«Los retazos de un sueño perdido de Gloria Bernal» Selección de Poesía y Crítica, por Fernando Denis

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El poeta Fernando Denis nos presenta a Gloria Bernal con una hermosa selección de poemas y una nota crítica sobre la poesía de esta escritora colombiana.

Selección de Poemas de Gloria Bernal

ROMANZA 

Serenata de amor aún no diluida en sus bocas,
preludio de imágenes apostadas bajo el fuego
en giros deslizantes de nocturna pasión,
los temores se replegaron al sentir la ardentía
de un corazón
que no recela jamás; contracciones al interior,
ritmo pulsante que se repliega sin permiso
para el abandono prematuro, inercia latente,
efluvio impregnado de ansiedad
que se despoja de invasiones amorosas.

Desatar el acaecer de lo impredecible,
esferas liadas a una leve mota de conexión,
totalidades con sus universos propios,
espacios demarcados por el nailon de la autonomía,
el desplazamiento, el roce intangible de esperanza,
la culminación; pasiones incestuosas en
parajes ignoradas,
armas mortales, veneno infame que se posa en
caderas endurecidas,
dulce taquicardia que causa languidez
en brazos del amado deleitado en la fragilidad.

El pasar del tiempo no se detiene así
quisiéramos aunque sea
por unos breves instantes, el horror de la
prisión impregna mi magín.
Allí encuentro a mi padre, hacinado en
calabozos oscuros
con olor fétido, todos buscan la puerta entre
rejas clavando
sus cuerpos contra ellas, algunos se trepan,
cuelgan en racimos humanos con sus manos suplicantes;
otro detenido en aislamiento, fija su mirada perdida
en mi espalda,
no deja de observarme, me sigue como
sombra fantasmagórica,
silbidos autistas como gemidos de hiena emergen
de las celdas,
cuando callan unos, siguen otros.

Tu mirada entre venas rojizas como canales
de la fatalidad,
humedecida y atemorizada por la incertidumbre,
paralizó mi sangre aprisionada en su torrente;
tus pensamientos rondaban saltarines por mi cabeza,
buscando en los míos su homólogo indefenso,
eres un mensajero portador de tus motivaciones,
de tus sinrazones para quienes están anquilosados
en tierras áridas carentes de riego.

Son épocas, de excesivos tecnicismos que alejan al juez
de los escenarios impregnados de naturaleza humana
refugiada en las pasiones, en sus
desconcertantes razonamientos.
Prisionero sin ver a su carcelero, la dignidad apabullada,
los arcanos al pasar rumoraban al pensar
que eres culpable
mientras en tu rebeldía buscabas descontar
las horas inertes;
al principio todo el mundo te visitaba, con el pasar
del tiempo
no regresaron desvanecidos en sus contornos indolentes.

Tus enemigos serán los primeros en
saludarte estruendosamente,
tus confidentes estarán discretos ante tu presencia,
no faltará alguno que al verte pasar murmure
y desprenda
una sonrisa burlona entre labios, existirá quien
se acercará
con su mirada aguosa, su rostro enrojecido por el
sudor del cinismo,
el viento refrescará aquel momento como en las
noches junto al mar.

Se escucharán voces que murmuran con la discreción
de quienes no quieren ser oídos, a lo lejos,
alguien te acompañará en tu sufrir,
aquel ser solidario con tu desgracia; en tu
observar repetirás
una y otra vez su nombre, te dará la prudencia,
la mesura en cada una de tus frases.
Aunque, tu mejor aliado será el tiempo, padre mío.

En tus decisiones encontré el recorrer de tus años,
no pude percibir tu rostro, es una imagen que
por momentos
podía inclinarse para leer mejor, eras tú y, a la vez
era un individuo que te miraba,
no sé si la confusión está en mí o en ti;
el devenir aclarará esa sombra para matizarla un poco
y así, poderla describir mejor.

En la cárcel no es necesario sumirte en un entorno
bañado en la suciedad, en la agresión que comienza
con el estruendo de los pitos activados
con la energía de la insatisfacción del guardián y que,
a duras penas finaliza, para algunos, cuando
la puerta de la prisión se cierra tras ellos.
HE NADADO EN TUS AGUAS

Al nadar me sumerjo en ti, en tu respiración,
inhalo con fuerza hasta sentir el contacto
del agua tibia en mi piel, en la parte menos profunda
del amor, ahí donde inclino mis emociones,
los movimientos del mar, para quererte mucho más,
y veo demarcadas dos líneas de la razón
que me inducen a hundirme más.

Esa sombra a lo lejos se parece más a tus distancias,
me desplazo hacia ti percibiendo el roce del agua
entre mis piernas, mi cuerpo se adhiere con suavidad
a tus escamas, a tus esferas, a tu piel
con movimientos delicados, con la timidez de quien
abraza a un ser que ama por primera vez.

Merodeo en tu espesura en un ir y venir,
contemplo cada roce de tu cabello ya casi desvanecida,
tu lentitud me alcanza, ya casi soy toda mi cuerpo.
Soy también una boca entreabierta que ingresa el agua
atiborrada de besos, cada vez más prolongados.

Son besos delicados, cargados de sueños
y mi cuerpo se enaltece compenetrado en el abismo
de ese adorado ímpetu,
las manos danzantes en movimientos sutiles,
delinean formas sólo existentes para mí,
perciben la ternura infinita.

Mis dedos se entrelazan en acompañamientos cómplices
con la sutiliza en el oleaje que el agua otorga,
mis poros reciben su magnetismo,
generan sensaciones de placer infinito en la inmensidad,
mi ser clama con fuerza.

El movimiento firme de mis pies impregna velocidad,
mis brazos se extienden con fortaleza abarcándolo todo,
los pies son turbinas, las manos remos endurecidos,
mi torso se torna rígido, la sangre corre
libre como un río de fuego, la energía acumulada en mi vientre
se libera en gemidos.

Llega la calma, retomo el ritmo en la placidez de la entrega,
las burbujas juguetean, el cuerpo flotante por encima del agua
se recuesta en ella, resguarda su nombre acústico en mi mente,
la sangre aquietante, la respiración imperceptible.

La complacencia me invade, cómplice soy silenciosa
y guerrera;
todo se despoja de censuras e inhibiciones desatinadas;
a lo lejos, el reloj, he nadado en tus aguas,
en mi amado.

Ni mis ojos pueden creerlo, se torna difícil describir
los paisajes sobre el puerto, el mar, las playas,
transitan seres vestidos, desnudos,
semidesnudos, el sol tonifica el cuerpo meciéndolo
en un estado de adormecimiento sutil.

Montañas y desiertos, con su roca nublo suspendida sobre
otra gran piedra que la eleva entre las nubes en poblaciones
tapizadas,
en alfombras de sales marinas tinturadas,
eres mi acompañante en esta isla misteriosa, estás ahí,
con tu brío de aguas tumultuosas,
que al romper contra los acantilados vertiginosos
produce estallidos de mar.

OSTRAS Y DELFINES

En esta playa con la puesta del sol llega el horror.
Adolescentes amantes del fútbol. En disputa de un
partido el balón impacta la pierna de una joven
que transita por la vereda. Su padre, jefe de una
estructura paramilitar, ordena la muerte de los
niños de esa región.

Tenebrosa noche, sentenciados a morir huyen, sus
madres afro descendientes improvisan maletas. Ágiles,
con sus cuerpos acostumbrados a escalar se atrincheran
en la profundidad de los manglares. Los hombres les
asedian con palos entre los pantanos, los buscan
entre las raíces que salen a la superficie. En las copas
de los árboles los niños observan.

Allí habitan, como calaveras gimen, se columpian
entre las ramas, se acurrucan entre hojas. Las madres
salen en su búsqueda, uno a uno los rescatan.
Refugiados en sus casas no se atreven a salir,
pasan los días en aquel encierro, en aquel pavor.
La escuela desolada enmudecida en su campaneo.

Entre los tejados pasan de casa en casa. Una mujer,
Maríamulata como la llaman los niños, comienza a
leer cuentos con voz tenue, historias de hadas que los
hacen fantasear, imaginan un sol radiante desde el
amanecer, tesoros escondidos en parajes por descubrir,
universos de risas.

Las madres se ingenian la manera de eludir el
aislamiento, los rezos se agotan, el tiempo transcurre
y con él, la súplica para el retorno a la armonía, a
la vida.

En esta playa con el anochecer llega el horror.
Impactos de bala perforan el corazón de uno de
ellos que se creía libre de ver el mar. Su cuerpo flota
en la quietud de la marea, el blanco de sus dientes
contrasta con su piel bronceada. ¿Qué idea ronda en
quien ordena su muerte?

El corazón arrugado por el sufrimiento y la ausencia,
los gritos de su madre quedan esparcidos en la brisa
furibunda al lado de la aparente tranquilidad de aquel
manglar. Uno de ellos se incrusta como una astilla en
la tumba de su niño, cubierta por ostras y delfines.

MI SEÑOR

Ha partido hoy a un pueblo lejano. Ella lo llama desde
la profundidad de sus sueños, en la ausencia de su
esposo su deseo se atreve con él a extrañas fantasías.

En la carretera lo detienen unos hombres armados,
bajo su abuso de poder le interrogan. Él indignado
no responde, se resiste a su omnipotencia. Al revisar
su vehículo descubren que es evangélico, también el
nombre del pueblo al que se dirige. Le señalan de
haber sido el hombre que la noche anterior lanzó
piedras a la estatua de la Virgen de ese pueblo.

Uno de los hombres trae un lazo de cabuya con
una medida, toma el pie del evangélico y arquea
su zapato. «Es igual, es él». Una pistola le ponen en su
cabeza para que confiese. Él mira sin parpadear a ese
hombre que lo amenaza y articula sin temblar. «Déjeme
orar, si Dios permite que usted me mate, me lo dirá».

Se pliega de rodillas, baja la mirada y en silencio
ora. Son varios minutos interminables para ese
hombre armado. En estado de meditación alza
la cara, de rodillas mira a ese hombre. «Mi señor lo
permite». Tres disparos fulminantes impactan su cabeza.

Ella sabe que así sucedió, un desconocido se lo contó
esa misma noche. «Matan todos los días, en un mes
van más de cuarenta, se movilizan en una camioneta
blanca, la llaman La última lágrima. No paran, día
a día asesinan, salen en la madrugada y aunque las
autoridades lo saben, no los capturan».

Está cansada de repetirlo, nadie le cree o, si le creen,
de nada sirve. Le arrebataron la vida. Han pasado
más de diez años y el proceso se archivó, expediente
donde reposa el acta del levantamiento de cadáver
y un informe de policía judicial de una página que
concluye: No fue posible identificar a los autores del hecho,
pese a las indagaciones realizadas.

ALEGRO

Espalda que sugiere posar unas manos
recorrer la columna cual teclado,
efectos sonoros, cadenas melódicas
se deslizan en líneas de armonía.
Eres tú quien invita al goce,
concentras los sonidos piano-forte.

Revivir lo vivido –y a través de este registro–
escribir una sinfonía a un ser anclado en un sofá.
Partituras escritas en sensaciones
perforan las tarjetas para pianola,
como los besos cotidianos o las palabras.

El antídoto, filigranas que marcan la hondonada,
sellos que etiquetan territorios corporales.
Cambio de compás, percusión y vientos,
las flautas piccolo sobresalen.

Los sonidos congelan atardeceres cobrizos,
guardan el timbre de nuestra voz.
Al suspirar esta sinfonía,
los objetos adquieren un tempo inesperado.
Estás ahí, en mí, aún en el inconcluso.

Me detengo en tu recuerdo
para petrificar los momentos compartidos,
escalo tus peñascos, taladro cimientos,
busco tu estructura sitiada,
levito entre celajes que me conducen
a lo inexplorado de mis anhelos.

El fluir de las notas levanta las cuerdas,
ondas sonoras suspendidas en el devenir,
historias encarnadas en aquel cuerpo
que posee su propio lenguaje.

El transitar nos situó en el sendero de los artesanos,
la multitud danzante, la música dispersa.
La complicidad de un objeto en tu cuello
ata el vacío que nos invade.
No importa qué tanto se ha tenido hambre
una migaja es un manjar, más aún
si es un trozo de corazón.

Resistirme al asomo del desencanto
que oscurece cuando
Lucho por encontrar el desafuero oculto,
el lirio en el sofá esperándome,
me resisto a que vengas en soplos de ausencia,
el violín hace estacatto
sonoridad más grave en clave de sol.
FINALE PRESTO

Rosas de mar en medio de la playa incólume
torturaban la indecisión noche tras noche.
Soy un trazo enmarcado en un fondo blanco de deseos.

Delirio sombrío, supuestos corporales.
Vuelvo a sumergirme en mi substancia,
no sé dónde están mis antepasados
suicidios vedados.

La historia se torna en mentora,
remordimientos en tu regazo
sin respuestas, ventilar recelos,
la clarividencia sale a pasear.

El enigma ingresa como hálito a las entrañas,
un nuevo vivir se impregna en la epidermis,
nos detenemos a observar lo no observado,
en tu inconsciente el mundo externo es más real,
el caos llega a ti.

Son bellas aquellas criaturas en la arena,
sus ojos opacos no alcanzan a ver el horizonte
se ven colmadas, extasiadas con el mar que anhelaban,
tienes una fortuna al poder tan solo observarlas.


Me agobia el amor, no es una noche fácil,
tengo dos ausencias, la de mis padres y la tuya,
ellos me custodian en su dimensión
y tú, en tu refugio.

Fortaleza que se descorcha para liberar las dudas.
Gran parte de la vida nos pasamos reviviendo,
ahora solo quiero compartir lo que resta,
olvido todo, improviso más de lo que puedo
no temo, aunque es ineptitud no temer.

En esta noche de brisa, tras mi espalda
una anciana recuenta su historia.
Entre lo imaginado y lo vivido,
ha dejado de existir el abismo,
aprehendo el cristal de tu esencia,
si logro llegar allí permaneceré en partículas.

En el deferir dejamos de batirnos en duelo,
la pasión aquietada durante años sombríos
vuelve con su trampa. Tu mirada integra
frases posadas en relatos que enuncian traiciones.

Sentirse amado por un ser que se levanta del sofá,
la presencia latente agudiza los sentidos
remarca la falta del piano en este lugar,
añoro escucharte tocar al compás de mar.

Las corcheas se mecerían en tu pentagrama,
los escucho en un paraje inexplorado de mi vida,
tomo un atajo que marcará el presagio de nuestros deseos.

El oído capta las notas, aquel do que eras tú,
que era yo, el fuego en la chimenea,
tejidos en hilos de frivolidad nuestros cuerpos
calcan la partitura de lo que somos.
ESPEJISMO (DE LA TOUR)

Llama altiva para ser dos. 
El futuro desvanece la flama,
y la inclinación, el pretérito. 
Entre ellas, intervalo de impaciencia.
Manos sobre la calavera palpan las fisuras, 
los instintos se esfuman con la parafina.  

Las venas halagan la melancolía, 
desatar el amor aferrado a un ser lejano. 
Las palabras envían frases con hilos 
de fuego que zanjan el tiempo.
Deambular por la llama. 
Su presencia cimbra el soplo de obertura,
coquetea con el crepúsculo que fulgura, 
el perfil cubierto con arcilla de piel.

Si la acústica no se aparta del eco, 
vibrará la pasión que traspasa
el reflejo de flamas en el cristal.  
Ambas velas arden con el complot 
del espejismo que no ha consumido, 
las soflamas del azar.
LUJURIA (ROPS)

Hilo atravesado por la cerrazón del sentir 
con la resonancia del zumbido de la pasión. 
Temo desprender deseos de su cobertura,  
dejar vencida la desnudez, entre muslos 
encajados con la puntilla de la mentira. 

La lengua transita la silueta, 
se embebe para pinchar tu nombre.
La sangre volcada lo impide,
los tabús contraen el pubis de tu pena. 
Volteo el relieve para penetrar 
tu existencia y perturbar la mía. 
Los retos aletean y la mariposa descansa.
Quiéreme, antes que el amor pulverice sus restos. 

Pisoteo las falacias tendidas sobre la losa. 
La música y la poesía se aturden. 
Lamentos desestabilizan el tiempo, 
somos letras acomodadas al libreto. 
La perversidad cosquillea los pies
de una mujer paseando un cerdo,
hacia el pedestal de la lujuria. 

ANHELOS (BONNARD)

Baño de anhelos desvanece los contornos,
piernas cinceladas por el absurdo cautivo.
Las caderas inclinan el pubis del pincel.
Líneas rojas con el viso naranja, 
resaltan las corolas que penden del sueño. 
Palpitaciones emergen burbujas
con matices que pernotan en las pupilas.

Entramados, policromía de evocaciones, 
que hormiguean pliegues flotantes
en grietas que hurgan los vestigios
sumergidos en la timidez. 
Un tinte brota, río volcánico que diseña
el pergamino de su estampa.

La cuenca del sollozo remueve costras.
Invisibles torrentes del miedo 
desdoblan las carillas de olvido. 
Deambulan los trípticos de tiempo, 
y el puntillismo del escalón, vuelca anhelos
que tapizan entrañas del desenfreno.

INAUDIBLE (HOPPER)

Incrustado entre las ranuras del piso,  
parpadea al observar aquel hombre, 
cerrar la puerta con la llave del hastío.

Como ladrillo sujeto a la muralla bronceada, 
la observa sentada frente al piano. 
Las notas saltarinas se alojan 
en el madrigal invisible de sus hombros.

Retratos por segundo proyectan 
los negativos de su juramento. 
Ojos nocturnos a través del vidrio.

De su boca salió un silbido inaudible.
Las cuerdas ahorcaron las frases 
sujetadas al teclado de una promesa.

Dos boletos entre falanges temblorosas,
se detuvieron en una mujer diluida 
en poemas escritos para ella.

Gloria Bernal

Poemas 

Crítica literaria y notas sobre la poesía de Gloria Bernal

NOTA SOBRE LA POESÍA DE GLORIA BERNAL

La palabra sostiene el mundo, lo reinventa, crea sus muchos mitos, sus sinfonías, sus crónicas. Detrás de sus mares impetuosos, se esconde la historia del ángel de la escritura. Y Gloría Lucía Bernal busca las alas de ese ángel en grandes párrafos que han soportado los embates de la tormenta, los inviernos, las grandes batallas del espíritu y los cadenciosos viajes hacia el abismo insondable de su propia vida. Su poesía está hecha con los retazos de un sueño perdido, con los pedazos del espejo de una historia que la sobrevive sus propios fantasmas.

En las cadencias de su imaginario poético, hay un reflejo de cosas que vendrán, un presagio. Es como si en sus versos impregnados de un portentoso instinto amoroso, hubiera una secreta baraja alineando los planetas. Es una mujer bañada por instintos insospechados, por acervos misteriosos que conjugan el lenguaje y las situaciones, como si el azar cumpliera una regla visceral y el mundo corrigiera su soledad y la historia personal de sus emociones.

El mayor tesoro de Gloria Lucia Bernal es un deseo, una carga interior, una sed escondida en sus muchos laberintos, un ansía de reconquistar el paraíso, los muchos imperios que llenaron los vacíos, sus enigmas, el azar, las palabras dejadas en muchos sitios a la hora en que el universo prometía el infinito y otras palabras mayores. Entra y sale del lenguaje como de un mar inmenso.

Fernando Denis

Columnista, crítico literario, Revista Gafe.info

Equipo de Redacción

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