#brevesycontundentes «Algo así como la felicidad» de Teresa Ojeda

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Teresa Ojeda nos presenta dos de los microrrelatos incluidos en «Algo así como la felicidad» (Colección Digital de Microficción Femenina Breves y contundentes, Editora BGR)

CARTA AL VIENTO

En esta tarde de noviembre, el mar está bravío. Las encrespadas olas golpean los tetrápodos que protegen la dársena del muelle y el viento arrastra infinidad de gotitas de agua salada. Con fuerza, como si fueran manotazos, las deposita en mi rostro, en mi pelo, en mi ropa.  El tiempo quiere hacerme entender que no soy bienvenida, pero no me importa. Aguanto las embestidas. Cierro los ojos y me impregno del olor a salitre, a mar, al pasado… la nostalgia es muy fuerte. Tu ausencia, más notoria. Hoy hace un año que te fuiste. Cuánto ansío un reencuentro. Cuánto me gustaría que pudiéramos estar juntos, como siempre lo estuvimos, pero eso ya no es posible y una vez más me domina la tristeza. ¿Dejará de doler algún día? No supe ver en tus ojos el deseo de dejarme. No supe o no quise entender que alguien, del otro lado de la vida, te reclamaba para sí, y cuando acudiste a su llamada, me sentí traicionada. Pensé que eras un estúpido por haber tomado la horrible decisión sin consultarme, sin hablarme de esa obsesión que terminó por alejarte de mi lado. ¿Cuál fue mi equivocación, cuál mi responsabilidad?  Llevo un año haciéndome esas preguntas y esta tarde, aniversario de tu partida, aquí, en este mismo muelle en el que decidiste saltar al vacío, me atrevo a escribirte y que el viento te lleve mi carta allá adónde te encuentres. Por favor, contéstame; me merezco al menos una respuesta.


LA IMPORTANCIA DEL COLOR DE LOS OJOS

Los negros cristales de las gafas con las que intentaba esconder sus complejos, le impidieron ver el color y el amor de aquellos ojos verdes de mujer con los que soñaba cada noche y se tropezaba cada día. Ella, luciendo coqueta unas caras gafas de sol, tampoco pudo ver nunca los ojos castaños de aquel hombre que tanto la atraía. Ambos, se gustaban, se soñaban, se extrañaban… Parecía que el destino se empeñaba en emparejarlos, pero, al final, fue más fuerte la negrura de unos cristales. No pudiendo ver ninguno de los dos ni el color ni el calor de sus ojos, solos y tristes, se perdieron por los caminos de la vida.


Equipo de Redacción

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