La literatura y el territorio; por Maurizio Bagatin

1

Maurizio Bagatin reflexiona en su columna sobre el territorio y la literatura.

Maurizio Bagatin

“…la memoria di voi/che trema in noi/come una stella incoronata di buio” -Pierluigi Cappello-

Narrar el territorio en el cual uno nace, crece y desde el cual uno un día se autoexilia. Nadie es profeta en patria, es un lugar común y una verdad profética. Uno va buscando en los áticos y en los sótanos, va preguntando al cura y al medico del pueblito, al campesino más “furbo”, al loco y a la mujer más bella, uno va hablando con el más anciano que hoy está sentado en el bar y con el caminante que pasó por allí hace muchos años. Así va construyendo un mapa en su mente: primero viene el pensamiento, luego el habla, en fin la escritura.

Un territorio tiene siempre su literatura. Oral, ante todo y ante todos. Alguna vez fui a buscarla, eran historias e historias a las cuales ya nadie creía; eran muchas mentiras o demasiadas fantasías, era un imaginario colectivo y siempre individual, sin fin y con finales trágicos o felices, siempre diferentes cada vez que estas narraciones íbamos oyéndolas, cada vez que nos las contaban. Alguien las transcribió, aquellas memorias fueron un día el pasaje del caballero del compromiso incondicional, otra vez del brutal conquistador, siempre fueron pueblos y patrones, vencedores y vencidos.

Quizás, nuestra memoria iba construyéndose en cuanto Marco Polo dictó a Rustichello de Pisa, en Las Confessiones de un italiano de Ippolito Nievo o en Giacomo Casanova, en Atila o mejor aún en una de las primeras rebeliones heréticas, la de Domenico Scandella llamado Menocchio: “tutto era un caos, cioé terra, aere, acqua et foco insieme; et quel volume andando cosí fece una massa, aponto come si fa il formazo nel latte, et in quel deventorno vermi, et quelli furno li angeli…”. Y el poeta Pier Paolo Pasolini que vivió tan profundamente el paese di temporali e primule, dejándonos luego sus Poesie a Casarsa, ya en un dialecto que no era pan de cada día para todos. Ahí nacimos, en un territorio de confín, recibiendo y absorbiendo todo, y creando así nuestro lenguaje. Y con este lenguaje seco crecimos. Antes de él hubo mucha Historia, y después otras historias.

Y fue en este territorio sin ninguna desfiguración geográfica, una colina que varíe nuestra perspectiva o una montaña que la eleve, adonde los únicos trazos que nos permitían variar nuestra óptica fueron los ríos que se encontraban, las siempre bien definidas estaciones, nuestra memoria. Fueron las rapsodias de un mundo aun campesino, los personajes de Carlo Sgorlon, moldeados en profundas lecturas de Tolstoj, en los últimos que con tanta poesía intentó recordarnos David María Turoldo. Cuando ya los habíamos leídos, frente a nosotros nos apareció un territorio devastado, el fin del boom económico y la década de la «degeneración moral» o la de la última modernidad italiana; todo contribuyendo en la fascinación hipnótica de la violencia del Realismo letterario. El nordest observado por Francesco Maino, Alberto De Poli, Massimiliano Santarossa e Vitaliano Trevisan.

La poesía de Federico Tavan y los versos de Andrea Zanzotto, en las huellas que deja nuestro dialecto, el Meneghél, con Sapeghéte de Gian Mario Villalta. Muchas veces en mi memoria es aquel verso de Novella Cantarutti que espero siga ahí, escrito en una pared de la ciudad más punk después de Londres, Pordenone: “Cosmo saturo/di persiane aperte/a tutti i caos/vestìti da giubileo:/dimenticami!”.

Equipo de Redacción

1 pensamiento sobre “La literatura y el territorio; por Maurizio Bagatin

  1. Unos entran a los cementerios y otros a las altas esferas siempre en busca de una historia que narrar , explorando territorios que describir con majestuosidad, con esa laboriosidad de hormiga para encontrar el eslabón de un tema que proponga la atención cubiertos de estilo ritmo y atmósfera. No existe literatura sin territorio .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *