Spleen de la Navidad, por Antonio Arroyo Silva

0

Antonio Arroyo Silva hace una reflexión sobre la celebración de la Nochebuena y sobre el sentido de la Navidad.

SPLEEN DE LA NAVIDAD

Aquí, a las ocho menos diez pm, con ninguna certeza en el bolsillo y la luna menguando aún más detrás de unos nubarrones oscuros que se intuyen sobre las luces de Navidad que apuntalan el patio trasero. Aquí, donde el perro ya intuye las tracas de la alegría de gente que es feliz una vez al año, al menos, y el perro –como decía — empieza tenuemente a ladrar como un niño que espera el castigo final y la gente—también decía—prepara los petardos y la algazara consecuente. Me solazo con Leopardi, pienso en su doble joroba; pero su poema «El Infinito» me golpea en la mente: «Así a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento/ y naufrago dulcemente en este mar». Si un grano de arena entiende lo que es una montaña; y la montaña, una cordillera—así hasta la infinitud —, ¿cómo nosotros, los pensantes, no nos sentimos como parte de esa inmensidad que Leopardi intuyó, pero que al mismo tiempo le hacía sentirse extranjero de la vida y su espacio? Así que esta noche todo está dispuesto para espantar la inmensidad de la noche. Leopardi y los perros aúllan al unísono: el primero en mi conciencia, los segundos en la inmediatez de las nueve pm. Aquí, por tanto, en este espacio y esta noche que la mayoría considera muy especial—yo las considero a todas muy especiales—, con el estruendo de las cosas humanas invocando el nacimiento de la divinidad, no sé qué decir o creer. Solo siento una energía que me impulsa en sentido contrario y me sitúo en el lugar de los perros y en medio de las jorobas del gran Leopardi. Nada me dice que es Navidad. Solo la radio que llena mis orejas de villancicos enlatados. La comida en familia es la misma de siempre. Solo me importa estar con la familia: ya de por sí estar juntos esa noche es un triunfo y una celebración. Alzo la mano para tocar el cielo, la mano de la mente que me dio Luis Feria —claro está—. Suelto el endulzamiento de una pena en forma de turrón de Jijona y sonrío sin azúcar de más en la sangre.

©Antonio Arroyo Silva.

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *