«Una banda celestial», un relato de Luis Alberto Serrano

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«Una banda celestial», un relato de Luis Alberto Serrano

UNA BANDA CELESTIAL

          Llevaban más de un mes por todo el mundo grabando un programa de reality show para emitir durante ese verano y darle bombo en horario de máxima audiencia. El concepto no era novedoso, pero le daba muchos beneficios al canal de televisión. Se apostaba por sacar trapos sucios de cantantes famosos y, ese equipo, en lo de airear vergüenzas ajenas eran unos maestros. Su título: “Secundarios de Lujo”. La idea era simple, entrevistar a varios músicos latinos que hubieran triunfado a la sombra de algún artista internacionalmente consagrado, y sonsacarles información asquerosamente “inédita”.

Con el imprescindible motivo de abaratar costes de producción, esa semana habían enviado a los equipos de grabación a New York y poder filmar a todos los invitados de una sola vez. Organizaron una cena con ellos la noche anterior. Siempre decía el director que, bien regados de alcohol, fluían recuerdos que no hubieran salido de otra manera. Así, al día siguiente, servían de suculento festín de informaciones exclusivas para la audiencia y las redes sociales.

          Juan “el Irlandés” era apodado así porque, aunque era del andaluz barrio de Triana, bebía whisky como si no hubiera un mañana. Sereno era un manta, pero borracho había sido el mejor batería que había tenido David Bowie, en directo, en toda su carrera. Tarde, como llegaba a todos los ensayos, apareció el mexicano Alfredo Gutiérrez “Guti”. Sus andares eran lentos, como si la vida de él fuera a menos revoluciones que la del resto de los mortales, pero cuando tenía la guitarra en las manos se transformaba como si le hubieran disparado un certero hechizo. Hizo sustituciones en Deep Purple tras la salida de Ritchie Blackmore, pero sus faltas a los ensayos lo condenaron. Bueno, no es que faltara, es que llegaba tan tarde que ya todos habían acabado cuando él entraba por la puerta. Y qué decir de Savior Kings. Pocas personas habían ajustado su bajo a la batería como lo había hecho el zurdo en la banda de John Lennon. También era de Sevilla y, en realidad, se llamaba Salvador Reyes. Sus furtivos coqueteos con Yoko Ono casi le cuestan la vida. Su salida a trompazos y su huida posterior del local de ensayo para salvarla en la que Lennon casi le parte la crisma con su Fender, fue publicada con titulares en toda la prensa musical de la época. Acabó actuando en garitos y antros.

          Durante la noche anterior, como había preparado el director del programa, después del suculento menú en uno de los restaurantes más exclusivos de Manhattan, se fueron a una lujosa suite en la planta más alta de hotel de la calle de enfrente. Allí disponían de un servicio de bar con varias botellas, incluida las de whisky irlandés. Hasta las tantas estuvieron recordando pasajes escabrosos vividos, que no eran pocos y, algunos, demasiado bochornosos. Con el alba, acabó la conversación tras una propuesta formal de los músicos de montar una banda entre ellos en un futuro cercano. Habría que buscar un cantante, pero eso sería cosa fácil si los músicos eran de tal calibre. El director, que permanecía más callado y dejándoles a su “ritmo”, propuso ponerle a la banda “The Lobsters” en honor a los centollos que se habían apretado, sin tino, esa noche. Ya amanecido, todos se fueron retirando y quedaron para la noche siguiente a las 21 horas y grabar todos los testimonios que recordaran y poder hacer un programa dinámico y divertido. A Guti, le dijeron que su turno sería el primero a las 7 de la tarde, convencidos de que lo grabarían el último porque vendría cuando estuvieran acabando de grabar a los otros.

          En la noche, el equipo se empezaba a desesperar. Pasaba un cuarto de la hora convenida y no había llegado ninguno de los músicos, cosa que era entendible. Pero que no hubiera llegado el director, que no sólo es que fuera puntual, que lo era, sino que, además, era de los que llegaba el primero para dar las órdenes oportunas y que todo fuera sin contratiempos. Pues no llegaba tampoco. Una hora después, la gente de producción empezó a investigar. Algo andaba mal. Empezaron a llamar al hotel de alojamiento, al restaurante, a todos sitios que se les ocurrían. El técnico de sonido dijo de llamar a los hospitales. Pero el regidor, mirando su Twitter descubrió una noticia que decía que 4 personas envenenadas de marisco en mal estado habían fallecido en el Hospital Monte Sinaí. Llamaron urgente y sus peores sospechas se confirmaron. Eran el director y los tres músicos que habían compartido aquella cena que estaba intoxicada.

          En el tanatorio, todos lloraban. Los cuatro espíritus, presentes y viendo a sus seres queridos darse los pésames, divisaban la escena estupefactos desde el “más allá”. No se lo podían creer. La banda había muerto antes de nacer. Cuando todos se retiraban, el director les propuso montar un grupo de rock en el cielo. Siempre quiso ser cantante y esa era la mejor oportunidad que había tenido nunca. El “Irlandés” dijo que le pediría apoyo a Bowie para arrancar, a lo que respondió Savior que no contaran con él para pedirle ayuda a Lennon.

Luis Alberto Serrano

Equipo de Redacción

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