«Universo 127 Expandido» de Lucía Carvalho; por Angélica Guzmán Reque 

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Angélica Guzmán Reque reseña la obra «Universo 127 Expandido» de la poeta boliviana Lucía Carvalho

La humanidad es alcanzar la tecnología adecuada para las razones equivocadas.

R. Buckminster Fuller 

El libro de poemas o poemario Universo 127 Expandido, de Lucía Carvalho, varias veces premiado y traducido al inglés, es un valioso poema de la nostalgia por lo que fue y la interrogante que despierta aquello que empezamos a conocer y nos ofrece un sinfín de interrogantes. :”El daño crece/ mientras las letras son reemplazadas por números/ El d4ñ0 d3sv4n3c3/ Es tanta la humedad/ no me deja abrir/ P03b0t/ No me deja cerrar./ P03b0t/ Ganaste./ Estoy cubierta de larvas./ Infección fin41iz4d4.” Ampliamos el significado metafórico de larva, siendo éste un animal en estado posembrionario, la poeta quiere decirnos que, ella o, casi todos, estamos en estado embrionario porque apenas conocemos la tecnología que se manifiesta diferente y creciendo todos los días. Sin embargo, es un hecho que vino para quedarse y debemos someternos a ella. como ella misma dice en el título, es universal y está expandido por ella.

Lucía es una joven que vivió sus primeros años en los finales del siglo anterior, años en los que sentimos el cambio de los juegos de la imaginación y la inocencia, por los que nos hacen pensar ¿dónde estamos y qué debemos hacer?: ”Pienso que ya no nos une el tacto/ ni nada relacionado con la presencia física/ nos unen estas historias de emojis/ estas historias bloqueadas en términos y condiciones estos/ recuerdos mutilados que yo elijo o no mostrarte/ pero que no se le puede ocultar a esta inmensidad radioactiva/ que guardo en mi bolsillo/eterna y efímera.” Eterna. Sí, porque no volveremos a sentir la presencia de los abrazos y juegos; pero efímera, sí, porque nuestras vivencias cambian, las generaciones se transforman y llegan otras formas de pensar y de sentir. Sin embargo, no tiene seguridad porque es una red perniciosa, muchas veces, no respeta la privacidad, no tiene individualidad y, así como un simple clic te lanza al mundo, ése mismo clic, puede derrotarte en un mundo cruel y anónimo. “Una caída y se parte en pedacitos./ Un intruso y puedo ser expuesta ante millones./ Mi imagen en los dedos de tantos desconocidos./ Una débil contraseña/ una mala conexión/ y tendría que volver a la vida silenciosa/ hasta reiniciar/ hasta renunciar/ a mi vida útil.”

Lucía vive en y con la poesía. Ella despierta con la sensibilidad que su mundo le obsequia: la tecnología, esa amiga que se introdujo sin permiso y empezó a actuar ordenándonos lo que deberíamos hacer y, lo hicimos.

Los jóvenes, siempre dispuestos al cambio, apasionados por lo nuevo fueron los que mayormente se instalaron y, hoy están enredados y enmanillados con todos los cambios que experimenta día a día.: ”Que un jugador/ Un ser superior/ coloque la cocina al lado de mi cama/ y con un botón/ quite todas las ventanas de mi cuarto abra el gas/ prenda la cocina/ Y yo./ No me pueda mover/ No me pueda mover/ No soy un robot/ Yo me asusto/ Yo grito/ quemándome/ por nada.”

La tecnología también se enferma y, muchas veces, de muerte. Esos virus son letales, tan letales como son los virus en nuestro organismo. Lo malo es que lo producen mentes criminales que viven pensando en el mal. La mente del ser humano no deja su genialidad, también para el mal: “Me dejaste la memoria llena de virus/ yo creo que es más fuerte que un resfrío. / Una fiebre amarilla/ Electro – fiebre – amarilla debe ser/ dice la abuela/ No puedo averiguar qué es. / Solo tengo esta memoria enferma. / Mejor la desconecto/ no se puede vivir así/ tan enferma.” Una enfermedad que bien puede producir el virus de la máquina, o puede ser el virus que produce el malestar de tener que enfrentarse a un ser desconocido.

Podría asegurar que cada uno de los poemas es un signo de interrogación, no solo para ella, sino, sobre todo para los lectores, para los que conocemos poco o, finalmente desconocemos ese mundo, un mundo nuevo, conformado no de calles, ni de avenidas, menos de puentes y playas. Es un mundo de cables y de ruidos, de emoticones, de palabras y frases dichas, donde no sabemos quiénes hablan, quién es quién: “Ese día parece una imagen/ Interrumpida/ por la estática./ Interrumpida/ por píxeles./ Todos los días parecen mensajes./ Interrumpidos/ por caritas formadas con signos de puntuación/ anunciadas por vibración./ Y el presente parece un viaje en micro/ Interrumpido/ por huecos en el camino/ por vidrios que atraviesan las llantas./ Y nosotros parecemos una llamada telefónica / Interrumpida/ por un mensaje de voz/ por un corte eléctrico.”

Los poemas de Lucía son un llamado a la identidad que parece que se pierde en la maraña de cables y en aparatos eléctricos que, sin apenas darnos cuenta se han apoderado de nuestro cuerpo, de nuestra mente, inclusive del corazón porque se siente con una figura, se dice con un emoticón. ¿A dónde vas humanidad? El Territorio que antes nos pertenecía ahora pertenece a territorios de pertenencia económica de los consorcios poderosos que están detrás de las redes, por eso: “Este no es un cuerpo/ es un nido/ hecho con ramitas/ hojas/ gusanos/ saliva/ Y esta no es vida/ es un papel/ juego de rol (…) Instrucciones que nadie lee nunca/ pero que todos las conocen/ y en ese todos no estamos todas/ porque sin importar las olas de colores que inundan la ciudad/ falta una pieza/ Mi derecho/ en/ este/ cuerpo.”

Se puede leer, también, poemas que expresan el acontecer del día, el accionar de cosas triviales, pero que son importantes porque son momentos que nos hicieron pasar minutos, horas, tal vez de nuestro diario vivir, coas que parecen intrascendentes, pero que no lo son por son parte de aquella biografía que ya se encuentra escrita en el libro predilecto de la mente y el corazón: “Sos esa canción que pongo camino a casa/ y murmuro la letra en mi cabeza/ (…)Sos esa letra que me sé de corazón(como dicen en francés)(…) Sos ese día caliente/ al mediodía en la plaza(…)Quisiera contarte que ahora hay cemento en mi jardín/ que ahora hay electricidad en mi campo o monte./ Sos la maleta azul que olvidé en la puerta de la Iglesia./ Ahí guardaba ropa,

(…) para que te camufles de morado en las procesiones de octubre/ sos las ganas de escapar/ por el pozo escondido en mi jardín.”

El poema Niña Perro, pienso que se refiere a la forma en que viven muchas niñas abandonadas, por muchas circunstancias que la vida y el llamado destino parece que se ensañara con ellas. La poeta hace un retrato del diario vivir de esas niñas que las vemos por las calles arrastrando su destino, que no sabemos si fueron ellas que van purgando la falta de sus padres o de la misma humanidad que riega por el mundo tanto niño que los cría la calle, entre desperdicios y malquerencia de gente que deambula sin siquiera mirarlas:” arrastra por la calle/ manos/ patas/ arrastra parásitos extremos/ ella no es depredadora/ ella avanza/ pasos desubicados/ pasos desorbitados/ ella avanza” lo interesante en este poema es que estos últimos versos se van repitiendo a lo largo del poema, como indicándonos que, podría ser que, pese a la falta de atención, no se rinde y avanza:” deja marca en el cemento de la ciudad vacía/ llena el vacío de la ciudad sin pasos/ ella avanza” aunque su voz no se escuche, aunque parece que nadie le presta atención, pero ella avanza, decidida, no retrocede: ”Niña perro/ busca entre las bolsas de basura/ restos trozados de familias/ restos inorgánicos/ gestos abusivos/ en el encierro productivo/ olfatea la sangre que corre/ por los cables que sostienen la tierra sola” la niña se alimenta de los restos de basura que encuentra en los basureros, los que fueron desechados por la gente que tiene demás, pero que no piensa en esta clase de niños. Son restos tirados a la basura con desprecio y desdén. Restos que tienen el olor de sangre de los desterrados, sangre que lleva el olor del sudor del sacrificio de la gente que trabaja la tierra o elabora los alimentos. (…):” ella avanza/ella busca/ Observa las señales del cielo/ clava sus dientes en el asfalto/ busca/ rebusca/ recicla/ Arrastra pasos horizontales/ sin saber/ que su existencia quedará registrada/ en las retinas de cobre de espejos negros.” La niñez que ignora la verdad sobre su origen, ella piensa que la vida es así y debe vivir así. Pese a todo brinda su sonrisa al transeúnte que, tal vez, le brindará una caricia, o, por el contrario, hará una mueca de repulsión y se alejará de su lado. Duerme entre papeles, su cama es el cemento frío y duro de la calle, no se da cuenta que algún curioso fotógrafo la retratará para mostrar al mundo las redes de la vergüenza, o se mofará de gente que jamás piensa en la orfandad que deambula por calles y plazas.

Tomemos en cuenta lo expresado por Omar Bradley, General del Ejército de EEUU. “Si continuamos desarrollando nuestra tecnología sin sabiduría o prudencia, nuestro servidor se convertirá en nuestro verdugo.”

Equipo de Redacción

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