Helena Vilella Bas, a cielo descubierto; por Esther Abellán

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Esther Abellán en su columna «Mujeres a cielo descubierto» nos presenta a Helena Vilella Bas, una mujer que escribe versos desde edad temprana y ha compaginado siempre la escritura con sus estudios, su trabajo y su maternidad.

Helena Vilella Bas (Elche, 1971) escribe versos desde edad temprana y ha compaginado siempre la escritura con sus estudios, su trabajo y su maternidad. Como activista cultural, ha organizado numerosos recitales, tertulias y encuentros poéticos. En 2019 entró a formar parte del programa radiofónico “Conectados en la noche”. Colaboradora en numerosos ciclos y actividades en su afán por difundir la poesía, ha participado en antologías y sus poemarios publicados son: La carta de la luna (Ediciones Azorín, 2015; 2019), Poemas encontrados (Ringo Rango, 2016; 2018), Cuaderno de viaje (Ringo Rango, 2017; 2018), Posiblemente aire (Jmd Ediciones, 2018; 2021) y La alegría de los solitarios (Olé Libros, 2022). Hasta 2018 ha firmado sus libros bajo el pseudónimo de Koroa Batekin, palabras que pertenecen al poema de Gabriel Aresti, “Nire Izena” y que representa su ser esencial. En 2019 da un giro y comienza a firmar con su nombre.

Aunque escribes casi desde niña, nunca habías publicado nada hasta 2015, con “La carta de la luna”. ¿Cómo fue el proceso?

Mis tres primeros libros de poesía fueron la recopilación de poemas que estaban guardados en un baúl desde los años 90. Me decidí a sacarlos a la luz en un momento vital en el que yo empezaba a conectar con mi ser interior. Comencé a darme cuenta de que había en mí una necesidad de expresar, de comunicarme con los demás, de exteriorizar mi pasión por la literatura y por la poesía. En 2013 me animé a ir a tertulias, a talleres, a acercarme al tema de la bioneuroemoción, a mi árbol genealógico…, cosas que ya me interesaban desde muy joven. Siempre he sido muy mística y muy espiritual y, desde ese punto, me replanteé el objeto de mi existencia. Decidí investigarme, redescubrir mis propios escritos y compartirlos.

Las redes sociales me ayudaron mucho porque yo vivía en un entorno muy ajeno a todo lo que te cuento. Con La carta de la luna di el salto: envié el manuscrito a distintas editoriales y aceptaron mi proyecto. Cuando se publicó, los más sorprendidos fueron mi propia familia y mis compañeros de trabajo.

¿Cómo viviste este salto?

Todo fue fruto de la necesidad de empoderarme. Siempre he sido una mujer que escribía para mí misma, nombrando las cosas para mí, sin atreverme a manifestarlo públicamente. Yo vengo de trabajar en una fábrica de calzado, en un entorno muy alejado de la literatura y de todo aquello que tanto me gusta. Toda mi vida me había dedicado a ser trabajadora, madre y esposa. Iba de público a actos literarios pero me quedaba en un rinconcito, con miedo. Nunca hablaba de mí.

Cuando comienzas a publicar lo haces bajo el seudónimo de Koroa Batekin.

¿Cómo iba a atreverme yo a mostrarme como Helena Vilella? Fuera bueno o malo, ¿quién era yo para manifestarme? Sentía que no me lo merecía. Necesitaba un parapeto para saberme protegida, para que los golpes fueran para Koroa y que me llegaran más amortiguados.

Josephine Bass es un heterónimo que también utilizo. Es una combinación entre el nombre de mi abuela paterna y el apellido de mi yaya materna. Me parecía muy hermoso recordarlas. Ella es la poeta de Cuaderno de viaje y descubre a un náufrago con el que tiene una relación epistolar. Esto es real. Para escribir fui revisando todas las cartas y así nació el libro. Reconozco que es una manera de esconderme. En mi poesía siempre está Helena, pero en ese momento no quería que se me viera a mí.

Por lo que cuentas, tu poesía es un camino de superación personal, una vía de sanación y espiritualidad.

Exceptuando los primeros poemas, que escribía de niña y guardaba entre las hojas de mis libretas y mis libros, mis escritos siempre han tenido una tendencia mística. De jovencita, escribía cuadernos y se los regalaba a mis amigos, por eso no los conservo. Tocaba la guitarra en un coro y después solíamos ir a tomar algo todos juntos. Entonces les leía algunos poemas. Estaba muy influenciada por mis lecturas de San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús… En mi búsqueda, la poesía era una necesidad, una manera de expresar el miedo, el sufrimiento, la injusticia…

En tu última publicación, “La alegría de los solitarios”, ya firmas como Helena Vilella. ¿Qué ha tenido que pasar para que dejes de utilizar tu seudónimo y salga a la luz Helena Vilella?

Te confieso que muchos llantos, muchas noches en vela y muchos descubrimientos. El miedo al fracaso tiene que desaparecer y eso es un proceso muy largo y tortuoso. La superación del rechazo, de la no aceptación, supone mucho trabajo interior. En eso estoy, en la toma de conciencia de mi propia realidad para descubrir el origen de todo lo que siento.

Me he creído durante mucho tiempo, como mujer, un cero a la izquierda. Y eso tengo que repararlo. Yo no soy un cero a la izquierda. Ni yo ni ninguna mujer. Hay que permitirse sentir los valores que todas llevamos dentro.

Me siento afortunada porque la vida me ha rodeado de espejos, de gente maravillosa en las que me puedo mirar. En ellos descubro los valores que quiero para mí. Por eso he empezado a firmar con mi verdadero nombre, para destaparme y admitir que lo que escribo, mi poesía, soy yo.

La superación del rechazo, de la no aceptación, supone mucho trabajo interior. En eso estoy, en la toma de conciencia de mi propia realidad para descubrir el origen de todo lo que siento.

Helena Vilella Bas

Yo nunca he tenido posibilidad de estudiar, de formarme a nivel académico. Eso me ha hecho querer aprender y nutrirme de cualquier fuente. Al no tener profesores que me pudieran guiar, que me dieran pautas, he tenido que avanzar en mis lecturas sin reglas ni teorizaciones. Esto lo quiero ver como una ventaja, como una manera de poder elegir y sentir por mí misma. En mi biblioteca hay de todo. Me enamoro de la poesía clásica, de la poesía social, de lo contemporáneo… Me enamoro del poeta. Me encanta leer a Pessoa, a Ángel González, a Machado, a Lorca, a Blanca Varela… No quiero renunciar a ninguno.

La alegría de los solitarios” es un recorrido emocional. Desde el presente, pasas por el recuerdo, el grito, el sueño y la vida. ¿Consideras que en tus libros hay un componente de superación personal? ¿Crees que ese es el objeto de tu poética?

Precisamente, al margen de que me puedo sentir un poco más reconocida y satisfecha, creo que esa es la recompensa de mis poemarios: mostrar y compartir. Si no hubiera generosidad este libro no tendría sentido. Entiendo por generosidad plantearte a ti lo que yo me he planteado durante mucho tiempo. Un espacio compartido.

El concepto en el que se basa La alegría de los solitarios nace de la decisión de no hacer lo que llevaba haciendo durante mucho tiempo. Rompí mis rutinas para estar sola, en silencio. Leía, escribía, escuchaba música, meditaba… y en mi soledad descubrí muchas cosas que me llevaban a la felicidad. Aprendí a escucharme, a entender que no tenía compañía y que me engañaba a mí misma. En ese reconocimiento y esos ejercicios de tomas de conciencia me vi alegre. De ahí el título.

Dentro de tus inquietudes personales está el activismo cultural, la organización de encuentros, recitales poéticos, presentaciones de libros…

En mis actividades siento un compromiso con la poesía, con la posibilidad de visibilizar lo que hacen otros, de mover actos y relaciones entre los que quieren compartir poesía. Tengo proyectos muy bonitos de los que, desde la generosidad, no espero nada excepto el agradecimiento y la unión entre las personas. Quiero que se escuche poesía. Lo necesito, es un pulmón para el mundo.

Me interesa mucho la lectura en grupo de poemas. Ojalá se moviera más a nivel institucional.

Otra de mis actividades es recitar a poetas en mis canales y redes sociales. En la pandemia comencé a grabar vídeos y, sin darme cuenta, lo hice casi a diario, y así sigo. He recitado a mis poetas favoritos, a poetas amigos, a mí misma a pesar de que me cuesta mucho. Me encanta hacerlos míos.

Estás muy vinculada a colectivos de mujeres. Con tu actividad intentas reivindicar la poesía escrita por mujeres, esa unión que existe entre nosotras…

Desde pequeña siempre he leído poesía escrita por hombres, en el colegio leíamos a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez, a Federico García Lorca… Pero con los años me he dado cuenta de que hay mucho más, que muchas mujeres han permanecido silenciadas u olvidadas. Conocía a Rosalía de Castro, a Gabriela Mistral, a Teresa de Jesús, a Sor Juana Inés de la Cruz… pero empecé a interesarme por escritoras y me comprometí a investigar y buscar poesía que me nombre y que me haga identificarme como mujer. Es justa la igualdad y el reconocimiento. Por eso he organizado recitales en los que incluir autoras. Es muy importante. Nosotras tenemos mucha facilidad para sacar de dentro, para sentirnos de una manera especial.

En mi biblioteca brotan los poemarios de autoras.

En mi biblioteca brotan los poemarios de autoras.

Helena Vilella Bas

¿Algún proyecto nuevo que quieras resaltar?

En estos momentos estoy con un poemario erótico que empecé a escribir hace muchos años y en el que hago un nudismo integral. Necesito estar preparada y fuerte, sentirme libre para defenderlo cuando lo publique. Es muy sutil, evito lo obsceno, pero me toca muy adentro.

También me he lanzado con mi primera novela. Comenzó como relato, pero hacia el 2017 me puse a reescribirla y ha ido creciendo casi sin darme cuenta. La protagonista es una poeta que va contando su vida y muchas cosas que le ocurren. Está basado en un personaje real, que no soy yo.


Equipo de Redacción

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