«Reminiscencias» de Angélica Santa Olaya; por Angélica Guzmán Reque

0

Angélica Guzmán Reque nos adentra en la obra ‘Reminiscencias’ de Angélica Santa Olaya (Colección Digital de Microficción Iberoamericana, Editora BGR, 2023)

Los recuerdos son los tesoros que se mantienen atrapados en el almacén de nuestras almas, para mantener el corazón caliente cuando estamos solos.”

Becky Aligada

Son los microcuentos de Angélica Santa Olaya, Reminiscencias es el título que alude a recuerdos que permanecen en la memoria, pero no quedan sepultados, esos recuerdos afloran en cualquier momento, sobre todo cuando, la memoria, frágil y sensitiva se apodera de la realidad y quiere aflorar, tal como la semilla, ya madura siente la necesidad del aire y el sol natural. Recordar es vivir, se ha dicho muchas veces y, cuántas veces algún recuerdo asoma cuando sentimos un olor o algún sabor agradable, es cuando la imaginación y los recuerdos confluyen y se manifiestan. Es lo que podemos leer en cada uno de los cuentos de Angélica, quien con gran maestría del uso de la palabra poética y la figura metafórica nos trasmite esos recuerdos o vivencias, que pudieron haber sido personales o no.

Referir cada uno de los cuentos sería maravilloso, sin embargo, acudiré solo a unos pocos, quizá los que mayormente impresionaron mi atención. Así, el cuento de Génesis, palabra escrita con letras de oro porque significa nacimiento y hablar del nacimiento de la creatividad es hablar de ilusiones y palabras que rodean y rodearán, por siempre la mente inquieta de quien ha sido tocado con la varita mágica del duendecillo: “Todos, esa noche, acordaron regalar, a la niña que escribía al pie del árbol, las escenas que iluminarían el nacimiento de su primera historia” y aquella Reminiscencia será el principio de una larga historia de vida, porque los sueños no se retrasarán, como el transcurrir del calendario, estarán siempre presentes y los pájaros la acompañarán porque le recuerdan el sueño de la libertad, con o sin alas, pero está y estará ahí «El pájaro quiso quedarse en el sueño y yo vine aquí, sin alas, con tan sólo una temblorosa pluma, a posarme en el blanco de una hoja para contar lo que sucede cuando no se sabe de qué color es la realidad.”

Y, aquellos pájaros ya no la abandonarán, serán fieles testigos de sus noches de insomnio, de los que picotean alborozados que, todavía el papel sigue en blanco. Le exigirán, le susurrarán al oído, la colmarán de ideas y emociones, hasta que el papel en blanco quede visitado por las palabras “Las palabras comienzan a brotar por mis dedos. Se van acomodando en las alas del pichón. Son muy inquietas. Asoman sus diminutas cabezas por entre las plumas una vez que abandonan el filo de mi trazo y se apoderan del blanco infinito que habita el papel. ¡Ellas solas! ¡De verdad!… Y luego se quedan ahí, por fin, tranquilas y sosegadas por un tiempo hasta que deciden acosarme de nuevo. ¡Se los juro, las locas y culpables son ellas! No yo. No yo. ¡No yooooooo!

La autora es dueña de un yo incansable, no solo quiere escribir ella, también le agradaría enseñar, que la imiten y que las manos se multiplicaran, que hubiera mucho más emociones y sueños que contar: «Escribía minificción para inocular a los lectores convirtiéndolos en ávidas sanguijuelas hambrientas de pequeños bocados de imaginación. Ellos no se percataban de la metamorfosis hasta que él, feliz, las engullía y el ciclo recomenzaba

Y continúan las Reminiscencias sobre lo que fue y podría, todavía ser, como la que trae a colación la imagen del Maíz, en nuestra América, cuando los dioses se apiadaron de los habitantes de esta hermosa región y, entre todos moldearon a la mazorca hasta convertirla en el alimento que los acompañaría de por vida, por eso, se analizamos el alimento base de todas las regiones de sud, centro América, vemos al Maíz, como base de la ciencia de la gastronomía: «Luego de un acalorado debate, y habiendo encontrado el material perfecto en los dorados cabellos de una mazorca de maíz, los dioses pasaron el día martajando y moldeando brazos, piernas, torsos y cabezas. Al fin, cuando el sol decidió descansar, satisfechos durmieron los creadores sobre la milpa sabiendo que nunca les faltaría alimento y soñando con la nobleza de los pasos que inundarían el siguiente día.«

La reflexión sobre el tiempo, a través del paso de las horas y la interminable persecución de horero y minutero, dos emblemáticos elementos del avance, sin apenas rozarse, sin apenas unirse algún momento, en esa inexorable persecución de lo imposible. El ser humano que pretende alcanzar esa inefable situación de ser amado, hasta que el cansancio lo retornará a su sentir primigenio: «El viejo y paciente brazo de las horas los observa y sonríe guardando la distancia. Sabe que la eternidad no tiene prisa ni, mucho menos, ganas de detenerse a mitad del camino para satisfacer a un par de enamorados. Ellos no lo entienden, pero el tiempo sabe muy bien lo que hace. El placer está en la persecución y el único amor eterno es el que nunca se alcanza.”

Tampoco falta ese juego, que aun sabiendo lo imposible es una espiral, es una ruleta que gira y gira, aunque sabe que siempre caerá en el mismo lugar, pero está ahí, es “Un camino hilado a fuerza de insuficientes y desvalidas palabras”, esas palabras que solo son pronunciadas, tal vez, inclusive aprendidas, un juego peligroso y maligno: «Ahí donde la tibieza no es calor ni frío y se convierte en indefensión. Tomó mi mano. Nos abrazamos con la mirada. Me besó lentamente en la mejilla y nos deseamos una buena noche. Nuestras respectivas parejas hicieron lo mismo. Y partimos, otra vez, a soñar con la imposible danza de los sin lugar.”

La desolada y lacerante historia de la mujer sin voz, de la humillante actitud del rico, del amo de los pueblos donde se creía dueño de bienes y de la gente del pueblo, del que solo sabía agachar la cabeza y obedecer. Una total falta de respeto por la mujer, se de la condición que fuera: «Yo quería ese niño, no porque fuera de él, sino porque era mi primer hijo. Mientras mi hijo moría, la patrona paría un niño, blanco como las nubes, por el que ahora, además, soy chichigua. Mi leche es clara como la piel de ese niño que en mis negros pechos encuentra el alimento que su madre no tiene. Sí, soy negra. Pero el alma de tu padre, mi niño, ese que mató a mi hijo, es más oscura que esta esclava y renegrida piel de la que bebes.”

Podría seguir reflexionando sobre otros cuentos, igualmente humanos y profundamente reflexivos sobre lo que somos y podemos ser. Dejaré al lector para que, no solo se deleite con la lectura de imágenes y palabras cargadas de sensibilidad, sino reflexione sobre pasajes que, algún momento podrían ser suyos. Søren Aabye Kierkegaard; filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo, dice: “La vida debe ser comprendida hacia atrás. Pero ser vivida hacia adelante”.

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *