebles que contagian a todo un colectivo, despertando miedos y narrativas inverosímiles: “Después de nueve días, Soledad llegó a La Guaira. Deambuló por las calles con su inseparable maleta. Al atardecer, se sentó frente al océano, la abrió con ansias y una nube inmensa de alas la envolvió elevándola sobre un mar infinito.”

El misterio que nos envuelve la imaginación y nos trasmite vivencias de toda índole. Esa imaginación prodigiosa trasladada a las páginas de un libro resultan ser leyendas, mitos, cuentos fabulosos, como este de las mariposas y el misterio que, para personas, culturas, son vivencias o entrenamientos, pero están ahí y conmueven a la prodigiosa e insaciable mente humana: “diecisiete silenciosas mariposas transparentes elevaron el alma de María de la fría camilla (…) Después, volaron y volaron alejándose hacia el sur. (…) En una cama de madera de caoba reposaba una joven parturienta y una niña que acababa de nacer. En la pared, un calendario. Un círculo rojo marcaba la fecha, 17 de junio. / María abrió los ojos en la inmensidad de aquella sala blanca. Su madre, incrédula, la besó. / ─¡Feliz cumpleaños, mi amor!”

La guerra y los explosivos que no cesan de caer de manera fogosa, interminable, cruel, mientras la gente se desparrama por donde puede y busca refugio para no ser la próxima víctima. Todo sucede de manera imprevista y se enfrentas con la muerte, inconscientemente se aferras a una esperanza y sigue a un colectivo sin guía, sin una meta: “Al atardecer, la fila se había multiplicado. Centenares de personas se agolpaban intentando subir a un milagroso tren azul. / Orynko sintió la mano firme de un soldado que la agarraba con fuerza y la ayudaba a subir. Un Montblanc de oro y acero, con el cristal dañado, marcaba las seis.”

Hay sabores y olores que no se olvidan y apenas llega al sentido del olfato, todo el recuerdo se hace presente y volvemos a experimentar la ocasión y las circunstancias en que se vivió aquella manifestación que no es otra, sino la alegría y el placer que fue parte de vivencias inolvidables y, junto a ellos los recuerdos imperecederos de las primeras lecturas, inolvidables pasajes que nos remonta a lugares impredecibles: “Disfrutaba tanto con las aventuras de aquel grupo de niños que convencí a mis amigas, Lola y Mar, para que me acompañaran. En aquella sala con aroma a vainilla y almendras, descubrimos el placer de soñar despiertas, de resolver enigmas y de habitar otros mundos diferentes. / Hoy, treinta y tres años después, volví a la sala y abrí mi libro favorito. Lola y Mar se sorprendieron. Me invitaron a merendar en su castillo. Olía a vainilla y almendras.

Recuerdos nostálgicos que retornan inexorables, son los que jamás se sepultan y viven en la mente que no quiere soterrar porque los necesita como parte importante en el sentimiento de amor, de amistad, que los acompaña, cual si fuera el elixir de vida de su propio existir. Una presencia ausencia que se materializa con su visión mental: “Paseé por todos sus rincones. La paz que sentí en el cementerio me tranquilizó. Me senté en uno de los escalones de la tumba de Henry Fielding e, inmediatamente, aquel muchacho de piel tostada apareció como por arte de magia y se acomodó junto a mí. No me habló, pero naufragué en el azul intenso de su mirada y observé cómo un pescador arrastraba su cuerpo inerte hacia la orilla del Tajo y quedaba tendido bajo un sol abrasador. Desde entonces, su alma vaga sin descanso por los lugares más hermosos de Lisboa.”

Hay muchos otros cuentos de esta naturaleza vivencial, prosigue con la lectura son apasionantes momentos, nos dice el escritor universal Antoine de Saint Exupéry: “Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer”.

Equipo de Redacción

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