«Las Caligrafías de la piel», poemas de Nidia Garrido

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«La poesía de Nidia Garrido corre como un torrente y atraviesa la espina dorsal del planeta. Con navajas para sangrar los árboles y dejar los nombres, con cinceles para descubrir el oculto rostro de la piedra, esta mujer extraordinaria entra al lenguaje, como a una selva oscura, lo mismo que Dante, y logra entregar su porción de infinito a cada verso que escribe, sus ofrendas al tiempo. Cargada de una incorregible emoción, intenta desentrañar la vida sexual de las palabras, la desaforada lucidez que esconden las sílabas al bajar a la piel. Nidia Garrido trae mapas nuevos para explorar la memorable historia del cuerpo, para descifrar sus jeroglíficos. En una de sus noches delirantes escribe: “Mis sílabas se embriagan, beben una música que sufre las vigilias del invierno, y las suaves campanitas del trineo despiertan a todos los personajes de Esquilo”. Tiene una cadenciosa manera de andar entre las líneas del poema y de poner la mirada en su siglo. Sus sílabas vuelven a morder la manzana, y sucumben a la concupiscente señal de los sentidos, a su geografía embrujada. Hay algo más allá de las palabras de Nidia Garrido que queda vibrando en el aire como la estela de un colibrí y que luego arde en nuestra mente, arde en el papel en blanco y arde en la nieve. Nidia Garrido escribe con manos, con labios, con acelerada respiración, con vértigo, porque su voz es un incendio. Y solamente la consuela la lluvia.» Fernando Denis

LAS CALIGRAFÍAS DE LA PIEL

MEMORIA

El mar devuelve los inquilinos a la noche, silenciosos

se adentran en mi mármol rojo para crear una metáfora

o un diario.

Mi piel no tiene memoria, es un círculo del olvido.

Hay una niña sin ojos en los dedos que se burla de mí,

yo fabrico sus máscaras.

La sed que embriaga mi palabra anhela tu mar embrujado,

tus cadencias y tus acentos.

Un relámpago sordo sacude el mármol de las sílabas

y un recuerdo queda temblando en mi mente.

La semilla de un sueño teje la espuma del océano

creando vida y muerte a los que sobreviven a tu hechizo.


LA HUIDA

La huida es la marca de mi alma, mis pasos me llevan

a la tumba donde un millar de alacranes que se encorvan

y muerden mi orgullo,

escinden mis alas y escupen pedazos de lumbre.

Siempre es lo mismo:

la sal no se cuece en dos hervores,

mis pies se enmarañan en las ganas de tu piel,

el ángel caído ganó la partida,

mi huida deja el alma colgada en un asombro,

el llanto anega mi pecho, no puedo querer sin herir

porque el dolor es mi signo, mi muerte,

el agujero negro que despierta al demonio de madera

que habita en mis noches sangrientas.


CORDILLERA

Me abandono a la diáfana cabellera que cuelga del mar redondo.

Sigues efímera como siempre y tu silueta es la de un espantapájaros

enterrado entre bodegas y pastizales azules.

La hoguera se enciende con tu aliento salado, indómito en la negrura,

las medusas se aferran a tus largas piernas sibilantes buscando el tatuaje,

la marca sagrada que fosforece en la noche de tus escamas,

el camino de una horca se desvía por las arterias de un paisaje antiguo

con nombre griego.

Aun respiras en el follaje, aun tu aliento absorbe el caudal de mi memoria.

El filo de la navaja hiere el horizonte.

La cordillera acostada en tu vientre es un mapa donde se pierden

los peregrinos.


FE DE ERRATAS

En la alta noche chamánica mi rostro corrige la fe de erratas

del invierno, ese astro de escarcha que recorre tus escamas,

la lluvia fantasmal que fosforece en la tumba del hidalgo.

Los bosques helados donde peregrinan las palabras de mis libros

aún me siguen ocultando un deseo.

La noche está enferma de noche y ya nada lo consuela.

Se aglomeran ríos de tinta en la mano plateada del durmiente.

Una dulce enredadera teje la herida que lamen los lobos

en mi espalda descubierta. Lamen la sal de mis piernas.

Uno de los colores del viento golpea las fichas de mármol

que sobre el tablero meditan un ataque.

El caballo que tiene una cruz nevada en la frente y se asoma

por un resquicio de la noche,

ha cabalgado antes en un sueño.

Un veneno azul rueda por los corredores de un abandonado castillo

y en las ruinas de su jardín

el cartero de las Meninas recuerda un violín enterrado.

Una chispa milagrosa desciende hasta mi cuerpo de paja, ardo

en la noche de Creta.

Mis sílabas se embriagan, beben una música que sufre las vigilias

del invierno, y las suaves campanitas de trineo despiertan a todos

los personajes de Esquilo.

El invierno es un ángel gris que llora en tus batallas.

El signo siniestro de un dios descansa como un tatuaje en la piel

de aquellos que leyeron los hechizos de mi poema.


ESPEJISMO

En la noche los pasos de la lluvia resuenan como monedas.

El lingote de un sueño pesa mucho en la mano del gigante

que lo sostiene.

Más que un mito, mucho más que una historia de amor contada

por asesinos y mercaderes en las fondas de la selva, lo tuyo parece

venir del mar con una botella.  Que todos sueñen lo misma en la misma

noche es un espejismo, un brebaje, una alucinación que no soportan

las palabras. En mi mano estás grabada y no en mi pecho,

por eso escribo.


COLIBRI

La noche cumple su cometido, es un ángel,

lleva en sus venas la sangre del olvido, la piel escondida en la penumbra,

se agazapa como fiera herida, con garras de lince asoma sus dientes,

arropa su nido y despierta en las aguas del averno, sus labios gotean

aromas de invierno, los relámpagos de la aurora rompen el silencio

de una mujer con cascada negra, con ojos de ciclope, me mira fijamente

y enreda en sus manos un sueño, ha galopado toda la noche, cruzo

los océanos de tierra santa, viene en busca de una respuesta, una acuarela

pinta sus alas de pan de azúcar, aun sueña con el amor, con dientes

de leche en su pecho, con arena en su luna, el mar entra una y otra vez

y moja su espalda, su inocencia es rota por la espada de un colibrí sin nombre,

amanece en otoño.


LAS FICHAS EN LA MESA

Ruedan los alfiles por mi cráneo sin luz,

mi sangre siempre llega al mar,

ahí soy etérea y mi cuerpo tiene la forma de tu nombre

y mi sal se derrite con la luna, tres pasos adelante y dos atrás,

la mesa redonda aún tiene la caligrafía de las meninas

que se embriagaron.


LOS ALCARAVANES

La cama aún sigue sin hacer,

las sabanas cosidas con hilo rojo forman un nido de alcaravanes,

no hay tiempo,

no hubo tiempo,

la huida,

el terror de las botas amarillas,

te deslizaste sobre mi espinazo para protegerme,

 y la cama aun sin hacer,

y te recuerdo diciendo:

¨Las puntas deben ser templadas al unísono del violín”.

Y que importan las puntas cuando el lodo cubre tu cuerpo,

y que importan los doscientos ocho huesos de tu inframundo quebrado

si la cama sigue sin hacer,

si las sabanas guardan el sabor a sangre y a sal,

si mis manos marchitas no tienen excusas para seguir aquí,

y la cama sigue sin hacer, y el llanto reclama un cadáver sucio e inocente.


Nidia Garrido

LAS CALIGRAFÍAS DE LA PIEL

Equipo de Redacción

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