La vida pasaba como -una de las tantas series– en Netflix, de Beatriz Giovanna Ramírez; por Sergio González Quintana

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Sergio González Quintana, nos presenta en el ‘El rincón de Sergio’, un análisis de la obra poética «La vida pasaba -como una de las tantas series– en Netflix», de Beatriz Giovanna Ramírez (Colección Poesía Móvil, Editora BGR, 2021)

La vida pasaba -como una de las tantas series– en Netflix, de Beatriz Giovanna Ramírez

La vida pasaba -como una de las tantas series– en Netflix, de Beatriz Giovanna Ramírez, (Editora BGR, 2021), se inicia con dos versos del poema “Amar a un conejo” de la poeta uruguaya Ida Vitale (Montevideo, 1923), galardonada con premios tan importantes como el Premio Octavio Paz (2009), el Premio Alfonso Reyes (2014), el Premio Reina Sofía (2015), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2009), el Premio Max Jacob (2017) y el Premio Cervantes (2018): “es inútil amar / lo que te ignora”. Es una cita muy elocuente, pues alude al contenido general del poemario de la poeta colombiana, nacionalizada española y residente en Finestrat (Alicante), Beatriz Giovanna Ramírez. Como veremos, nuestra poeta explora, desde la observación y la reflexión, asuntos que afectan al corazón y al alma humanos. Tal como el título sugiere, presenciada la realidad desde la distancia, como si se tratase de una de las series de televisión, es posible tratar estos temas (el dolor, el abandono, la soledad…) con una ironía no exenta de crudeza emocional.

El estilo verbal que predomina en la poesía de Beatriz Giovanna pudiera hacernos pensar que estamos ante poemas narrativos. Es cierto que en algunos de los textos hallamos un tono narrativo, pero es una desviación o recurso de la poeta para destacar la emoción y el lirismo en sus versos. La autora nos muestra la emoción, diríamos desde la perspectiva lineal más próxima a nuestra vista, para a continuación y a medida que la emoción se eleva, nuestra mirada se vaya elevando igualmente, hasta que, desde lo alto, recibimos fogonazos de luz, golpes de realidad (“El día en que lo conocí, hubo un estallido / que se escuchó en todo el planeta”, “Esa noche lo hubiese besado entero / hasta perderme en sus ojos recién descubiertos”).

Veamos un ejemplo en el que el tono narrativo se utiliza como un procedimiento para que la emoción vaya aumentando progresivamente. En el poema que abre la plaquette, “La nada”, escribe: “Comíamos. / Él quiso dejarlo claro: / Yo era nada. / No teníamos nada. / Me sentí nerviosa. / Fui la nada. / Caminamos. / Dudé de ir de su mano. / Y en la negación de mi existencia, / me besó en un parking vacío / como la nada”.

Este poema, con sus enunciados brevísimos que describen clara y dolorosamente una situación de ruptura y abandono, presenta una estructura bimembre. La primera aparece introducida por la forma verbal “Comíamos” y la segunda, por “Caminamos”. A pesar del tono narrativo, el lirismo es evidente: “Yo era nada… Fui la nada… en la negación de mi existencia, me besó en un parking vacío / como la nada”. La causa de esta anulación personal (“Yo era nada… Fui la nada”) es el abandono y la angustia[1]. Quisiera la protagonista retener al amado (“Dudé de ir de su mano”), pero el beso final suena a despedida. (En “A cencerros tapados” nos dirá: “Así desapareció el amor / en la recua de los pasos”.).

En este texto, el vocablo /nada/ que aparece mencionado en cuatro ocasiones, con insistencia nos interpela y nos hace preguntarnos con la autora si hay lugar en la nada para la desolación, para la desesperación. Pero, en la vida pasaba como -una de las tantas series- en Netflix, observamos las emociones desde la distancia y las resonancias del vocablo nos remiten a experiencias compartidas de abandono y angustia.

Como podemos comprobar, el tono narrativo y la repetición del vocablo /nada/ han ido incrementando la intensidad emotiva.

En otro poema, “Vida”, vuelve la autora a tratar la misma idea de abandono. Dice: “Un día, unos días, muchos días, / llenos de ruidos y silencios”. La gradación paralelística y asindética intensifica la sensación de que el tiempo pasa deprisa, pero en una lucha de “ruidos y silencios”, que son el devenir de un proceso de aceptación por la pérdida. En este proceso “Mi corazón no ríe. / Palpita borroso entre tanto drama. / El entusiasmo se apaga –como en la TV–”, la poeta describe las consecuencias de la soledad, de la imposibilidad de comunicarse (más adelante escribirá: “La vida se gasta en buscar a una persona / en donde quedarse para siempre”) que anticipan la tristeza. Las imágenes son muy expresivas y aluden al llanto, a la lágrima: “Mi corazón no ríe. / Palpita borroso entre tanto drama”.

“Vida” también es el reflejo de la rutina y de la monotonía, de la desolación ante la soledad, que puede llegar a aniquilar toda esperanza.

Sin embargo, no siempre la soledad aparece vista negativamente. “Soledad que me llevas en mí”, escribe en “Finestrat”; “La soledad tiene muchas maneras de abrazar el amor”, en “Retrato de la soledad elegida”. Y esto es así porque, estando sola, surge la oportunidad de la reflexión y la escritura: “Escribir es un acto de amor, de generosidad, de soledad elegida” (“Ser poeta no es una ambición mía. / Es mi manera de estar solo”[2]).

La necesidad comunicativa a la que hemos aludido se refleja irónicamente en el poema “Ciao, bello”. Aquí, los enunciados son más extensos. Asistimos al relato de una conversación inacabada durante un trayecto en tren. Solo se escucha una de las voces, como si se tratase de un monólogo en el que la protagonista se desdobla (“Me duele el cuello al punto de no poder moverme…”, “Te hablé de mi vida y lo aburrida que suele ser la rutina…). También aprovecha este monólogo para definirnos la labor creativa del poeta: “Ser poeta es mirar diferente en un espacio / que suele tener bajo control la mirada”. Ha comprobado la autora que, a pesar del dolor (“Me sigue doliendo el cuello”), la vida continúa y se darán nuevas posibilidades (“El tiempo me ha dado un respiro. / Confío en la palabra que devuelve el aliento / y que por momentos nos llena de ilusión), a pesar de que, dice, “pienso que he hablado más de la cuenta” y, ante la renovación de la esperanza, “No paro de soñar con un lugar más amable. / Me duele mucho el pecho y siento ganas de llorar.” De ahí, la ironía: “Continúo el camino y lloro emocionada. // Ciao, bello”, que es, además, agradecimiento.

En “Muerte” encontramos una doble exhortación: a la Vida y a la Muerte. A ambas, como personajes alegóricos, se dirige y, mediante la anáfora “Déjame…”, solicita más vida a la Muerte y vivir sin miedo a la Vida. Hay más: una enumeración de deseos que muestran, en definitiva, un gran amor por la vida, un enorme agradecimiento por vivir, si bien algunas de esas solicitudes resultan inalcanzables, al menos desde la realidad que conocemos.

Cuando hablamos de observación, la imaginación juega un papel relevante, pues nos lleva más allá, a la suposición. La vemos en todo el poemario, pero con el siguiente ejemplo veremos una preocupación más por parte de la autora, en este caso, por las injusticias sociales.  En “Detrás del titular, el camionero”, estamos ante un suceso. Un accidente nos permite imaginar lo que pudiera haber detrás del mismo, detrás del conductor del camión: “El camionero nunca hablará de su carga, / del depósito medio vacío, / ni de la plantilla…”. Con esto, la autora consigue cambiar el foco de interés: no en la evidencia del accidente, sino en la vida del camionero, quien sentirá la angustia por la incomprensión, el desplazamiento y abandono. Igual sucede en otros poemas que ya hemos analizado. En “La nada”, por citar uno, la poeta pone el foco aparentemente en los hechos (“comíamos”, “caminamos”), pero lo que realmente quiere es que percibamos la expresión del miedo y la angustia ante el abandono o la pérdida.

Interesante resulta la estructura de “Finestrat”, localidad alicantina, poema en el que se intercalan la acción y la reflexión poética. Finestrat es un lugar de acogida (“una casa que llamo Finestrat donde cocino / guisos de mar y montaña / que son remedio”. Las reflexiones se suceden tras las acciones que van desde salir de casa, coger el coche hasta el regreso. El poema se abre y cierra con la repetición del verso “Este vacío ocupa todo, pero nada es”. No se puede uno abstraer de la vida. La nada y el vacío son sensaciones pasajeras, que impulsan al avance, reacciones emocionales positivas, pese al sufrimiento, si no se enquistan y enferman. La angustia, que resulta de un miedo al futuro, nos coloca ante la adversidad y nos fuerza a vencerla (“lloro superando los abismos. / Huyo para encontrarme”). Del mismo modo, esta superación se consigue disfrutando de las tareas más comunes (“… cocino / guisos de mar y montaña / que son mi remedio”).

“La vida pasaba –como una de las tantas series– de Netflix” es un poemario que, en tan solo diez poemas, reúne un mundo de emociones y experiencias: canta al amor y al desamor, a la necesidad de comunicación, del encuentro, del deseo, a la soledad, a la superación, a la evocación y al recuerdo, a la memoria…, todo ello mediante las herramientas de la observación y la reflexión. A través de la observación, Beatriz Giovanna nos presenta los detalles, aquellos que se ocultan a la vista de los ojos y del corazón; a veces, la presentación de estos detalles no es directa: los conocemos mediante la alusión, un recurso con el que la autora consigue la complicidad y la implicación de los lectores, que exploran los suyos y los liberan, tal como sucede con la catarsis. A través de la reflexión, ahonda, a veces con ironía, en los sentimientos que causan el abandono y la soledad, la incomunicación, pero, con todo, la autora es capaz de encontrar nuevas esperanzas, precisamente (¡qué cosas!) porque son los detalles los que dan belleza al conjunto.


[1]“La nada engendra angustia”, en palabras del filósofo danés Soren Kierkegaard.

[2] Caeiro, Alberto. El guardador de rebaños.

Equipo de Redacción

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