Mejor un abismo que lo sea para sobrevolarlo; por Alma Karla Sandoval

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En esta columna, Alma Karla Sandoval escribe sobre Los abismos de Pilar Quintana, una de las mejores narradoras de Colombia en la actualidad.

Mejor un abismo que lo sea para sobrevolarlo

Si algo celebro en Los abismos de Pilar Quintana es ese tono infantil maravillado y la peripecia con que aborda la actitud tanática de las mujeres, quiero decir, sus ganas de morir cuando no escapan de las norias patriarcales. Esto se consigue dándole voz a la muñeca de una niña que nos cuenta la historia. También echando mano de imágenes poéticas muy bien forjadas al servicio de un mundo interior que ahonda en el espacio privado, ese territorio donde aún es difícil emanciparse. Siempre digo que, hasta la activista más rebelde y organizada, esa que nunca se pierde la manifestación de un 8 de marzo, puede llegar a casa con los pies punzándole, pero igual hará la cena si su marido se lo pide (en el mejor de los casos) o se lo ordena (en la mayoría de las ocasiones).

     Por eso las feministas cuando nos alejamos de los debates transexcluyentes, de las polémicas binarias, de los apartamentos en Urano, de los arcoíris que insisten en analizar a blanco y negro, vamos por una lupa para buscar pistas en los lugares no politizados, no descolonizados: la cama, la cocina, por ejemplo. Otras inspeccionan la forma en que las mujeres desean ser deseadas o sus orgasmos. Hay feministas que no dicen que lo son por estrategia en contextos donde nada bueno les traerá confesarlo. Otras más, las kamikazes, van desnudas por el mundo sin importar lo que venga. Por decir algo, estas declaraciones de Pascal Brucker: «Hay ahora mismo una caza de brujas. El simple hecho de ser acusado por alguien hace de ti un culpable. Y si la justicia te exonera, es porque es patriarcal y tú eres un hombre y gozas de beneficios. El neofeminismo es el feminismo de la venganza. Hubo una revolución feminista, hoy es el terror. Cortar cabezas, una detrás de otra». Estemos de acuerdo o no, ha sido Occidente con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, quien sí ha cortado cabezas no solamente en el plano simbólico. Me refiero a la misma Francia, patria de Bruckner, que acaba de aprobar una ley para restringir la vida en el espacio público de las personas no vacunadas.

     Pero volvamos a Sudamérica, a la novela ganadora del Premio Alfaguara 2021 que ha sido muy bien recibida. Quisiera coincidir del todo, pero no puedo. Comencé esta columna hablando del feminismo, de la acertada metáfora de Pilar para describir el vacío existencial al que se nos condena aleccionándonos con violencias de todo tipo. En esa obra, queda clarísima la violencia patrimonial sin necesidad de que se pronuncien esas horribles palabras en una novela porque, según quienes saben, la ficción no soporta panfletos, aunque se escondan en diálogos muy vivos o justificados. En eso Quintana también es hábil, pues no discursa, describe; no reflexiona, representa. La elección de su narradora es clave: una niña sensible, muy inteligente. Tal vez mucho más de lo que nos gustaría, pero sin ese ingenio no hay novela que valga los ciento setenta y cinco mil dólares de semejante galardón. Escribo con cuidado esa última línea. No quiero que se malinterprete.

     Dineros más o menos, sentí Los abismos inacabada. Si la intención de la autora era cerrar con un final inesperado, le queda debiendo a la lógica de los posibles narrativos de Bremond o a la recomendación de que, si se muestra un revólver en un cuento, hay que usarlo. Dirán que no, que la gracia de este libro es ir contracorriente de cualquier expectativa o presupuesto teórico. Respeto esas opiniones. La mía es que debí revisar varias veces por si no hacían falta páginas porque me dio la impresión de que la autora ya no sabía qué más contar, cómo resolver la espléndida materia narrativa creada sin que una parte quedara cruda, a medio hornear.

     No echo en falta abismos explícitamente concretados, no. No es que necesitara pathos en escena, pues este se narra con precisión en los sueños de la narradora. No. Tampoco es que la peripecia resulte insuficiente. Es la anagnórisis algo floja lo que me irrita. O, mejor dicho, lo que hay debajo de su ausencia porque si la mujer que trata de escapar de su destino de madre-esposa cautiva no lo consigue teniendo la oportunidad de que eso ocurra, entonces gran parte de la responsabilidad es de esa persona que «no distingue la o por lo redondo», que no se da cuenta, que no puede ver su realidad como sí lo hace su hija, una menor con temores y deseos típicos.

     Está bien, puedo pensar, que se muestren estas conductas antiheroicas en personajes comunes. El problema es la verosimilitud, el exceso de contradicciones en una mujer compleja, sí, pero que, en un contexto violentísimo, en una época aún mas represiva, en una clase social asfixiante, demanda otras estrategias de supervivencia o engolamiento tanático a pesar de querer morirse, como todas a las que convencen de enamorarse de su abismo.

          Lo anterior porque no todas las mujeres son tan bobas o tan comodinas, muchas suelen esconder mejor sus infidelidades. Para no morirse de veras, traman con más acierto sus fechorías. Las mujeres se saben vengar, mentir hasta el cansancio, burlarse de lo que se les pega la gana. En Colombia comprendí lo «frentera» que puede ser una mujer que lo ha perdido todo, que todo se lo han arrebatado. La caleña, vaya que sí, es recursiva, más erótica en sentido freudiano; menos culpígena. Me cuesta tragar el cuento de esa ama de casa sin problemas económicos, pero con un peso judeocristiano que no puede con su alma, esa prisión del cuerpo latino muy difícil de controlar a pesar de los pesares. Me cuesta que la protagonista no se fugue ni con el pensamiento, que no se vaya volando de su selva de plantitas ornamentales como en una novela de Elena Garro o en otra de Toni Morrison. Ese desvalimiento aprendido sin razones de peso que valgan, no lo admito ni en los libros que se aplauden.

Alma Karla Sandoval

Columnista

Equipo de Redacción

1 pensamiento sobre “Mejor un abismo que lo sea para sobrevolarlo; por Alma Karla Sandoval

  1. AK:
    Cómo siempre, eres una excelente crítica. No la he leído y ya hasta las ganas se me quitaron pues de veras, de veritas, que confío en tu capacidad y juicio. Te extraño.

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