Entrevista a Angélica Morales, por Belén Mateos

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Angélica Morales es escritora, actriz y directora teatral española. En 2017, su novela Mujeres rotas fue seleccionada entre las diez finalistas al Premio Planeta.

Angélica Morales

Angélica Morales es escritora, actriz y directora teatral española. En 2017, su novela Mujeres rotas fue seleccionada entre las diez finalistas al Premio Planeta.

Licenciada en historia antigua, diplomada en escritura jeroglífica.

Mujer básica y necesaria en nuestra sociedad, premio a la mejor actriz, dramática por vocación, generosidad y cercanía por la humanidad que le precede.

Bendita locura la suya para acercarnos a la cordura de la vida, a la luna, a la piedra, a la deriva, a la “Desmemoria” que es premio internacional de Poesía de Miguel Labordeta.

Hay un asno mundo, un monopolio, una España de niñas cojas, un sueño donde la iguana ha vuelto a ser Medea, la huida de un cangrejo en martes, palillos chinos que te convidan a ser la siguiente en el manjar de sus letras.

Mujer ante todo y ante todos.

– ¿Qué significa ser mujer en el momento actual?

Significa no tener miedo y vivir. Continuar persiguiendo tus sueños. No bajar la guardia y luchar por un mundo mejor y más igualitario. Significa por encima de todo sentirte a gusto con lo que haces y eres.

– ¿Y en la literatura? ¿La paridad existe o es una coartada?

La paridad no existe. La igualdad no existe, es un hecho. En el mundo literario las mujeres siguen estando a la sombra aunque se publiquen libros firmados por mujeres. Seguimos jugando en el equipo de segunda y algunos continúan mirándonos por encima del hombro. Piensan que hacemos literatura de mujeres y para mujeres y ese es su gran error. Hemos venido para quedarnos, que se enteren.

– ¿Qué le pedirías al hombre para colaborar en esa lucha contra el patriarcado y ese machismo que sigue siendo impronta en las entrañas de nuestra cultura?

Le pediría empatía, que se pusiera en nuestro lugar. Le pediría una mayor colaboración en todo. No es una cuestión de ayudar en las tareas, es una cuestión de compartir. Hay que cambiar términos e incidir en la educación. Somos iguales y tenemos idénticos derechos. Es una estupidez a estas alturas hablar de sexo débil. Creo que somos más fuertes y siempre nos han tenido miedo, de ahí que quieran someternos; sin embargo, no hay que generalizar. Soy optimista. La mayoría d ellos hombres están con nosotras. Al resto habrá que reciclarlo.

– Hablamos un poco de los personajes de tus novelas. Qué significado tienen para ti.

Me gusta mucho observar. La mayoría nacen de la contemplación de personas reales. No idealizo en absoluto. Planto en el papel la semilla de la humanidad. Mis personajes se respiran. El lector los puede oler, tocar, se pueden reír con ellos e incluso llorar. Mis personajes son seres atribulados pero tienen mucho sentido del humor, mueren y renacen con la misma facilidad. Quizá porque provengo del teatro mis personajes son muy teatrales. Tengo a Chejov inyectado en vena. Y por supuesto a Dostoievski.

– ¿Crees que hay viejos poetas, jóvenes, maduros, del tiempo? ¿Qué recolectas de cada uno de ellos?

Creo que sencillamente hay buenos y malos poetas. Nada más. Ni importa la edad ni el sexo. La obra siempre tiene que hablar por el autor. El autor debe permanecer en la sombra. El ego mata el talento. Que la luz recaiga sobre los versos, o la novela o el relato. Cuanto menos se vea al autor, mejor.

– ¿Como entiendes la resurrección en el ámbito poético?

El poeta muere en cada verso para resucitar en el silencio. Donde nada hay, resurge de nuevo la voz del poeta. A pesar de que mis poemas son de largo aliento, soy la poeta del silencio. En mis silencios está todo. Incluso lo que aún no existe.

– ¿Eres más actriz, poeta o novelista en tu día a día?

Soy artista, como Concha Velasco, de la que me declaro absoluta devota. Mi experiencia como actriz me ha dado la capacidad de observar y meterme en la piel de otros, de

empatizar e ir atesorando una gran memoria sensorial que luego voy dosificando en el papel.

Primero fue el relato, luego la novela y finalmente la poesía. Pero de la que más he aprendido sin duda es de la poesía. La poesía es mi Dios y mi verdugo, aunque hasta hace muy poco tiempo no me he atrevido a usar el término “Poeta”. Uno es poeta cuando el lector le llama poeta.

– ¿Los libros son una utopía o una realidad que nos atrae al lenguaje punzante de ese lector en potencia?

Los libros son compañeros de viaje y animales de compañía. Yo no sé vivir sin un libro al alcance de la mano y de los ojos. Los libros son los sueños de otro, la pornografía de otro. No hay nada tan sexy como un libro.

– Tus versos, tus textos duelen en la memoria, en el fruto de su creación, en tus palabras que logras hacerlas nuestras. ¿Cómo consigues trasmitir esa sensación en nuestro vientre?

Yo creo que se nace con un don, y el mío es el de trasmitir emociones. Puede sonar pedante pero es cierto. Y es muy sencillo. Yo me emociono mucho con la vida, con el acto más pequeño, con la palabra más sencilla. Me emocionaba antes sobre un escenario y lo hago ahora sobre el papel. Siempre fue así desde que era niña y mi madre ponía el tocadiscos para que bailara vestida de flamenca y yo imitaba con gran dramatismo a Marifé de Triana. Luego descubrí a Shakespeare y mi madre me hacía morirme en el papel de Julieta dos veces cada domingo. Ahí empezó todo, en la soledad de mi habitación. Siempre he sido solitaria e imaginativa. Mis mejores amigos eran los libros, un disco de Los Pecos para llorar y un paquete de Fortuna.

-Tú última novela es negra, la primera de una trilogía, que amenaza con ser la siguiente. ¿Cuál ha sido tu proceso para crear este vigoroso ritmo de prosa poética?

El juego. Yo nunca me propongo nada cuando empiezo a escribir. Lo hago por impulso, como un divertimento. Ante todo, quiero divertirme. Si me divierto yo, lo hará el lector, si me emociono yo, se emocionará el lector. No tengo ningún esquema previo. Parto de una idea que siempre suele estar encerrada en una escena. Como soy disléxica, antes que la palabra llega a mí la imagen. Yo me limito a describir y vivir y protagonizar lo que veo dentro de mi mente. No me da miedo la hoja en balco, por eso soy tan temeraria. No tengo nada que perder y siempre arriesgo. De ahí que me atreva con todo. Es por pura inconsciencia.

– ¿Notas el machismo ante tus textos?

A veces algún tipo se pone a bailar con la bragueta desabrochada en la pantalla de mi ordenador y suelta algún cometario fuera de lugar. Intentan corregirte o darte consejos. Como si yo se los hubiera pedido. Está en algunos hombres decir la última palabra. Piensan que una mujer no puede ser buena poeta o escribir un poema redondo Intentan buscar los fallos. Aunque son casos excepcionales. Algunos tipos no perdonan el talento femenino.

– Ya estamos terminando esta pequeña charla ¿quieres hablarnos de algo que no hayamos mencionado antes de darla por cerrada?

Daros las gracias por haber pensado en mí, por darle voz a mi obra y amar la literatura. Ha sido un gran placer charlar con vosotras. Os espero dentro de un poema o de una novela de acción, o de una historia de amor y miedo. Conmigo nunca se sabe.

Angelica Morales es un mito griego, una reescritura en clave contemporánea, intensa, feminista, profunda, el mundo onírico y su realidad, ese puente invisible que comunica a las almas con el sueño del amor eterno.

Ella es libre, es ante todo mujer, es esa pieza codiciada del puzle que nos consigue hacer enteros en el arte dramático de la vida.

Belén Mateos

Columnista.

Equipo de Redacción

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