«Scheherezade Pixelada», de Sandra Concepción Velasco; por Angélica Guzmán Reque

0

Angélica Guzmán Reque nos ofrece un análisis de la obra «Sherezade Pixelada» de Sandra Concepción Velasco

Tu mirada se aclarará sólo cuando puedas ver dentro de tu corazón. Aquel que mira afuera, sueña; aquel que mira hacia dentro, despierta”

Carl Jung

Sandra Concepción Velasco, con su libro Scheherezade Pixelada manifiesta su sentir en el mundo de hoy, pero no está plenamente convencida de vivir en un mundo donde parece ser un denominativo tecnológico que, muchas veces no lo entiende el mayor porcentaje de las personas, en nuestro alrededor. Pertenece a una nueva generación que, parece que estuviera hecha de pixeles. Entendemos que un pixel es el elemento más pequeño de una imagen reproducida digitalmente. Se requiere de varios pixeles para reproducir una imagen. La autora, pone o más bien, retrotrae la imagen de Scheherezade, desde los orígenes del cuento y entremezcla con el mundo tecnológico de la actualidad y, ella misma se manifiesta como un elemento, no aceptado plenamente porque explica: ”Soy de la generación que se dio cuenta que no tendremos casa propia ni trabajo totalmente estable toda la vida, pensamos mucho antes de tener hijos y las posibilidades de tener una pareja como complemento se ha convertido en algo no convencional. Así vamos por la vida, recurrimos al humor y las pantallas digitales que son nuestros dioses del Big Data.”

La autora, desde una primera persona refiere la historia o leyenda de los dioses de la naturaleza, donde, ella misma, es parte de esa naturaleza misteriosa, así como son los cuentos de Scheherezade, fantásticos, mientras se es niño, pero terribles cuando interpreta la razón y, ella, se transforma en el ave, llamado cuyabo, que se dice, ser la imagen viva del dios de la naturaleza y el ser humano que, de alguna manera es la imagen de Scheherezade, que no muere, mientras tenga episodios que narrar y mantener vivo el deseo de existir: ”Inventaron historias sobre mí, unas macabras otras mágicas, hice el bien pero me despreciaron, hice el mal y no me temieron; muchas formas de muertes atrapó mi cuerpo, quemaron mi cuerpo para desaparecerlo, soporté tanto desprecio. Ahora canto, ya no soy esa niña soy el cuyabo.”

La obra está dividida en 30 microcuentos, cada uno bajo el título de Noche, palabra que encierra simbología y significaciones diversas, unas misteriosas, otras de valor emocional. Pienso que Sandra, con el misterio que quiere insertar, no solo en su vida, sino también en el misterio que acompaña a la propia existencia, junto al entorno del que somos parte, intrínsecamente insoslayable porque somos parte de una biosfera que nos proyecta a nuestras propias sensibilidades: ”Últimamente pienso que soy un pixel, un algoritmo de carbono, al paso que vamos no me sorprendería ser un ente de silicio. Soy números y fotos, algunas veces códigos lectorales. Sueño con hologramas, mis visiones tienen interferencias de pantallas. Estoy mutando, escaneo esta realidad y la transformo a mi gusto, religios@s del dataísmo. Encenderé mi celular para que su luz me guie a un espacio donde las velas ya no forman parte de lo sagrado.”

Se dice que la noche es un tiempo de ceguera, que es un viaje sin mapa, porque la oscuridad permite avanzar a tientas y es misteriosa porque la presencia humana se volatiliza. Parece ser que ese andar es de ensoñación y le hace recordar y vivir conocimientos, leyendas, interrogantes, que los retrotrae a colación, como los nombres de gran simbología de la Biblia, como los de Esther: ”Todo consistía en caminarse por dentro. Volcó la cara y sonrió” El significado de Esther, es estrella, no solo la que da luz, sino es la luz del entendimiento, es la luz que todos ser puede comprender, pero si vive una vida interna, una vida emotiva de amor, hacia sí mismo y a su entorno. Dar la vida por los demás.

Otro nombre bíblico es el de Dina de significación de fuerza, en el afán de emprender una búsqueda de algo nuevo o diferente, por eso abandona la autoridad paterna para enfrentarse al mundo. La persona cuya búsqueda es la de saber elegir lo que debe o no debe hacer, con entusiasmo y plena decisión: “Abre la puerta con dificultad, el golpe de encierro rebota en la cara. Dina está feliz en casa, recién sonríe y bota los zapatos lo más lejos que puede, suspira aliviada y se desabrocha el sostén descolorido y estirado. Abre una de las ventanas y sonríe satisfecha, por fin logra pensar en la muerte con cierta tranquilidad.”

Se puede interpretar la noche, como un tiempo de amor, de la ternura de seres que sienten amar y ser amados en una comunión profunda de una pareja que siente su amor al unísono, que no siente, sino la fuerza del fuego que arde en su corazón, es el cuento que titula Tiempo: «245 días / 16 horas/ Miraba su reloj más por ansiedad que por costumbre, masca chicle y sonríe a cualquiera. / Unas horas para que sea un día más o un día menos, le decía una voz en su cabeza, esa que no lo atormentaba, sino que le daba consuelo. / Pronto serán 246 días, sin verla a ella.”

Una de las definiciones que mejor llamaron mi atención es la que muestra la diferencia entre el día y la noche, como el yang y el yin. El día es la claridad del sol y la noche, la luz blanca de la luna, es lo oscuro, lo femenino, lo silencioso, lo místico, lo unitivo, que es el yin. Pienso que Sandra conoce todas estas definiciones y une a su manera de pensar, en medio del mito y la naturaleza, unido a su ser de origen y pensamiento: «Desde mi vereda contemplo, no puedo llorar, ni una puta lagrima cae, tal vez es el sol que me secó los sentires. Pobre mango, no puede escapar de su naturaleza, es incapaz de decir ¡no daré frutos! Tira sus energías entre las losetas, tiro mi amor al suelo infecundo. / Así de errados estamos ambos, veo mi verdad entre líneas paralelas”

La simbología del color, del verde de la naturaleza y de la esperanza de poder entender lo circundante, es la continuidad de la vida, la de no perderse en la incomprensión de quien no ama la vida natural. Es la florescencia, el nacimiento de una nueva vida, de un nuevo amanecer, de un nuevo entendimiento que es lo que busca para entender, pero no convertirse en un pixel, en una cosa: “Pongo semilla en el surco, atónita miro parir a Ñuke Mapu” que es la madre tierra, desde la concepción de la cultura Mapuche y guaraní.

El otro color de gran significación para el yo narrador es el bermellón, que es un color de características magnéticas porque es la coloración del sol en su esplendor del atardecer, es el celaje que se produce en las nubes, en su encuentro con el calor del sol; es también el color del corazón, ese gran órgano que tiene la simbología del amor, en todas sus facetas, es el color que se manifiesta nítido en el bello arcoíris, cuando atraviesa el horizonte, es el color de las rosas que simbolizan amor: ”El color más bonito del mundo es bermellón, es un espectro magnético, la felicidad tiene tono, como el arrebol, como beso/tatuaje de mi madre, el vigor de mi vientre enlunado; como el río vida que se me escapa por surco abierto con acero, el color exacto del corazón peluche que me regaló el día que me dijo – Te amo”

La autora conserva en el recuerdo sus lecturas infantiles, aquellas que se quedaron en el intelecto de la ensoñación y vuelven remozadas, significativas cuando la razón supera la emotividad. Sus recuerdos de Scheherezade, que viene a ser la musa de sus cuentos porque, de una u otra forma están enlazadas con el tema que expone en cada de sus treinta cuentos, en su cuento Mil noches y una noche: «La muerte usualmente no pregunta, pero en mi caso debo narrar para seguir en esta efímera realidad, me convertí en la Scheherezade de pixel.

El cuento de Blanca Nieves, expresado en el egoísmo y el poder de la maldad, aunque no es la niña inocente y víctima de la execración de la ambición, de los designios mágicos de un espejo y el reflejo de aquellas personalidades que, pese a vivir y sentir los llamados siete pecados capitales, no alcanzan a comprender la verdad de las vivencias, verdaderamente humanas, entre algunas interpretaciones mitológicas de la explicación de seres que son parte del reino del mal o el infierno: “Un siglo cualquiera la gran reina contempla a Blanquita, ingresando con sus propios pies al Tártaro – ¡Que ironía! Murmuró – Un cuervo, de ojos negros como los ojos de los gigantes, le murmuró en el oído: El espejo Mágico, reflejo el alma de Blanquita, adivino su debilidad. /Los condenados pregonan la bienvenida a su nueva compañera:/ ¡Negra como el ébano; roja como la sangre; nieve blanca!

Apreciado lector ahí le dejo algunas consideraciones del contenido de este hermoso libro de Sandra Concepción; todos los cuentos son una sabiduría de la naturaleza de ser y de entender nuestro mundo, en correspondencia con todo lo vivido y leído. Una brillante exposición del conocimiento y la sabiduría que nos legaron nuestros antepasados. No debemos olvidar las enseñanzas que encierran el libro de Tao Te Ching, valioso compendio de la filosofía de Lao Tse, que expresa: “Conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismos es sabiduría. Manejar a otros es fuerza, manejarse a sí mismos es verdadero poder”.

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *