Primeras noticias desde Nagasaki, de María Gutiérrez

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Ya les iré contando sobre los japoneses… Oye, las mujeres son guapísimas, aunque me he tropezado con un par de ellas feas feas, son guapas, en general muy guapas, los 4 hombres poco atractivos, pero hay muchos adolescentes tipo arte manga que tiran, y mucho…

Una reverencia, a modo de saludo. Solemne.

Estoy bien. Y contenta. Espero que ustedes también.

Tengo un rato bueno, así que palique… y no se sientan obligadas a leerlo. Esto es Japón, y, si el ordenador de mi amigo hace extraños, no voy a ponerme a componerlo.

Aún estoy un poco zumbada, y tengo los pies hinchados.

La zumbadera no es del jet lag, no crean, el jet lag no existe, es un timo para que no nos rebelemos contra las compañías aéreas, que es lo que tendríamos que hacer. No existe. Ya les contaré en otro momento mi teoría sobre el asunto.

Casa-Madrid, bien, bueno, lo típico, españoles, paisanos y cubanos para La Habana, Miami y otros destinos, pero el destino no estaba conmigo, porque había planeado echar una siestecita ―ya saben que no duermo desde lo de las torres gemelas, jajaja…― y se me sientan detrás tres cubanos, mi amigo, que ni pagados para joder, compadre… Le dije al desembarcar: compañero, ni el mismo Fidel hubiese escrito un discurso como el suyo, nos ha tenido en vilo, digo, en vela, todo el viaje. Pero el tío sigue y dice lo mejor del día, en Miami me voy a comprar un revólver de los de la policía del Dade… como si nada, amigas, como si nada… y me quedé sin saber para qué quería la pistola, porque pensaba llevarla en la espalda, trabada en el cinto, según contó.

En Madrid, cuando la puerta del avión que nos llevaría hasta Seúl fechó ¡qué felicidad!, el asiento junto al mío libre, yo en ventanilla. Gente muy respetuosa, asiáticos ascetas, y nada de risas y fiestas, dos asientos, dos almohadas, dos mantitas… porque me los apropié sin ninguna duda ni pudor, y cuando todo prometía un excelente viaje, y holgado ―de casi primera clase―, de 27h, el piloto decide hacer una paradita en Holanda.

La cosa es que, en Ámsterdam, sube y se me arrepollina al lado un coreano impresentable, el único asiático cabrón seguramente, que me arrebató el asiento extra, la almohadita… y que empieza a hacer ruidos de viejo ―como dice Sofía Loren, y la cito en su comentario más iluminado―, me despoja de mi apoyabrazos de un empellón ―forcejeo que duró hasta Seúl― y venga a explorar sus fosas nasales, y venga a mesarse el pelo engrasado, y venga a meterse los dedos en la boca… y a exhalar un olor rancio insoportable.

Ahora pueden imaginar la situación y partirse de risa. Al tío, de mi edad más o menos, 120 kg y más carota que yo, le importó un rábano exhibir su machismo y mala educación sinvergüenza ―nótese que he escrito la palabra junta― por horas sin término, jajaja…

Como una plaga de eructos, pedos, tufos, sudor y empujones, me siguió hasta el otro lado del mundo: el compañero del viaje para descubrir el exotismo de Oriente, jajaja… En todos lados hay indeseables. Para mí que él bajó pensando lo mismo sobre su compañera de asiento, jajaja…

Total, que me envolví la cabeza con mi canguro y no la destapé hasta que las puertas del avión se abrieron bajo el cielo de Seúl, plomizo y descargando la gran cisterna. Sin haber pegado ojo, por supuesto.

Una cosa debo decir de mi viaje que fue maravillosa, y desagradablemente empañada por la mofeta, las azafatas coreanas decidieron cuidarme especialmente desde que me vieron entrar, claro que nada pudieron hacer para arrancarme de las garras del ogro: el avión venía arrequintado. Sra. Izumi, ¿es usted la Sra. Izumi?… y me servían en primer lugar, y un plato especial (sería la invitada, jajaja…), siempre muy pendientes de mí. Tuve la sensación, fíjate tú, de que alguien me había encomendado a estos ángeles, porque tenían hasta alas las pibas, de verdad tenían alas, pero en el cuello y en el pelo, unas alas como aspas que se prolongaban finas hacia los lados, ángeles, pensé, y vuelan, curiosa sensación para mí, que siempre voy como si alguien me quisiera joder, como mi vecino de asiento, por ejemplo, pero estando tan cerca del cielo se trastorna una…

Desde Corea a Japón, un viaje corto de 1.40 h, maravilloso. A pesar del cansancio, otros ángeles con las mismas alas de Air Korea, una comida excelente y el avión lleno de escolares que no decían ni muuuuuu, y que me hacían reverencias.

Ya les iré contando sobre los japoneses… Oye, las mujeres son guapísimas, aunque me he tropezado con un par de ellas feas feas, son guapas, en general muy guapas, los 4 hombres poco atractivos, pero hay muchos adolescentes tipo arte manga que tiran, y mucho…

Son raros, pero muy respetuosos, y debo hacerles mucha gracia, porque se ríen, o eso prefiero pensar, porque si me da por creer que se ríen de mí podría formarse un conflicto internacional, jajaja…

Aquí no hay occidentales, bueno, dice mi maestro que media docena, y me observan como a un curiel (cobaya para los doctos, conejito de indias, vaya), lo que no saben es que se hallan delante de una auténtica curiela, jajaja…

El aeropuerto, pequeño y coqueto, oh, fíjate tú que tienen música en el inodoro, en la taza del retrete, carajo, que resulta ser bidet también, y con distintas melodías. Y todo limpio, limpio. El guagüero, como todos los del mundo entero, gritón y malencarado, pretendía que comprendiera su idioma universal a la primera, luego aflojó, y se reía, el cabrón… Ya estoy en la casa, con mi amigo, el que estudia, traduce y escribe sobre haiku, el poema que me trajo a Nagasaki. Seguimos hablando. Digan a todos que estoy bien. A la conquista del imperio nipón. Ahora, muchos muchos besos

Izumi Uga

 (María Gutiérrez)

Equipo de Redacción

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