
Poemas de Javier Fuentes Vargas
Poemas de Javier Fuentes Vargas
Canción para el olvido
“Mientras viva podrán negarme esta tierra,
pero no evitarán que me funda en ella cuando muera.”
-Rafael Lechowsky
Mis manos fueron poblados fantasmas:
frenéticas estrellas
que arrancan la oscuridad del cielo,
el duelo de formas
que se disputa
entre sombras y luces.
Mis manos buscan la geografía del hogar.
La puerta de entrada
es una áspera bienvenida,
Un dulce aroma lejano
para todo el que parte,
un ritual necesario
para quien pretende
pertenecer a algún lugar.
Detenerse ante el verde que entra por las ventanas
es añorar todo lo que desde afuera
nos sigue golpeando la memoria.
extraña labor la de recordar:
resucitar fantasmas,
negarse al olvido
huyendo de todos los espacios blancos
que nublan el pasado
cada vez más difícil de evocar.
Esperar a que vengan de las habitaciones
todos los ruidos de las épocas añoradas,
engañarnos con la vana promesa
de que las manos volverán a sentir
el roce de la infancia.
Agradecer al olvido la razón misma de este
es una caída estrepitosa a las losas de un templo en ruinas.
Es no construir sobre nuestros nombres
todo el andamiaje necesario para soportar la existencia.
El olvido se nos muestra como agua bendita,
unge nuestra frente, casi besándola
arrodillado a las orillas del llanto.
El olvido no es lo mismo que el abandono:
el primero llega, se instala de forma silenciosa
y empieza a meter sus manos
en todos los rincones de la casa.
El segundo se elige,
ignora lo que es arrepentirse
y pone nombre a todas las tumbas que ha cavado.
-Tomad y comed todos de él-
“Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota,
que significa Lugar de la Calavera,
le dieron a beber vino mezclado con hiel;
pero después de probarlo, no lo quiso beber”
-Mateo 27: 33-34
“el día que se avecina
viene con hambre atrasada”
-Luis Eduardo Aute
I
Desde los tres clavos
que naufragan la sangre
se inauguran las horas del día.
Arrancan del famélico madero
la sabia fértil:
clara intención de reproducir la carne.
Los brotes de hierbas a los pies
de la imagen de todos los siglos
nos demuestran
que también crecen alubias en el Gólgota
para sanear el hambre heredada,
para construir desde la necesidad
y la sangre
el amor que Dios profesa
por los corderos degollados.
II
El gallo inicia, con su canto,
el día negado por las palabras
brotadas de la piedra.
Hambreado el camino,
toda soga parece las puertas del cielo,
todo áspero árbol
una metáfora de la salvación.
Mirar de cabeza al mundo
es la redención para los ojos
que no quisieron ver
la sequía apaciguada
por la lengua que besó de traición
al mundo entero.
-Yerro-
“Se le olvida al poeta
que el resto del mundo
también tiene derecho
a sentirse rancio.”
-Rebeca Bolaños Cubillo
Cansado,
desde la esquina última de la poesía,
el cuchillo apalabrado enceguece con su reflejo
la lucidez del poema
se le olvida que
tomar la botella por el culo
no es una postura para estar orgulloso
deja de pensar
en la medida de todas las voces
y en qué garganta morirá el último lenguaje
de nuestra especie
(si este necesita del habla)
abandona las preguntas
sobre las nociones arquitectónicas
para edificar un discurso
o si las manos que levantaron una catedral
necesitaron entender la etimología de la piedra.
cansado,
desde la esquina última de la poesía,
me abandono a la suerte que erra
este olor a rancio que trae la palabra
cuando no es genuina.
5 epigramas para conocer la lluvia
I
Donde todo se moja
nace el deseo de tener sed.
II
Que no sea sorpresiva la tempestad.
Sólo bastan
las dos manos de un niño
para acunar una tormenta.
III
La lluvia me deja un millar de espejos.
Sobre todos ellos
se ve lo importante:
la transición de nuestras vidas.
Todo eso que ocurre
mientras vamos de un lugar a otro.
IV
El tendido eléctrico se llenó de pájaros.
V
No siempre al final hay un arcoíris.
A veces, queda el recoger escombros.
Otras, buscar a quien nos hace falta.
Pero hay algo que nunca se omite:
el olor que la tierra desprende agradecida.
Petricor
“la verdad es una piedra pulida por el agua”
-Jorge Boccanera.
I
Las piedras hablan un lenguaje de aromas.
II
Desde la piedra brota el agua,
la toco con mi báculo.
En piedra grabé los diez pecados a cometer.
En piedra y sal se convertirá mi sino.
Cuando vuelva a contar las huellas
la lluvia las habrá borrado
para dejar el petricor en lugar de la noche.
III
Aquí la noche,
aquí los destierros.
Aunque llueva
las manos apestan
a la soledad obtenida
en busca de nuestros muertos.
Nos mojamos las manos,
los rostros,
enjuagamos nuestra sed.
Es nuestro símbolo esta limpieza del dolor.
Los pies solo saben andar y tocar las aguas,
golpearse contra las piedras
y gemir.
Aquí recibimos
con bocas abiertas
las gotas
aunque el aroma de la lluvia
nos recuerde al de la sangre.
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