«La compasión» de Teresa Domingo Catalá; por Angélica Guzmán Reque

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Angélica Guzmán Reque analiza la obra digital «La compasión» de Teresa Domingo Catalá, de la Colección Digital de Novela Iberoamericana (Editora BGR, 2022)

La novela La Compasión de Teresa Domingo Catalá es un profundo análisis de los problemas que conducen a la disgregación de una familia, a la falta de comprensión del significado del término Familia, tal como lo entendemos social y sociológicamente, que expresa: “En su seno no solo viene al mundo, inaugura sus emociones y sentimientos, descubre un aspecto de la existencia, sino también continúa viviendo y busca su felicidad y bienestar. De igual manera, la posibilidad de bienestar de la familia está íntimamente ligada y condicionada por el desarrollo y equilibrio de la sociedad.” De acuerdo a la carta de la Institución que rige el mundo sociológico. Claro está desde la deducción objetiva, no de la ficción como se lee en la novela.

La autora nos va introduciendo en una descripción minuciosa de las características de cada uno de los miembros que conforman la familia de Gerardo y Lourdes Clarassó. Hace un retrato psicosocial de cada uno de los integrantes: los padres y los hijos. Cada uno independientemente porque, son eso, cada uno vive desde su espíritu de libertad que les ha sido conferido, hallo más bien un espíritu de lucha consigo mismo y su soledad que la llevan adherida a su piel, lo que no les permite vivir felizmente. Cada capítulo, (110 en total) está dedicado a cada uno de ellos: Gerardo, el padre, Lourdes, la madre y los hijos: Julia, Ángel, Adela y sus respectivas familias y quehaceres del hogar y de trabajo.

Gerardo es el padre, se conoce muy poco de él, solo lo que pueden decir los hijos, especialmente Adela, por medio de ella se conoce su forma de ser porque adora a su padre y era la preferida de él. “Adela adoraba el mar. Con su padre y sus hermanos iban a la playa prácticamente todos los domingos. Los tres estábamos encantados de pasar el domingo con papá.” Era un hombre solitario, entregado al trabajo y a sus hijos, prácticamente sustituía la ausencia de la madre, como si realmente se pudiera sustituir a ese miembro pilar de todo hogar: “Entre semana estaba volcado en su trabajo. El sábado se lo dedicaba a él mismo, sobre todo a sus colecciones de mariposas. (…). Los domingos los dedicaba a sus hijos.”

Esa incomprensión y soledad lo lleva al suicidio, la que relata esa tragedia es Adela, aunque la madre le hace jurar que nadie debía enterarse, obligando a la hija a callar ese delito:

“Abrió la puerta y vio que el suelo blanco estaba rojo. Y que el color rojo corría. (…) Apartó la cortina. Vio el cadáver con las venas rasgadas, con un brazo hundido en el agua escarlata y el otro que colgaba entre la bañera y la cortina. El cuerpo desnudo y exangüe de su padre.”

Esta imagen la acompañará por siempre. Sin comprender, aún es niña, con apenas ocho años debe enfrentarse con la muerte del ser que amaba. Sin respeto, la madre le hizo prometer: “La gente no debe saber lo que ha ocurrido. Tu padre ha muerto en casa de un ataque al corazón. Eso es lo que dirá el doctor Bañoles a instancia mía. Jamás le digas a nadie que tu padre se ha suicidado.”

Esa fue la triste existencia de un esposo que nunca lo fue y de un padre, amante de los hijos, y de su vida en soledad.

Lourdes es la madre: una mujer vanidosa que solo vive para la sociedad y en poder mostrarse, sin ningún sentimiento de amor por los suyos: Lourdes odiaba las visitas familiares. Las tías de Gerardo eran tediosamente bienintencionadas. Les sacaban pasteles que sólo comía él. Ella tenía muy en cuenta que no deseaba engordar por ningún motivo”

Una mujer caprichosa y amante de los placeres y la aventura. Como cuando acompaña al marido a la mecánica donde arreglan su coche. Sin saberlo se enfrenta a una mirada que la cautiva, es la del mecánico. “Era esbelto y moreno, más alto que Gerardo. Tenía los ojos pequeños, pero intensamente verdes. Parecía que las hojas de los árboles se le hubieran puesto en la mirada. Fue como si nunca nadie la hubiera mirado.” De esta manera buscará una aventura con Lorenzo, el mecánico, con el que vivirá una pasión inusitada de sexo y juegos eróticos hasta cansarse de él.

Lourdes es una mujer engreída, veleidosa, vive para la vanidad: “Aunque se iniciaba enero, la mujer no renunciaba a ir sin capota, luciendo el automóvil prácticamente nuevo.” Ella vivesu propio mundo de vanagloria, no le importa el hogar, tampoco los hijos, a quienes jamás les dio el amor y la afectividad necesaria en el desarrollo de los hijos, dice la psicóloga Alejandra Aspillaga, y expresa con convicción: La mamá es todo lo que somos y lo que llegamos a ser. Y añade: La mamá es la que nos cuenta la vida, cómo es la vida, la que nos traduce el mundo, la que nos va armando y organizando los recuerdos que tenemos de la infancia.” Y, es precisamente lo que la familia jamás tuvo, la madre nunca estuvo presente, así lo expresa la hija Julia: “No echaba de menos a Lourdes. A su madre no le gustaban los niños y lo demostraba. Rígida y autoritaria, se debía hacer lo que ella quería. Mejor que no estuviera.”

Lourdes no sentía, solo vivía, tampoco creía en nada, de modo que no tenía qué dar, así cuando alguna vez entraba en una iglesia, mostraba su incredulidad, su apatía, nos dice la autora: “Pero su fe era endeble. No tenía realmente una creencia fuerte que la sustentara. Si Dios existía ella nunca le había visto. Ni oído, ni sentido cerca. En los sucesos que vivía Dios no tenía una presencia. Vivía ajena a la espiritualidad, a toda religión, y consideraba supercherías los sucesos que se escapaban a una explicación racional. (…) siempre actuó en su propio beneficio y esa actuación chocaba con la doctrina cristiana que hablaba de la generosidad, el perdón y el amor.”

Ella odiaba la ocupación del hogar, delegó el cuidado de los hijos a la servidumbre, a terceras personas, pero se concentró muy bien en su profesión, donde descolló como excelente fotógrafa, la revista donde trabajaba alababa sus trabajos de arte, casi perfectos, lo que la enorgullecía y le hacía pensar que sus hijos no tuvieran sus dotes, los considera mediocres. “Ninguno de los hijos había heredado su talento para el arte. Todos habían heredado el sello gris de su padre y ninguno su propensión a lo singular, a lo raro, a lo diferente, a lo excéntrico. Ella no conoció el amor porque lo consideraba falso, hiriente, para ella: “El amor redundaba un cuento de las princesas y de los príncipes que terminaban comiendo perdices precocinadas y falsas. Nada de eso respondía a una realidad” Pensaba que nunca había recibido la correspondencia de los hijos: “Julia con su distancia. Ángel con sus responsabilidades y Adela con su mediocridad. Ninguno de sus hijos tenía una chispa de genio, una propensión a algo que no fuese lo cotidiano y la costumbre de la rutina.”

La psicología no se cansa de repetir la importancia que tiene una madre en el desarrollo emocional de la persona, es piedra fundamental en la formación de un ser equilibrado en el sentir y en el hacer. Nos explica Emiliano Villavicencio, académico de la Universidad la Salle: “Con ella se establece el primer vínculo, la primera relación que a lo largo de nuestra vida vamos a seguir reproduciendo”

Pensó que el planteamiento minucioso que hace la autora a lo largo de su novela, es precisamente cómo la ausencia de la madre en la formación de seres dignos de una sociedad puede influir negativamente. Los hijos viven aisladamente, cada uno hace lo que puede, pero esa ausencia de amor no los deja fluir, no son seres sociales, bien con su soledad encima, Julia, la menor de las hijas, expresaba: “Rígida y autoritaria, se debía hacer lo que ella quería. Mejor que no estuviera.”

Julia, la hija menor, vive en un caos permanente, una crisis que la conduce a la soledad, Quiso guardar para sí el momento, vivirlo en soledad. La soledad rodeaba los instantes más importantes de la vida: el nacimiento y la muerte. Se disponía como un zumo de naranja recién exprimido y aromático, para paladear en el silencio de la ausencia.”

Cuando está cerca el parto, ella prefiere la compañía de la partera, no confía en nadie, menos en su familia: prefería que su hermana quedara al margen de un acontecimiento que era solamente suyo. Posesiva con el tiempo, rechazaba la presencia de todos (…) La casa rezumaba silencio, como ella misma.”

Julia vivía en la casona donde habían crecido todos. Su madre se la dio porque era la única que quería tenerla. No le importaba la soledad que se vivía, precisamente por lo enorme que era, además conservaba todo el moblaje y la forma en que le había heredado. Al nacer su hija que la llamó Olvido, como queriendo simbolizar que el amor renació en ella, olvidando lo anteriormente vivido. Ella amaba a su esposo Daniel, que trabaja en Alemania, solo lo veía los fines de semana, el esposo, enamorado como estaba tuvo mucha paciencia para ir labrando en ella el sentimiento del amor compartido que, el nacimiento de la hija generó el amor que jamás había sentido y, poco a poco fue sellando el silencio y la soledad de su vida pasada. Ella empezó a tener conciencia y compasión consigo mismo, a esto contrató a una boliviana, Magenta, que colmó sus expectativas porque Magenta escribía poesía y tocaba el piano, el arte la renació en sus entrañas y pudo conseguir la paz que anhelaba, solo el amor puede derrocar a la indiferencia y al rencor. Nos dice Lilly Ansen, actor estadounidense: «Se necesita a alguien muy valiente para ser madre, alguien muy fuerte para criar a un niño y alguien especial para amar a otro más que a sí misma». 

Adela, es la hija mayor, de niña que amaba al padre porque él siempre estuvo con ella, quizá fue la que mejor lo recuerda con amor porque compartió mejor, lo vio muerto desangrándose, imagen que llevará en el recuerdo toda su vida. Diría mas bien hasta que pudo recuperar la confianza en sí misma y experimentó el sentimiento del amor. Había estado casada, pero ella misma se da cuenta que el matrimonio había sido solo un experimento que le faltó la sal del amor, por eso llega a la abulia, de ambos y debe divorciarse. Porque se da cuenta que, “No se había enamorado de Armando y tampoco tenía la sensación de que él la hubiera amado alguna vez. Unieron sus dos soledades y la realidad les mostró que juntos habían formado una tercera soledad: la de estar juntos, pero sin compartir sus vidas realmente, como dos líneas paralelas que nunca llegan a cruzarse.”

Su madre jamás la apoyó en esta ni en ninguna decisión, siempre la culpaba y le reprochaba de manera constante. El reproche permanente era. “Adela no había sabido tratar a Armando. No le había sabido retener, como si su marido fuera un perro al que sacaba a pasear y que se hubiera escapado.” Su madre nunca la comprendió por lo que para Adela: “Cuando pensaba en su madre se le aparecía en la mente un campo sembrado y arruinado por la cizaña. O un foso amplio que saltar lleno de caimanes, de cocodrilos hambrientos. Nunca recibía una palabra amable, un gesto franco, un apretón de manos ni mucho menos un beso de aquella mujer que, aparte de parirla, no había hecho nada más.”

La vida en común con sus hermanos no pertenecía a la fraternidad, al amor de hermanos, a la compañía que se desea. Ellos eran ajenos y vivían, prácticamente aislados, cada uno en el trabajo. Envueltos, maniatados en su soledad. “La soledad la visitaba por las mañanas al levantarse. La perseguía por la calle. La volvía a ver por las tardes, aquellas largas tardes perdida en el sofá, con el televisor encendido que ni miraba ni escuchaba. Y se quedaba con ella por las noches. Entonces se le venía encima como un iceberg e igual de helada, como si una montaña se le instalara en el pecho y fuera imposible escalarla.”

Quiso disipar su soledad con el alcohol, aprendió a beber, cada vez más. Lo hacía desde el desayuno, no se embriagaba, pero le gustaba el sabor que sentía, aunque muchas veces se preguntaba ¿por qué había aparecido el ansia de beber? Y, ella misma se conjeturaba: “¿Era por verse sola en la treintena y sin haber tenido hijos? ¿Por no gustar a los hombres? ¿Por tener un trabajo rutinario, aburrido, lleno de papeles, de moratorias, de trámites que no le interesaban? ¿Por tener que cumplir plazos en la vida? ¿Y por qué esos plazos no coincidían con su realidad? ¿Acaso su realidad era elegida? Y si era así, ¿había elegido realmente? ¿Qué deseaba ella en el fondo de sí misma?”

Adela no encontraba sosiego en su alma inquieta y solitaria, no encontraba respuestas en nada, ni nadie, solo se encerraba en su pequeño departamento, como queriendo huir del mismo bullicio humano que escuchaba a su alrededor, se preguntaba permanentemente. “Cómo iba a amar a otros si a ella misma no se amaba? ¿Qué podía enseñarles a unos niños si se había pasado la vida negándose a sí misma?”

Sin embargo, había empezado a escribir cuentos, no se lo mostraba a nadie, por su misma naturaleza desconfiada, el que los conocía era su exmarido, y, él mismo se encargo de visibilizarla ante una editora Meteora, a regañadientes se los envió a la editora, Bobby, Roberta Puig. fue una decisión magnífica, gustaron sus cuentos y la llamaron para poderlos editar en un libro. Con la editora Bobby, no solo encontró y descubrió su amor por el arte de la escritura, sino también el amor interpersonal. “Veía sonreír a la editora y se llenaba. No era capaz de decirlo de otra manera. Aquella sensación de vacío, de vacuidad incluso, desaparecía. Se sentía envolver en las mismas flores silvestres que veían al pasear, era como si fuera una de las hojas de los árboles. (…) Cuando sonreía se le abría algo en el cuerpo. Y ese algo tenía hambre. No la normal de cuando se quiere comer, sino hambre de amor. De una caricia, de un beso que se da en el aire y que no acaba en la otra mejilla. Un beso ardoroso que se paseara por todo el cuerpo.”

De esta manera gracias a su amor por el arte y, sobre todo el de sentirse parte del mundo y de importancia para alguien, ella se sintió renacer y alejó de ella la soledad y el alcohol. Todavía más cuando sintió la adhesión de alegría de sus hermanos y, posteriormente de la madre, para ella el mundo se tornó amable y la sonrisa la acompañó.

“Adela se sentía renacer en cada mañana. Incluso a veces despertaba antes de que la alarma irrumpiera en el silencio como un toque de campanas

Pensaba y meditaba consigo misma, le parecía increíble que su vida había dado una vuelta de 360 grados, vería su nombre en la tapa de un libro, después de haber leído tantos ajenos, ahora sería su nombre, casi de inmediato le llegó el recuerdo: ““Papá habría sido feliz”, se dijo con la nueva voz interior que se había abierto en su corazón. El recuerdo del padre la llenó. Pudo recordarle cómo la amaba cuando vivía.” Sus hermanos la desconcertaron: ¡Qué alegría, Adela! — exclamó con un gozo no fingido — ¡Qué alegría! Parece que poco a poco vas encontrando tu camino. Cómo me alegro, hermana. De verdad, no te lo imaginas. Pues mira, mañana por la tarde, si quieres ven a casa a merendar. Estarán también Daniel y Ángel.”

Adela no cabía de gozo, pero también de apocamiento porque, por primera vez, sus hermanos, le confían sus secretos, ya no sabía qué pensar: “Adela iba de azoramiento en azoramiento. Le parecía todo inverosímil. ¿Ángel y Mercedes, la pareja perfecta, divorciados? ¡Y menuda historia, con asesinato incluido! ¿Daniel en la cárcel, Ángel poniendo el aval, ¿y una violación? ¿Y Daniel no se la callaba?, Con todos aquellos problemas, ¿sus hermanos celebrando con ella la publicación de su libro?”

Su madre, por primera vez no la rechazaba, no le insultaba, la dejó boquiabierta. ¡Un libro! ¡Vas a publicar un libro! Y de cuentos, con lo difícil que es escribirlos, que sé que es un género muy complicado. ¡Y ya está en imprenta! ¡Tienes que contarme cómo ha sido todo! Tus hermanos, ¿ya lo saben? Pero Adela, hija, qué feliz soy, no te lo imaginas. Uno de mis hijos, artista como yo. ¡Y precisamente tú, con quién ya había tirado la toalla! ¡Mi Adela es escritora! Voy ahora mismo hacia tu casa. — Y sin esperar respuesta, Lourdes colgó el teléfono.

Adela se entregó al mutismo, todo le parecía una irrealidad, pensaba que, de repente se había transportado a un mundo surrealista, ella pensaba que, muchas veces, el mundo es completamente surrealista, que no había realidad tangible, pero que debíamos aceptarlo de este modo, mientras escuchaba la voz de su madre, tan irreal como su vida misma: ¡Será maravilloso! ¡Triunfarás! ¡Lo sé! Cualquier día te veremos en televisión” porque para Lourdes la vida consistía en ser modelo de la televisión y de las páginas de sociales. Adela, por primera vez la comprendía y se comprometió consigo misma de vivir en paz y sepultar la desdicha y la soledad.

El hermano era Ángel, un ser humano alegre, estudioso había concluido sus estudios de arquitectura e inmediatamente empezó a trabajar en un gran consorcio, donde le iba muy bien, por eso mismo pensó formar un hogar. Después de compartir y enamorar a varias mujeres decidió que sería Mercedes, la elegida del corazón, porque: “Mercedes le pareció exquisita. Cuando conoció sus orígenes, muy humildes, la admiró todavía más. Se había hecho a sí misma. Había construido su propio personaje.” Con ella había formado una familia tranquila y amorosa, tenían dos hijos: una niña, Susana y un niño, Alejandro; sin embargo, ella no se ocupaba de los niños, tampoco del hogar, delegaba en una interna Raschida, quien se encargaba del cuidado de los niños y de tener muy limpia la casa. Ella misma llevaba y traía a los niños de la escuela y les preparaba la alimentación y los acostaba por las noches, la ausencia de la madre era muy notoria. “Raschida despertaba a los niños todas las mañanas, excepto la del domingo, que era su día libre. No comprendía cómo su propia madre no los despertaba y estaba un rato con ellos, antes de levantarlos de la cama. Los bañaba por la noche, así por la mañana sólo les ayudaba a vestirse.”

Ángel, ocupado como estaba en el trabajo jamás de dio cuenta de la realidad de su hogar, él decía que: “Amaba a Mercedes. No era un amor apasionado. Nadie rodaría una película romántica sobre él. Su relación se basaba en una convivencia, en unos hijos en común, en un compartir sus vidas metódicas y ordenadas día tras día.”

Toda esta aparente tranquilidad se ve amenazada por la infidelidad de Mercedes, la esposa, quien tiene un amante, Ricardo, que viene a ser un peligroso traficante y criminal; lo descubre casualmente, al hojear una revista, donde la policía lo descubría, Mercedes estalla en una crisis de nervios: “Ricardo era un delincuente común, y muy conocido de la policía. Se le acusaba de tráfico de drogas, tráfico de armas y de trata de mujeres. Formaba parte de un cartel gallego muy famoso, y le habían metido directamente en la cárcel. La noticia periodística daba toda clase de detalles sobre estos hechos.” Este será el inicio de la vida que soñaba, como princesa de un cuento de hadas. El mundo se le vino encima, mucho más cuando se descubre que él había sido el responsable del accidente de Ángel, donde perdió una pierna: “Una motocicleta se subió a la acera y le pasó por encima de la pierna. Él sólo recordaba unas luces que se le venían encima, y nada más. Sólo las luces. Todo lo demás permanecía entre brumas silenciosas. Una pareja de novios avisó a la ambulancia mientras la chica, que casualmente era enfermera, le aplicaba los primeros auxilios que le salvaron la vida.”

Ángel ignoraba toda esa situación en la que su mujer se veía involucrada, vivía solo para el trabajo. Un buen día se enferma el pequeño Alejandro y deben llevarlo al hospital porque la fiebre lo acompañaba de manera permanente y, triste es la realidad cuando el niño es sometido a exámenes de laboratorio y descubren que no tenía las defensas necesarias en su organismo. El niño era seropositivo, tenía Sida. Ángel quedó anonadado, sin palabras. Repasaba su vida pasada y no encontraba respuesta. Él se había hecho la prueba antes del matrimonio y estaba limpio, tampoco había sido sometido el niño a ninguna trasfusión, entonces, se dijo, tiene que ser su mujer, Mercedes: El mundo de repente se había convertido en un lugar inhóspito. Si no le había transmitido él la enfermedad había sido Mercedes. La certeza le sableó el corazón. Mercedes se le aparecía con una cara desconocida. ¿Había tenido un amante, dos, tres? ¿Había cometido una infidelidad que se saldaba en el VIH quizá para toda la familia? La enormidad de lo que ocurría le asaltó.

Ángel dejó de ser la persona que había sido, el profesional afortunado que, gracias a Margarita, la persona que colaboraba de manera eficiente y amable le llevaba todo su despacho en óptimas condiciones, tanto que él mismo se sorprendía de la profesionalidad de Margarita que le asistió en todo, tanto en su salud, como en el trabajo. Cuando le relató toda la catástrofe de su vida, lo apoyó de manera incondicional. Ella fue que, cuando su mujer Mercedes, pierde la razón por todos los acontecimientos y el de saber la verdad, la convenció para poder internarla en una clínica psiquiátrica.

Ángel no se desmoronó, gracias a los adelantos médicos, pudo salvar al hijo, que debía ser atendido toda su vida. Pidió análisis de paternidad y, efectivamente, no era su hijo biológico, era hijo de Ricardo, aunque éste solicitó tenerlo con él, no lo consiguió. Asaltó la casa de Ángel, donde encontró la muerte, antes de disparar contra Ángel, la interna Raschida empuñó el arma y le disparó. Por lo que Ángel se juró a sí mismo que jamás diría a nadie que no era hijo suyo. Ángel encontró personas que lo apoyaron y pudiera vencer sus dificultades. Se da cuenta que en su casa tiene a la persona indicada de cuidar a sus hijos y despierta su cariño por Raschida, que, pese a la posición de su familia la hará su esposa. El amor y la comprensión lo puede todo. Nos dice Platón: Donde reina el amor, sobran las leyes”.

Esta es la triste historia de una familia que no supo vivir, porque los pilares fundamentales de una familia no supieron inculcar vivencias en los hijos. Vivieron como pudieron, aunque tuvieron a su lado una persona compasiva, la de servicio que, dentro de su humildad sabe dar amor, sabe ser compasiva, que es uno de los valores al que debemos aspirar siempre porque reporta bienestar y salud emocional. Nos dice el gran sabio Dalai Lama: Si quieres que otros sean felices, practica la compasión. Si quieres ser feliz, practica la compasión.

Al final de la obra, todos reunidos por primera vez se miran a los ojos, se abrazan y dan el amor y la satisfacción necesaria, así como el perdón, que lo expresa Daniel, el esposo de Julia: Tu madre no es mala. Es pesada, egocéntrica, vanidosa. No se portó bien con vosotros en la infancia, pero mira. A Adela la ha hecho feliz. Creo que deberías intentar perdonarle el dolor que sin saberlo te infligió. Ella no supo nada, Julia. No te lastimó a propósito. Nunca ha tenido la menor idea de lo que ocurrió. Ya sé todo eso, Daniel, pero se perdona con el corazón. No con la mente”

Teresa Domingo, la autora de este hermoso y reflexivo libro, lo ha titulado La Compasión, precisamente por eso, para prender a ponernos en el lugar del otro y, desde allí, ver el problema, la alegría, el miedo, etc. y ajustar nuestros juicios de valor que nos facultara en proporcionar ayudas más útiles. A propósito, nos dice el escritor norteamericano Steve Maravoli: “Un gesto amable puede alcanzar una herida que solo la compasión puede curar”.

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