«Silencios llenos de trinos» de Amalia Cordero, por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque nos adentra en la obra «Silencios llenos de trinos» de Amalia Cordero

Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces”

Gabriel García Márquez

El libro Silencios llenos de trinos, de Amalia Cordero, como el título sugiere son microcuentos que nos conducen de la mano hacia la nostalgia que producen los recuerdos que perduran en el alma y no se separan porque son la música que y ayuda a renacer, cada vez que la nostalgia nos invade, pero despiertan sonoridad de voces que, al mismo tiempo son música y son silencios porque estamos muy lejos y solo nos acompaña el recuerdo imperecedero: “Busca muy atrás, une hilos de vida y los entrelaza; las alas deben brotar coloridas para que echen a volar, como mariposas, en otros espacios. Pero son tan delicados que es difícil atraparlos por mucho tiempo. Aún ella no ha descubierto que, si no los escribe, se difuminarán hasta desaparecer.”

El diccionario define a la nostalgia como un sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos, nada más cierto porque Amalia, describe lugares, personas, momentos, que como ella misma dice: ”Como presagio, la corriente disminuyó al llegar al rostro del bebé. Un día levantó la mirada y vislumbró el futuro. Se sorprendió al descubrir corrientes de agua disminuidas, caminos con obstáculos, guerras. Desde lejos una voz le advirtió: destierra tus miedos, observa, escribe lo que ves, que ese testimonio será huella de tu paso por la vida.”

Las emociones nos embargan y se presenta la nostalgia por lo vivido, lo soñado, por los momentos felices, recordamos las risas, los sabores que nos abrazaron con amor, que nos hicieron sentir que estuvimos vivos, sin embargo, nos alejamos con la carga de buenos recuerdos y, cada vez que hurgamos en la mente y el corazón, pronto se asoman y nos producen la nostalgia que nos acompaña, mientras lo pervivimos:” No sé si puedo continuar avanzando. Un estremecimiento colma mi cerebro. Siento que alguien, a mi lado, habla sobre visitas, pero no entiendo. De pronto, regreso a correr por las desnudas habitaciones. Escucho voces antiguas. Fugaces, dejan girones de vida en el viento que se desliza entre las ramas de los árboles. Aparecen mis ancestros. Tienen las manos en alto diciendo adiós al tío que va para la guerra. Guardo un deseo mutilado de querer abrazar tantos manantiales que han armado mi vida sobre aquella.

La vida está hecha de recuerdos y, hay elementos que se graban en la mente y afloran cuando hay algo que nos conduce, libremente hasta esos parajes, en esta caso es el mar, quizá podría ser la inmensidad azul, las olas que revientan cerca a los acantilados, el sonido musical que se graba en los caracoles, pero son recuerdos y, para quien ha vivido junto al mar y ha disfrutado de su placidez es nostálgico el recuerdo: ”¡Vivíamos tan lejos de la costa! Para nosotros, guajiritos pobres, poder salir de paseo era imposible. Ni siquiera estaba en las opciones. La euforia inicial me instó a correr, a lo largo de la orilla con mis amigos, hasta que alguien de uniforme, nos detuvo. Allí, donde las arenas finas y las sombrillas, no podíamos pasar. / Regresamos. Nuestro lugar era la zona de las piedras con sus conchas, los restos de algas, trozos de madera, quizás de barcos muy antiguos. Mi primera playa no era muy atractiva, pero en ella quedé atada al mar, con un caracol que le robé y en el que atrapé su canto de silencios, llenos de trinos.”

Para Amalia, la vida está llena de retazos, y esos retazos son las vivencias que la acompañan, siempre en el anhelo de volver a vivirlos, de sentirlos como los trinos (que ella los describe) porque son música, versos que calaron en las emociones, que se hicieron carne, vivencias y son como el álbum de fotografías que, cada sonrisa, cada brizna de existencia se grabó, con letra indeleble, mientras lo palpa, pero luego, se patentizaron, se tatuaron en su piel, y, es cuando la visión de algo, afloran esos sentimientos y revive los años felices, los que le dejaron el sabor eterno del amor del terruño: ”Amo la ceiba centenaria y arenas grises de mi infancia, confidentes en épocas de dudas. (…). Pero no puedo negar que les he sido infiel a estas llamas silenciosas. Soy amante sin temores ni prejuicios de una ciudad llena de luz y de vida, en su antigüedad. Me enamoran sus calles, las paredes crudas donde se esconde el moho del salitre, el olor a ola que revuelve el fondo marino, el cielo y su metamorfosis de colores. A ella quiero entregarme sin tiempo, mi musa eterna: La Habana.”

Su libro está dividido en partes, donde expone distintos pasajes de su vida, pero no dejan de ser sus recuerdos nostálgicos de la felicidad de sus vivencias. Así la parte que titula Instantes y Presagios, son, precisamente, esos instantes en que, como relámpago de tormenta, nos llegan los recuerdos y afloran, florecen, al igual que un capullo se abre a la mañana y muestra sus colores y exhala sus aromas. Ella recuerda al amigo, al que le cortaron las alas y le cerraron la jaula, pensando siempre que, el encierro pudiera borrar todo vestigio de libertad. Lo recuerda como al ser que fue y, la manera en que le abren las puertas, pero son las puertas del infinito. La muerte de un amigo que es como le arrancaran las fibras del corazón: ”pero la noche larga de su vida en cautiverio, reflejada en aquella mirada nublada, se hacía cada vez más densa. La jaula abierta no se sorprendería al verlo partir. Hasta que, en silencio, sin un suspiro, batió alas. Planeó, planeó, pero dejaba pendiente la entrega de un mensaje. Cuando lo imaginamos lejos, allá en otro nido, no tan cálido, rachas diferentes traían algo de retorno: “el pájaro que picotea el vidrio y se refleja en la ventana.’’ Volvió envuelto en el plumaje de un sinsonte. (…) Lo acompañó el silencio: el de las despedidas, el que lo llevó rumbo al horizonte. Rozó las huellas aún frescas sobre las sábanas, todavía con su fragancia. (…)—¡Será por ventura, dejar tu esperanza de vida y de amor!”.

No siempre, la muerte, es el vacío que a veces llena de pavor el alma, la fe y la esperanza que ella vive, se manifiesta en el amor que perdura, aún después de la muerte. Es la esperanza de la compañía silenciosa, etérea, pero que es como una brisa de mar, o como el leve movimiento de hojas de los árboles. Ella sabe que está ahí y que no la abandona: ”Un sillón fue el refugio. Al paso de los días, su pena y cada lágrima se dispersaron. Aunque aquella herida sería imposible de cerrar. Entonces, una ráfaga de luz que sólo ella captó, iluminó el espacio. Regresó la mirada al último “te amo’’ y una corriente fluyó desde los brazos hasta los pies. Después de un suspiro, el aroma de paz, con ella misma, la llevó a exclamar: —Cada noche él volverá, para acompañarme.”

Amigo lector, tiene muchos cuentos más que podrá desentrañar y sentir el aroma que todos llevamos dentro y nos acompaña como el bálsamo que el corazón necesita, segura que encontrará alguno que lo llevará a los confines del recuerdo que tiene almacenado como el tesoro mejor guardado. Excelente lectura, mejor reflexión.

Marguerite Annie Johnson, más conocida como Maya Angelou, escritora, poeta, cantante y activista por los derechos civiles estadounidense, expresa: “La nostalgia por el hogar vive en todos nosotros, el lugar seguro a donde podemos ir como somos y no ser cuestionados”.

Equipo de Redacción

2 pensamientos sobre “«Silencios llenos de trinos» de Amalia Cordero, por Angélica Guzmán Reque

  1. Excelente trabajo sobre nuestra querida Amalia que penetra en el interior de sus relatos, e invita a diafrutar de la memoria históricay literaria de una mujer todo sensibilidad y dulzura. Gracias, Angélica.

  2. Hermosos sus relatos llenos de nostalgias vividas al paso del tiempo. Amalia abre su pecho y muestra su corazón arropado de bondad. Su lenguaje propio, refinado, nos hace acompañarla dentro de su lectura y rotar en el sublime remolino de su imaginación. El arte no es la representación de las cosas más bellas, sino la más bella representación de las cosas. Así se muestra Amalia Cordero mediante letras que conforman palabras dándole sentido propio a su imágen como escritora. Confieso que es mi amiga personal con la que he compartido horas de provechosos talleres literarios y largos comentarios culturales. Agradezco a tan prestigiosa revista y su directora por ese noble gesto hacia Amalia Cordero y su literatura. Gracias.

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