«Cordillera del cielo» 1 relato de Nara Osés

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«Escribo este reporte todavía llena de indignación. Verano del año 2015 y en Ushuaia no se habla del genocidio del pueblo Selknam, ocurrido a principio del siglo veinte.»
Escribe Nara Osés para Gafe.

Escribo este reporte todavía llena de indignación. Verano del año 2015 y en Ushuaia no se habla del genocidio del pueblo Selknam, ocurrido a principio del siglo veinte. No hace tanto. Me corrijo, no todos hablan, algunos sí. Y si quiero encontrar textos interesantes, los encuentro. Mi bronca es reciente. Acabo de llegar de una muestra de fotos y videos. Un local pequeño, pintoresco, mucha madera, en la Avenida San Martín. La presentadora y curadora de la muestra, la sobrina nieta del cura salesiano De Agostini, una joven italiana simpática, estaba acompañada de un argentino solemne y muy arreglado para la ocasión. De Agostini fue un sacerdote interesado por las cumbres de esta zona del mundo, llegó en 1910, a Punta Arenas, a participar en la obra evangelizadora de Don Bosco. Apenas llegó, cuentan, empezó a pensar en escalar el Sarmiento y se tomó un pequeño barco para recorrer la Tierra del Fuego. Su trabajo era la docencia, pero la nueva misión de Agostini comenzaba a ser la exploración, la fotografía, la creación de registros geográficos y meteorológicos.  Ascendió el monte Olivia, el Carbajal y el Belvedere, incursionó por el glaciar Upsala en el Lago Argentino, recorrió los canales fueguinos. Quiso ascender el Fitz Roy, no lo logró, pero sí hizo cumbre en el San Lorenzo, a tres mil setecientos metros de altura, en noviembre de 1943. Ya sobre el final de la charla, la sobrina expresó que la isla de Tierra del Fuego, siempre lo cautivó, concluyó en una mezcla de italiano y español, muy encantador. Pregunté si se abriría un espacio de diálogo con las personas presentes. Ella sonrió y miró al argentino elegante, el muchacho me miró con seriedad, y dijo, sí, la escuchamos. Me presenté como corresponsal de la radio comunitaria Che, de la provincia de Neuquén. La cara del hombre se puso aún más sobria. Le dirigí mi pregunta a la sobrina de De Agostini, ¿podría usted contarme qué opinaba su tío del exterminio del pueblo Selknam?, sólo eso alcancé a decir. Ella comenzó a contestarme e hizo referencia a un texto que se encontró hace pocos años en España. Pero el muchacho atildado la interrumpió. Con una sonrisa tensa me explicó que los Selknam no pudieron sobrevivir a las nuevas condiciones de vida que trajo la civilización. Y que esa es la documentación que han dejado los salesianos. Y terminó diciendo, si usted busca encontrar otras explicaciones menos históricas, más ideológicas, no es este el lugar. Y miró con disimulo el folleto de invitación y promoción a la muestra. Me retiré ofuscada. Volví a leer ese folleto, entre los auspiciantes, empresas herederas de la familia Menéndez. Aquellos estancieros que llenaron la isla de ovejas y exigieron a los gobiernos de Chile y Argentina, terminar con el problema de los indios. Eso significó exterminar a los Selknam, pueblo nómade que llegó a la Tierra del Fuego once mil años atrás. Comían lo que   cazaban, principalmente, guanacos. Y cuando los colonizadores introdujeron las ovejas, cazaron ovejas. Todo esto fui pensando en el pequeño recorrido desde la muestra al hotel. Escribo con ira, ya corregiré. Tengo una llamada de la conserjería. Me preguntan si puedo atender a la sobrina de De Agostini. Le digo que sí. La joven me explica que ella se hospeda en el mismo hotel, que durante la mañana me vio desayunando, me quiere comentar que su tío , escribió  el libro Treinta años de la Tierra del Fuego, mencionando  las matanzas  de indios que los exploradores, los estancieros y los soldados realizaban con sus mausers . Pero me advierte que en versiones posteriores esos párrafos desaparecieron. Le pregunto si sabe por qué, me responde que podría ser por la postura que la orden salesiana tomó frente a lo sucedido. Le pregunto si la familia Menéndez, la misma que organizó la muestra, sostenía la obra religiosa de Don Bosco en la Patagonia. No me contesta y se despide con un arrivederci.

Nara Osés

Equipo de Redacción

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