Un puñado de palabras, de Josefa Molina; por Sergio González Quintana

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Sergio González Quintana, nos presenta en el ‘El rincón de Sergio’, un análisis de la obra poética «Un puñado de palabras», de Josefa Molina (Colección Poesía Móvil, Editora BGR, 2021)

En la introducción de Un puñado de palabras, de Josefa Molina (Editora BGR, 2021) se señalan los distintos contenidos a los que corresponden los versos de esta plaquette: “a veces, a un visceral dolor, otras a la doliente nostalgia, en ocasiones a la más hiriente duda y su mayor parte, a la ingenua intención de anhelar conformar un poema”.

El dolor aparece manifestarse en “Colores”, “Allá fuera”, “Verso ingrato”, “Boquear”, “Equilibrio”; la nostalgia, en “Tiempo” y “El añil velo”; la duda, en “Intento” y “Palabra”; la metapoesía, en “Así es un poema”. No obstante, estas fronteras no son obstáculos para ver que “esa ingenua intención de anhelar conformar un poema” está presente en todos los textos, y que la nostalgia y el dolor no se tratan de manera separada, sino que, como escribe Molina en “Palabra”, en el que, poniendo de testigo los estragos del paso del tiempo en su propio físico, acaba por afirmar: “Tengo demasiados cansancios sin respuesta…”.

A la irregularidad métrica 1 que caracteriza todo el poemario, opone la autora unas estructuras paralelísticas y repeticiones con las que consigue el ritmo poético, además de los recursos de la armonía vocálica y de la asonancia interna. En todos ellos, junto al silencio propio de la pausa versal, hallamos mayores silencios en la separación del poema en partes. Este recurso métrico es propio del denominado “poema complejo” 2, que divide el texto en partes no estróficas, con lo que se añade un espacio en blanco muy significativo. En este sentido, interesa resaltar la importancia de los silencios3, que, como procedimiento estilístico pretende una suspensión momentánea del pensamiento, que se ata por unos instantes a la idea recién leída 4.

Sobre las estructuras empleadas por nuestra poeta, existen variantes. Por ejemplo, veamos el poema con el que se inicia el libro:

COLORES

Hay [una paleta de colores] (A)

[que anulan mi vestido] (B)

[vestigios de un cubo de rubik] (A1)

[que no encuentran alienación posible] (B1)

Hay [un cuadro de colores indefinidos] (A2)

[iniciando (B2)

un camino de ruido]

[giro y giro sus seis lados (C)

en mecánico delirio,]

[mas no logro (D)

descubrir el sentido.]

A la anáfora “Hay” le sigue, en ambos grupos de versos un período nominal (“una paleta de colores…” / “un cuadro de colores indefinidos…”). Y a estas, una oración adjetiva (“que anulan mi vestido…” / “iniciando5 un camino de ruido”). Esta estructura la podemos representar de la siguiente manera: Hay (A + B + A1 + B1). Hay (A2 +B2). En el primer grupo, encontramos asimismo una metáfora nominal por aposición6 (“… mi vestido / vestigios de un cubo de rubik / que no encuentran alienación posible”) con idéntica estructura al período inmediatamente anterior, como podemos comprobar en el poema.

Llamaremos C y D a los grupos de versos siguientes, que conforman una estructura antitética “C mas no D”: “giro y giro sus seis lados / en mecánico delirio, // mas no logro / descubrir el sentido”.

De esta manera, la autora que no consigue “descubrir el sentido” de la vida, asemeja esta a un cubo de rubik, en el que las expresiones (“no encuentran alienación posible”, “iniciando un camino de ruido” y “giro… en mecánico delirio”) añaden a esa búsqueda una angustia personal. Otro recurso que refuerza el ritmo es la asonancia interna í-o (vestido, vestigios, indefinidos, camino, ruido, giro, delirio, sentido).

En “Allá fuera”, hallamos tres grupos de versos, todos iniciados con la anáfora “Allá fuera”, a la que sigue la estructura sintáctica Sujeto + Verbo + Complemento:

Allá fuera, [en la calle

boquea el tiempo del silencio] (A)

y [os insolentes ruidos crecen

cual tsunamis devastadores.] (B)

Allá fuera, [as incógnitas

son peligrosos bastiones

de nada] (A1)

y [cada paso es una aventura

inconclusa.] (B1)

Allá fuera, [el camino es un cataclismo] (A2)

que [el viento se empeña en borrar.] (B2)

En los bloques primero y segundo, los enunciados se suman mediante un nexo coordinante (“y”); en el tercero, mediante un nexo subordinante (“que”): Allá fuera, A y B. Allá fuera, A1 y B1. Allá fuera, A2 que B2. Salvo en el primero de los casos (A), en el que los elementos del enunciado aparecen invertidos (quiasmo), el resto lo hace en forma paralelística. Del mismo modo, la armonía vocálica y la asonancia interna refuerzan el ritmo del poema. En algunos versos son muy evidentes los casos de armonía vocálica: las vocales tónicas a-e-a, en el verso 1; e-e-e, en el verso 2; e-i-e, en el 3; o-o-o, en 6; o los de asonancias: fuera-boquea-empeña, insolentes-crecen, devastadores-bastiones, nada-cada, aventura-inconclusa, camino-cataclismo, silencio-viento. Por último, el efecto de los encabalgamientos abruptos destaca expresiones significativas en el poema: “de nada”, “inconclusa”.

La incertidumbre (la falta de certezas) es el leitmotiv sobre el que progresa el poema. Lo observamos por los sustantivos y adjetivos que conforman cada grupo de versos: “el tiempo del silencio”, “los insolentes ruidos”, “tsunamis devastadores”, “las incógnitas”, “peligrosos bastiones de nada”, “aventura inconclusa”, etc., como peligros que acechan “allá fuera”, peligros de los que hay que prevenirse.

Como ya se ha dicho, la nostalgia (aunque no exenta de sufrimiento) aparece en “Tiempo”, en “El añil velo” y en “Intento”. En “Tiempo”, nuestra poeta se pregunta “¿Qué quedará / en esta silenciosa casa / cuando me vaya?”, tras hacer un repaso sobre los efectos del paso del tiempo en los objetos que decoran la casa y que contemplan las vidas de los ahora ausentes, junto con la poeta que mira, observa y reflexiona con una sensación de angustia en el pecho; en “El añil velo” recupera por un momento la infancia; y, en “Intento”, el pensamiento lucha por deshacerse de un “instante”, lo que quizás entronca con la idea que Virginia Woolf plantea por boca de uno de los protagonistas, Bernard, en su novela Las olas, si nuestros recuerdos constituyen una historia o son, por el contrario, hechos aislados7 y que lo que haya más allá de los hechos sean “tinieblas y conjeturas”. Por esta razón, creo que, en estos poemas, Josefa Molina, mira con nostalgia y dolor el recuerdo, revisa y registra situaciones (hechos), objetos, pensamientos…, no para huir de ellos, sino para aprender a vivir con ellos a través del tamiz de la poesía.

Acabamos con la idea que Molina defiende para la poesía. En “Así es poema”, dedicado al poeta galdense Baltasar Espinosa 8, leemos:

Puñetazo fascinado

Impacto en las vísceras

Patada en el estómago

Golpe súbito

Así es poema.

Observamos que, tras una enumeración de imágenes impresionistas y sinonímicas, el adverbio “así”, anafórico por referirse a las imágenes, reúne de forma conclusiva la concepción de la poesía para Josefa Molina, es decir, una poesía iluminativa, de fogonazos de luz que alumbran los oscuros rincones del alma y la conciencia.

Molina es una poeta rigurosa que escribe con un propósito comunicativo claro. Para ello, elabora los poemas con una estructura precisa, elige unos recursos determinados que “iluminan” el contenido y favorecen el ritmo poético, y se centra, sin desviarse, en los asuntos (recuerdos, nostalgia, dolor, angustia, los efectos del tiempo, la inocencia perdida…) que desea comunicar, pues la poesía no es otra cosa que un diálogo entre el poeta y los lectores sobre los temas y las preocupaciones del ser humano.


1 Afirmaba T.S. Eliot en su artículo “La música de la poesía” (La aventura sin fin. Lumen, 2014) que “ningún verso es libre para aquel que desea hacer las cosas bien”.

2 Domínguez Caparrós, José. Diccionario de métrica española. Madrid. Alianza Editorial, 1999.

3 “En poesía importa lo que se dice y cómo se dice, pero también, y quizá por encima de esto, lo que se calla y lo que se sugiere. El silencio y la sugerencia son dos ingredientes fundamentales del poema, gracias a ellos, respira, avanza y llega a la otra orilla” (Bautista, Amalia. “El mercurio que desaparece”, pág. 33. Poética y Poesía. Fundación Juan March. Madrid, 2008)

4 “Alguna poesía está hecha para ser cantada; la mayor parte, en nuestros tiempos, se escribe para ser dicha” (Eliot op. cit.)

5 Aquí el gerundio “iniciando”, modifica al sustantivo “colores” y equivale a la oración adjetiva “que inician”.

6 Decimos que es metáfora nominal en aposición porque se refiere a “vestido” y no se trataría, entonces, de una elipsis del verbo “hay”.

7 “A veces, comienzo a dudar de que existan historias. ¿Qué mi historia por ejemplo? ¿Qué la de Rhoda? ¿Qué es la historia de Neville? Evidentemente, existen los hechos, como por ejemplo: «El elegante joven vestido de gris, cuya reserva contrastada tan extrañamente con la locuacidad de los demás, se sacudió algunas migas de pan de su chaleco y, con un gesto característico, a la vez autoritario y benigno, llamó al mozo, quien se aproximó en el acto y regresó un momento más tarde con la cuenta discretamente doblada sobre una bandeja». Esto es un hecho: esta es la realidad y más allá todo el resto es tinieblas y conjeturas”. (Woolf, Virginia. Las olas, pág. 110. Barcelona. Austral, 2015.)

8 Espinosa, Baltasar. Obras completas (1962-2011). Madrid. Mercurio, 2021. Prólogo de Ángel Sánchez. Josefa Molina recopila y estudia, en este libro, la obra del poeta.

Equipo de Redacción

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