Poemas de Jonay Cabrera González

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Te presentamos varios poemas de Jonay Cabrera González.

La maresía es notoria, suave ante el paseo,
sobre la piel heredada de la tierra y el calmo ritmo
del ave en el cielo. El ave nace sin la interrogante
del motivo por el cual, el hombre que aprecia del mar
su aroma, no desempeña bandada en los cielos.
¿Acaso es más el hombre que el ave?
¿Acaso el ser consciente ha de volverse roca, que aun
siendo ésta de la tierra, no hace mención alguna sobre
ella?


Hacer tronar la puerta.
Alguien abrió precipitadamente [para este
momento es indiferente quien responda
a la llamada].
Hablar trivialidades a través del marco:
—la virtud es humana, lo humano ha
de ver la frescura y el nacer de las
plantas y a eso lo llamará primavera—.
—No, eso es simple concepto; todo sucede
a la vez y sin mí, no habría puerta, tampoco
noción de tocar el timbre, de abrir y de cerrar—
…entonces comprende: «en ese instante,
el que hace sonar la puerta, existe en el universo
de experiencia de aquel que responde a la llamada».


Socavadas, leves entre la arenilla se hallan
raíces ansiando agua y nutrientes ( sin
teorizar acerca del motivo por el cual lo hacen,
simplemente laten sin latir en un presente perfecto).
El humano, huella sobre la tierra, ahonda
en el conocimiento acerca del entramado invisible
de los árboles y conjetura sobre el cómo lo hacen,
cuántas variedades existen, su comportamiento…
…en tal proceso mental de asignación, no late
el aquí ni por un instante en el corazón humano,
por ese motivo, estar dotado con la falsa percepción
de pasado y futuro te obliga a ignorar el presente.

…Y el presente es todo lo que existe.


Y digo que la mañana será hoy despertada
sin pausa, pues no hallo diferencia
entre el yo y otra cosa supuestamente diferente al yo.
La cumbre fue engendrada por fuego y tesón,
las estrellas por idéntica sustancia, la pata de la rana, la lengua
del sapo (aunque no lo parezca).
Y yo: ¿no seré acaso descendiente de fuego y agua
y tesón?


Cuando por fin comprenda que yo soy tú,
los orbes lumínicos en la
estructura apreciable de la deidad Yog-Sothoth,
extinguirán súbitos la luz de sus infiernos y
al quedar invidente, tendré que caminar de puntillas
por si me advirtiera sobre la negrura eterna
y silenciosa de la creación.
De tal vacío consta el universo, este hecho
es más aterrador a cualquier criatura de
proporciones abismales ingiriendo galaxias
enteras sin aparente motivo.
Me cuesta creer en la existencia de esa criatura
omnipotente ocupada en ingerir meras galaxias,
(como si a esta u otra criatura les fuera relevante
mi creencia).
Me cuesta creer en un ser aún más poderoso que
tras seis días ( todos sabemos que al séptimo
descansó), me haya insuflado aliento divino a mí,
un esclavo de hábitos, coleccionista de inseguridades,
un ser de barro y huesos frágiles como el cristal.


Encontrar el cielo perteneciente al ayer, higueras
fecundadas por moscas; es ante las ruinas de la
ciudad el gran anhelo.
No cuento con aire,
aire que sirva para respirar y quizá para
impulsar los barquitos de
papel de los niños en las fuentes de las plazas, ellos
con una vara los guían, se adentran
en su mente infantil de fábula y color simulando
internarse en aguas tan profundas como desconocidas.
Un metálico convoy conduce los mendigos harapientos
a morir entre cartones, unos se entregan por entero a tal
destino casi con resignación, otros dan palmas mientras
los más habilidosos hacen sonar la armónica.
Niños, varas, mendigos, fuentes, cartones, poetas.
Conozco el canto de los niños entre juegos, es idéntica
melodía de los homeless: es probable que sean los
mismos, los niños y los adultos de ojos desesperanzados
sean los mismos en un mundo cada vez más desigual.


No lloren por mí
no lloren por mí
no lloren por mí…
…Tened la llama
revelada ante el olvido,
siempre quise saber qué
habría más allá del límite
[de mi voz.


mírame larga generación de ojos increpando
a lo noche por el descuido de la luz ante
sus pasos.
¡Reniego, renuncio, me marcho!
—¿A dónde?—
—Ni idea, imagino que marcharé
rumbo al abandono de la vida—
Si alguien debiese recitar mis versos,
solo una cosa pido:
—no cortes flores antes del recital—


Ah, ¿pero que no te has ido?
Ah, ¿pero qué haces pensando
en lo que ha de suceder?
Toma mi mano, es mejor que andar
por ahí en completa soledad…
…Ah, ¿ pero qué haces mientras
abdican los reyes huyendo como ratas?
Y decía Pessoa:
no soy nada
nunca seré nada
no puedo querer ser nada.
Yo digo: la última voluntad del vacío
es sorprendernos viviendo como
enamorados de la huella del gran
impostor.


Memoria de barba hirsuta,
no fue hombre aquello que citas.
Esencia, concierto nebuloso advertido
solamente por el esfuerzo del poeta,
de mirar las cosas que no le corresponden.
El resto imagino que algún día caerá
también del paraíso arrastrando con ellos
al poeta.
Y tendrán ansiedad
y la temeridad del pájaro frente al gato para
deambular por la vida fingiendo haber presenciado
la ruina de las máscaras.


Encaramarse a las farolas, o a los árboles
ansiando la savia o la luz. Como el sediento
de amor o de odio o de cualquier cosa
parecida a una emoción.
Siendo adolescente, abrazaba las casas
que jamás habité, [nunca acomodé
botones guardados en cajas
de galletas en hogar ajeno].
Si tú; al ver que se han marchado todos
y ya nadie queda, ¿por qué insistes
en recordar el grajo de mi hermano,
la mutilación del primer gato en la memoria,
enderezar los ojos de mi hermana cuando
me pedía pan?

Equipo de Redacción

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