«Miau: biografía de un gato de pelea» de Ismael León Almeida; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque reseña la obra de la Colección Digital de Novela Iberoamericana «Miau: biografía de un gato de pelea» de Ismael León Almeida

«Miau». A veces dicen “mamá”, “te quiero”, “¿te vas?” y hasta “creo que este mundo es sumamente extraño”

Julio Cortázar

Bien dice el magnífico escritor Cortázar, el lenguaje de los gatos, con su interminable Miau, dicen mucho, solo hay que estar atentos al sonido gutural y a la prolongación de su miau, como cuando dice el gato: “Kitty el Gato se aparea al auto diciendo atrocidades ― ¡Miau! ¡Miauuu! ¡Miau-u-u-uuu! ―, con la cara de enemigo que le había quedado desde aquel día, sajado su rostro por la gloriosa contienda.”

La obra de Ismael León Almeida, titulada Miau: biografía de un gato de pelea, es un interesante texto sobre una gatita, llamada Kitty. Además, que es la gatita quien nos cuenta, en primera persona todas sus aventuras, vivencias, interrogantes, decepciones, ocupaciones que, ella, realiza en el seno de una familia, que, para ella, es su familia. “ ― ¡Oh! qué lindo gatito ―, diría más o menos el chico, como si estuviera doblando un animado de Walt Disney, mientras acababa de subir el corto tramo de escalera que faltaba hasta la reja donde comienza el hogar, en la cúspide de un viejo edificio del barrio.”

Mucho se ha escrito sobre los gatos. El cuidado a los animales y la importancia que, hoy ha cobrado, ha hecho que se estudien a los animales y, el gato, doméstico y muy apreciado, es uno de los que se ha beneficiado con esos estudios y se sabe bastante de su realidad. Así, por ejemplo, se sabe que su vida pasa por distintas etapas, que muy bien lo presenta el autor, de manera vivencial. De acuerdo a estos estudios, son seis las etapas por las que pasa un gato: gatito, joven, adulto, maduro, adulto mayor y geronte. Estas etapas están marcadas en esta linda obra, biografía de una gatita que es amor para muchas personas.

Kitty, llega a la familia, que son Papá, Mamá y un Niño, que es quien adopta al gato, muy pronto es parte de la familia y, ella, se considera parte importante porque la familia le hace sentirse así: “Farsante la gatita, que en pocos días tuvo collar de satín y una flor de estambre rosa en el cuello. No sería gato de almohadón y mimos, si fuéramos a ser sinceros; este Kitty de vida suelta y caprichos casi humanos fue un felino irascible, la perfecta antimascota. Nada de dulces arrumacos, nada de aceptar la mano cariñosa sobre el lomo: se arqueaba como si tuviera la columna de plastilina y se dejaba caer al suelo como vuelto líquido todo él. –Yo lo quiero, Mami― dijo el pequeño de la casa.”

Es el niño quien se encariña desde el primer momento y se hace cargo de ella. La gata comprende desde el primer momento y ya no se aparatará más del lado del pequeño, él será quien le pone el nombre de Kitty, aunque, es la gata que se siente dueña del lugar desde el primer momento:” La gata miró interesada el espacio abierto, pero como sus ojos eran demasiado nuevos para abarcar tanto desmesurado celaje, le prestó más atención al murete de ladrillos que rodeaba toda la azotea donde tenía su casa la familia, tomando nota cautamente de cuantos rincones había para esconderse.”

Kitty es un gato orgulloso de su estirpe y se siente feliz en el lugar donde está y muestra oronda toda su gallardía porque pasea frente a los dueños de casa para mostrar su hermosa cola y su deidad de gato, animal que causa estupor por quien la vea: “― Ven, come tu pescado, Kitty. ― Él y yo estamos orgullosos de nuestros nombres, tan masculinos. Él se llama Niño, Bebé, Mi Chiquitico; yo me llamo Kitty, el Gato. Ya lo saben.

Piernas rectas, cola en alto, gesto apacible y despectivo en el rostro, llegué adonde llamaba mi joven amigo, sin prisas, saltos ni ladriditos, y sin marchar directamente a su reclamo, como harían ciertas mascotas. Saltando sobre el embaldosado había una especie de bolsa plana y de olor sospechoso que decidí rodear, simulando que estaba admirado.”

Al tiempo que crecía, el gato se comportaba de acuerdo a su especie. La que menos soportaba sus maullidos temprano por las mañanas era Mamá porque la despertaba demasiado temprano y. ella se prometió corregir de una vez esas sus libertades y, aunque el Niño reaccionaba, pero el castigo se lo hacía” A Kitty ese día, sábado no laborable, no le lanzaron una almohada, sino un balde vacío, del que se salvó colgada(o) con sus uñas hasta ese minuto inéditas de la parte de afuera del pretil.

Alarma, reproche y enfurruñamiento de su salvador el Chico, lograron restablecer los afectos y el orden natural de jerarquías en aquella azotea.”

Lo interesante es cuando crece y se da cuenta que puede cazar, no solo se resignaba con las golondrinas, a quienes podía asirlas con sus garras y hacerlas desaparecer en el hocico,

Se atrevía a darse revolcones en la tierra del jardín, que le causaba estar en su centro, pero también se da cuenta de los cambios que se producen a su alrededor: “Pero todo cambia, el Niño huele extraño, los pájaros se dejan sorprender más fácil, existe algo llamado tierra que es un verdadero placer cuando en las mañanas un rayo de sol caldea para iniciar el día con una revolcada polvorienta. Hay cuarentípico sitios protegidos para descansar, a escoger entre aleros, segunda o primera planta, metros y metros de muros, quince vanos de ventanas, parte alta de estantes y del refrigerador, y la deliciosa vibración de la lavadora en marcha, ¡Ah, miau! ”

Este gato singular es también, luchador y defiende su entorno con celo y maestría. No permite que otros gatos, menos otros animales se aproximen a su sitial. Inmediatamente los aleja, pero en luchas encarnizadas que hace que jamás vuelvan los gatos que se atrevieron a pisar su territorio: “Se trataba solamente de a quién se le ocurriera primero y era a mí. Me provoqué un desgarro en plena cara que me acompañaría hasta la muerte, haciéndome muy atractivo para las gatas del barrio, pero todo y sangrante adelanté la pata izquierda, saqué las uñas hasta que parecían esas de gavilán que no sabe nadie donde guarda tanta uña el pajarraco, y con la punta de una, solo de una, hallé la esfera sagrada de todo varón íntegro. El maullido todavía me saca lágrimas cuando lo recuerdo, estuve a punto de soltarlo, arreglarme el kimono y pedirle disculpas con una reverencia. Pero en una pelea solo cuenta vencer.”

Kitty es un gato muy original y tiene aventuras al por mayor, es enamoradizo, se atreve con lo que se le presenta y, también sufre consecuencias de sus andanzas e indisciplinas que, fácilmente no son de agrado para Mamá, especialmente. Cuando lo trasladan de un lugar a otro es toda una hecatombe, no solo para la familia, sino también para él, puesto que encerrado como estaba en una bolsa y, al no poder salir a ningún lado, se llena de orines y, claro, no lo pueden soportar y deben bañarlo, aun contra su voluntad y la gran vergüenza que pasa ante su nuevo vecindario: ”yo, el Gato, fui sumergido bajo el potente chorro, puesto que día de servicio de agua fuera, y a detergente y cepillo me dejaron echo un asco, encogido y temblando, obligado a lamer toda la pelambre para poner en orden aquel destrozo./ Bajo el sol que daba al techo del auto fui colocado a la vista de todo mi nuevo reino para escarnio del recién llegado. Totíes que pasaban no dejaban titear, en burla a la cadavérica imagen que dejaba de Kitty los pelos adheridos al pellejo. Deplorable como un hombre despojado de sus galas. Ya me las pagarán. Mientras más libertad, más caro.”

De esta manera en un gozo placentero leer estas páginas de las andanzas de un gato, que, a decir verdad, son la realidad de vida de todo gato. Este felino que viene a ser un placer para gente que, realmente lo adora, como es el caso de grandes escritores que tuvieron como mascota a un gato y nos han dejado hermosas frases acerca del gozo que sintieron con su compañía. Ernest Miller Hemingway, escritor y periodista estadounidense, dice: »Los gatos tienen una absolutahonestidad emocional; los seres humanos, por una razón u otra, pueden ocultar sus sentimientos, pero el gato, no.» Los que han vivido o viven con un gato entre sus manos pueden verificar, como el autor, o como Robert Southey, poeta inglés de la generación romántica, dice: “Un gatito es, en el mundo animal, lo que es un capullo de rosa en el jardín”.

Equipo de Redacción

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