«La poesía es un llamado del ángel que se esconde en la memoria». «Sobre la tierra» de Carmen Nozal , por Fernando Denis
La poesía es un llamado del ángel que se esconde en la memoria, es un exorcismo de los sentidos, es una soledad que espera ser habitada por el duende de la pasión, por el duende de la lluvia o por el duende de la trashumancia. Carmen Nozal escribe porque sus duendes son exageradamente traviesos y la enferman de belleza, de irrealidad o de música, y mucho más que una reflexión sobre la vida o la muerte, su trabajo literario es un largo viaje hacia sí misma, hacia los bajos fondos de su alma. Escribe con denuedo el mantra de todos los sonidos, escribe para dejar de sucumbir a la realidad y sus trajines, escribe para darle de comer al lenguaje un alimento nuevo: tal vez logre para su emoción lingüística esa metáfora donde todas las voces se levanten del papel en blanco y se vuelvan una sola voz. Todos los misterios del lenguaje la visitan, también los incesantes recuerdos que van y vienen como un mar de los Sargazos.

PRÓLOGO
La poesía es un llamado del ángel que se esconde en la memoria, es un exorcismo de los sentidos, es una soledad que espera ser habitada por el duende de la pasión, por el duende de la lluvia o por el duende de la trashumancia. Carmen Nozal escribe porque sus duendes son exageradamente traviesos y la enferman de belleza, de irrealidad o de música, y mucho más que una reflexión sobre la vida o la muerte, su trabajo literario es un largo viaje hacia sí misma, hacia los bajos fondos de su alma. Escribe con denuedo el mantra de todos los sonidos, escribe para dejar de sucumbir a la realidad y sus trajines, escribe para darle de comer al lenguaje un alimento nuevo: tal vez logre para su emoción lingüística esa metáfora donde todas las voces se levanten del papel en blanco y se vuelvan una sola voz. Todos los misterios del lenguaje la visitan, también los incesantes recuerdos que van y vienen como un mar de los Sargazos.
Mis ojos son los niños que te lloran.
Se trepan a la luz para buscarte
en los breves colores del olvido
y hacer del universo un garabato.
Con estos versos comienza Sobre la tierra, una bella antología de poemas de Carmen Nozal, que resume su itinerancia, sus idas y vuelvas por los bosques de la memoria. Carmen Nozal ha descubierto que el mundo es un culto al lenguaje y que en cada palabra que decimos habita mucha gente, que cada sílaba del universo sirve para inventar un día nuevo. Sus poemas proponen una novedosa sintaxis de la vida y retoma la alegría como uno de sus elementos sagrados. Con intuición desmedida, con la complicidad de una lengua esplendida, su poesía simplifica la fogocidad de su mar interior, pero también sus vértigos. Con las mismas palabras con que ella construye sus sueños, o moldea la arcilla o hila junto al mediterráneo de sus ancestros, con esas mismas palabras levanta su arquitectura, sus laberintos o sus puentes. Tiene en su mano un mapa que sólo lo recorre cuando está dormida.
La ciudad se vuelve vieja,
se está encorvando en la basura.
Nadie la mira, ni la huele nadie,
por eso se santigua en los tejados
en el nombre del polvo, de los humos
y de los brazos que rodean
a una plaza abandonada.
Hija de su tiempo, Carmen Nozal ha sido prolífica con las palabras que su siglo le ha dado. En su expresión hay genealogías de pájaros, músicas ancestrales como las de San Juan de la Cruz y de Lorca, pero también está la exacerbada armonía que le ha regalado México y su contagiosa poesía hecha de milagros, de minerales y de herrumbrosas mitologías. Esta hibridación de culturas ha enriquecido su verbo y su manera de nombrar la historia. Y es precisamente eso lo que la caracteriza: tiene Carmen Nozal el don impetuoso de anudar los dos continentes que le pertenecen en su corazón de niña y de traducir sus latidos en frases iluminadoras.
Sobre la tierra es un libro que recobra las estéticas y las emociones de muchísimas épocas de la vida de la gran poeta asturiana y esto es importante para comprender la evolución de su credo y de su incansable búsqueda. Desde sus primeras líneas ya sospechamos el ingreso a un mundo integral, a ese cerrado universo suyo cargado de asombros, a su multitud de realidades y de acentos; entramos a su música verbal algunas veces tentados por la sensualidad anónima de algo que se despierta en sus versos, intimidados por la inteligencia de una sílaba que nos habla al oído de algo a lo que deberíamos aferrarnos sin remilgos.
Aquí también hallamos al soterrado fantasma del recuerdo, que es casi normal en personas que han decidido vivir la diáspora, ya que el pasado juega un papel importante en sus memorias y en el trabajo de construir un universo personal, más allá del tiempo y las academias. La poesía es un viaje, y Carmen Nozal lo sabe, en el cual se vive y se muere todos los días. La poesía es un culto a ese paisaje que permanecerá en nosotros como testigo de que ya estuvimos en la página y que, en la página siguiente, tarde o temprano empezará a llover.
Fernando Denis
Bogotá, diciembre 5, 2021