En el Día de las Letras Canarias homenaje a Félix Francisco Casanova; por Roberto Cabrera

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El escritor Roberto Cabrera García nos acerca a la figura del poeta Félix Francisco Casanova

Que «el pasado es del polvo y el porvenir del viento», era una máxima que tenía mi madre entre los labios a cada rato. Me recordaba aquel verso de Dulce quien escribió: «el día más próximo es el olvido». También ella recordó en sus poemas a Al Capone y los coches de carrera. Y efectivamente, al parecer las carreras automovilísticas se originaron gracias a los contrabandistas, que escondían el whisky tras los compartimentos de potentes motores, huyendo de la policía y pilotando a velocidades supersónicas. En otra ocasión escuché una historia de los antiguos isleños de Luisiana, pues al parecer, tras un fuerte temporal, alguno de ellos rescató a un náufrago que se aferraba a una barrica de alcohol prohibido por la ley seca. Resultó ser el propio gánster quien, en agradecimiento, le regaló a este descendiente una joya en forma de mono, engastada de diamantes (por cierto, que una vez toqué en el Salón Elegante del Hotel Riviera en La Habana. Sí, y aunque tal vez no venga al caso, allí donde el propio Al Capone se reunía con su banda, bordeado de luxury).

Algunos me llamarán revival, pero eso no es lo importante ahora.

Lo que hay que destacar en mitad de la celebración a nuestros poetas, en la figura de Félix Francisco, por el Día de Las Letras Canarias, es la voluntad que pusimos sus coetáneos y otros en que su obra literaria siguiera brillando hasta hoy en día y en la posteridad si cabe.

Quién sabe si porque brillando él, nuestro tiempo pueda alumbrarse en esas horas de eternidad que son los años jóvenes.

A mediados de los 80, incluso antes, ya se había reeditado gran parte de su obra y hasta en varios estudios de grabación homenajeábamos a su figura con músicos amigos instrumentistas y cantantes. Sin duda que fue una muerte dolorosa. Por entonces, el escritor Ricardo García Luis se propuso reunir un conjunto amplio de relatos en un volumen de título Narrativa Canaria Última.

(Nota Gafe: se adjunta en fotos el relato de Félix Francisco Casanova titulado ‘Edificio‘. Cortesía de Roberto Cabrera)

Le presté todo el apoyo que me fue posible, además, sacó a la luz dos perlas poéticas que corrían la suerte del ostracismo y que éste que escribe guardaba celosamente: Fin de la Ley de Dulce Díaz Marrero y Las Lunas del Jaguar de Olga Luis Rivero. Ambas poetas habían coincidido en el Primer Congreso de Poesía Canaria (1976), del que se editó un intenso volúmen. Fueron ediciones de aquella forma artesanal que Ricardo manejaba a la perfección y que tenían su eco en los afamados fanzines como respuesta a las otras formas de edición, inalcanzables para casi todos los demás, si no eran las modestísimas revistas o las páginas literarias de aquellos años. Me comprometí con García Luis en buscar y rastrear algún relato, incluso de Félix, y me encaminé a la casa de su padre, el poeta postista Casanova de Ayala, con quien guardaba, al igual que con sus dos hijos, cierta amistad; con sus hijos gracias al Instituto, al blues en los salones del Joven 70 y otras correrías, y con el padre debido a que había visitado su piso en Méndez Núñez para solicitarle poemas para El Buey de Las Estrellas y a colación de un premio del Ciudad de La Laguna que había recaído en Olga Luis. El caso es que me brindó y conseguí el relato «El Edificio», y que la alegría de Ricardo fue inmensa.

Cabe decir que Félix Casanova de Ayala, además de gran poeta, y que merece desde luego una reedición de toda su obra, llevó a cabo una encomiable labor de apoyo a toda aquella gente joven enamorada de la escritura, poetas y amigos de sus hijos y a cuantos se reunían o visitaban su casa; desde Jesús Cabrera Vidal, Hugo Westerdahl, Ángel Mollá, Dulce Díaz Marrero, Luis Pastor, Leocadio Ortega, Aureliano Marrero o Julio Muñiz, según este último, instándolos a presentarse a premios literarios, casi la única salida para darse a conocer en el panorama insular. Y no solo esas publicaciones al alimón con su hijo, sino los recitales que ofrecía junto a García Cabrera y otras poetas como Olga Rivero Jordán, en una etapa carente de libertades donde la poesía cumplió un papel decisivo para el cambio democrático, lo que se supone que también celebramos este día de las letras, y que, honrando a Félix Francisco, honramos, asimismo, a todos los demás.

Algunos piensan que se hizo una operación de merchandising con su obra, cosa que de alguna forma él atisbaba en su diario Yo hubiera o hubiese amado. Se trata sin duda de un torrente creativo de una fuerza indomable frente al verso. Un estado de vigilia e inquietud que coloca sus descubrimientos y sus múltiples lecturas en un escalón tan alto que merece admiración. Este día de las letras canarias nos lleva a un pasado tortuoso como fue la transición, donde otros jóvenes murieron por distintas circunstancias también dolorosas, baste recordar a Quesada o a Díaz Lorenzo, y cómo se rompería enseguida el sueño adolescente al despertar con la violencia y el terror, y un poco después con la intentona de un golpe de estado milagrosamente abortado. Fueron tiempos de clandestinidad, de música popular y rock progresivo surcados por la brutalidad, la delación, las comisarías y las torturas. La criminalización de toda una generación. Ese contraste entre el esteticismo y la crudeza de los hechos en aquel vivir con la urgencia, como si no hubiera un mañana. Cabe despedirse no sólo con algo tan bíblico como evidente: polvo somos y en polvo nos convertiremos, sino con algo más psicodélico, y mucho más alentador: somos polvo de estrellas. ¿Se ha ocupado nuestra sociedad de hurgar en lo que hubo debajo de estos clichés estereotipados? Solamente Aladino lo sabe. ¿Adónde fueron los buenos tiempos? Como dijo el poeta: «de todo haz un misterio».

Equipo de Redacción

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