«De Sastre», de Edgar Allan García; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos acerca a la obra ‘De Sastre’ de Edgar Allan García (Colección Digital de Microficción Iberoamericana, Editora BGR)

Hay puñales en las sonrisas de los hombres, cuanto más cercanos son, más sangrientos”

William Shakespeare

Los microcuentos y cuentos cortos de Edgar Allan García, bajo el título de De Sastre que bien puede entenderse como desastre o del oficio de sastre. Metáforas que, a través de la lectura y reflexión de los cuentos podemos identificar o entender lo que quiere decir el escritor, de manera tan sutil como analogías o semejanzas entre dos ideas o conceptos únicos y muy originales, con estilo propio, expuestas para quien puede comprender y manifestar lo que piensa acerca de la hipocresía. Esa actitud expandida por el mundo que parecer ser un arte de concurso sobre el que mejor exprese el arte escénico donde le toque actuar, en su diabólica representación.

Así en el cuento Adiós juega, de manera muy original con las figuras literarias, como indicándonos que sus cuentos son figuras retóricas que dicen mucho, a través del ingenioso manejo de un vocabulario preciso y perspicaz, dando a entender que Edgar Allan García es experto en nuestro lenguaje y la sutileza que nos permite entender que, el lenguaje literario, no siempre real, pero sí el manejo de la ficción, cuántas veces, bajo el barniz de una figura literaria, frente a situaciones y queremos manifestarlo de manera mejor, pero con elegancia y, con la paciencia del sastre que hilvana los hilos y la tela, muchas veces puede hacer un desastre de sastre: “El tipo le tenía tanta repulsión a la poesía, que nunca escribió una sola metáfora, mucho menos una hipérbole o un palíndromo. Ignoró su hambre de metonimias, su sed de retruécanos, sus ganas de acariciar una sinestesia o de arriesgar una prosopopeya. Un día murió con el corazón atravesado de pequeños epítetos, interjecciones e ironías. Su última palabra fue un “adiós” simple, con serio temor de que, en el fondo, este fuera un pleonasmo.

Recuerda con nostalgia el desastre de la bomba atómica que cayera sobre ciudades del Japón y, lo hace con un nombre del vocabulario japonés, la antroponimia que identifica de manera inmediata de quién o de dónde se habla y contribuye a la comprensión del significado, como es el caso de Shizu que sabemos de su nostálgica premonición sobre el desastre que produjo el final de una guerra y el dolor de un país y de toda una generación, bajo la hipócrita versión de acabar una guerra: “Shizu pensó en que si bien faltaba casi un mes para que empezara el otoño, ya se sentían ráfagas de aire helado deambulando por las calles. En ese instante, Shizu escuchó el zumbido del aeroplano, allá, lejos, como un punto negro sobre el cielo de Hiroshima.”

El dolor que causa una traición, gemela de la hipocresía, tiene consecuencias, muchas veces nefastas para el que la padece. Son reacciones a un acto de deslealtad o falta de compromiso entre dos o más seres. Tiene consecuencias del padecimiento de un dolor permanente de decepción ante la vida y la sensibilidad humana que puede conducirle a la desconfianza total y aislamiento, o, quizá el resentimiento que congelará el sentimiento de rechazo hacia los otros seres: “Tomó las fotos entre las manos crispadas y decidió enfrentarlo. A gritos le recordó cómo lo había amado, cuántos sacrificios había hecho por él, se recriminó ella misma por haber sido tan ingenua, lo insultó, le echó en cara su indiferencia, su ceguera, su cobardía. Desahogada, se levantó y se marchó para siempre. La tumba nunca más volvió a tener flores frescas todos los días.”

Muchas veces el destino cruel de una persona la aproxima hasta el paroxismo, donde no cabe sino el desaparecer del mundo que tan cruel se manifiesta. Ese destino que se manifiesta como si su vida no tuviera sentido y se siente que está demás en la vida aciaga que le corresponde en un momento. Traición generacional, cuyo sello se repite tradicionalmente: “Ese viernes era el de Susana. A las siete de la mañana la chocaron, a las once la despidieron del trabajo, a las tres su madre entró a terapia intensiva y falleció a las cinco, a las diez recibió un llamado de su esposo diciéndole que la abandonaba. Cuando llegó la media noche, Susana sintió alivio. El punto crítico por fin había pasado. Ahora ella podría saltar por la ventana sin que nadie la interrumpiera.”

Las desavenencias y traiciones que vive una pareja y la soporta hipócritamente, parece ser de nunca acabar y, en casi todas encontramos traiciones, desacuerdos. maledicencia, frases hirientes, sin embargo, casi siempre se los encuentra unidos y sonrientes, como si nada pasara por su alocada y siniestra mente: “Cada palabra, gesto o acto, en apariencia inocuo, tenía un código secreto que solo ellos conocían. Si alguien –acaso un vecino- hubiera podido descubrir su juego desgastante y a ratos siniestro, se habría soltado a reír al escuchar tantas tonterías repetidas día tras día, pero ellos jugaban en serio y a fondo, como si todo fuera aleatorio, como si en cada momento se reinventaran en el odio que decían tenerse. Una brumosa mañana, ella cambió por fin las reglas y él, desconcertado, descubrió el cambio demasiado tarde.

Muchas veces la familia quiere imponer un ideal que no siente el hijo o la hija, provocando desazón y contrariedad en la persona que lo sufre, provocando una reacción contradictoria que no se le atribuye al problema, entonces qué sucede: “La lograron salvar de milagro, pero solo su cuerpo volvió a la vida porque tan pronto despertó, su alma no paró de llorar. Los antidepresivos no ayudaron. Los sicólogos menos. El abuelo dijo entonces algo que de pronto cobró sentido: déjenla ser lo que ella es. Y la dejaron. Ella volvió a las lecturas, al silencio, al ensimismamiento. Años más tarde, dio a luz su primer poemario.”

Amigo lector, como los que acabo de reseñar, encontrarás muchos otros cuentos con el mismo ingenio y habilidad lingüística procaz y única. Unas moverán la sonrisa y otras te dejarán pensando en si es o no la verdad que no nos cansamos de escudriñar. Son cuentos de un artista de la palabra y del mejor diseñador de moda de la vida, esbozado por un habiloso sastre de la puntada perfecta. Nos dice Francisco VI Duque de la Rochefoucauld escritor, político, poeta francés: “Estamos acostumbrarnos a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos”.

Equipo de Redacción

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