De vuelta a las trincheras de tus labios; por Guillermo de Jorge

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Guillermo de Jorge, poeta soldado, como lo fuera Garcilaso de la Vega; pero en este mundo que nos ha tocado vivir, de momento deja sus entrevistas y reseñas y va a entregarnos unas pinceladas de su sentir y su ver que amalgaman el artículo de opinión y la prosa poética, siguiendo, quizás el sendero de Baudelaire del Spleen de París. Siempre en las trincheras de la vida y más allá de los límites que imponen los cánones literarios.

Guillermo de Jorge. Fotografía de Jesús Amat.

Ya de vuelta a las trincheras de tus labios, amor

Ya de vuelta a las trincheras de tus labios, amor, yo te amé desde los días azules que inútiles habitamos, desde los mismos que nos hacen vivir en esta refugio que como el pan se deshace entre los dedos de las manos. Quizás, por eso, es ese país que, desde aquella tierra íntima que sobre las sienes alzan los últimos territorios que quedan en pie, es desde donde te amo. El futuro que nos espera. Ese viaje oculto que llevamos amarrados en el pecho. Esa señal, ese inquebrantable voluntad de seguir viendo aún todavía. Da igual que intenten destruir este sueño que sobre nuestras pupilas nos asalta. Da igual que una tormenta sobre nuestros párpados nos arrastre, porque el país desde el que te amo es la casa celeste que en secreto poblamos, es la ciudad en llamas donde te espero y tú, amor, huyes del mundo desde sus tórridas luces.

Es así de sencillo. Nunca aprendí a saber qué es lo que debería de ser bueno, pero de lo que quizás estoy seguro es que a veces pienso que soy poco condescendiente en mis intensiones, poco avaro, demasiado conformista. Quizás, es así como la humilde infantería ha hecho mella en mis regiones más íntimas, pero el país desde donde te amo es el que estamos construyendo día a día, tú, exhausta sobre mi pecho, confiando tu celosa curvatura, y yo, aquí, ajado sobre la luz de tus pupilas, combatiendo un vez más más contra todos los hombres.

Así es como salgo a las calles, con apenas una hogaza de trigo entre las manos. Extenuado, escuálido, rendido ante los ojos de un dios que aún no nos ha abandonado: la ternura. Así es como me presento ante el prójimo, ante el vecino de enfrente, hacia nuestros hermanos, todos, con las mangas remangadas y la camisa abierta de par en par, con los bolsillos vacíos y mis manos ofreciéndose a las tuyas, con este el pedazo de tierra entre los labios, en donde en silencio te amo, en donde el rencor no tiene cabida y el perdón es la casa que sale, una vez más, a recogernos.

Ese es el país desde donde te amo, el que no conoce muros, ni fronteras, el que no conoce el odio ni los miedos, donde sólo una palabra tuya abre las puertas de mi pecho.

Es por ello, amor, aquí y ahora, que proclamo que sea tu cuerpo sobre los claustros íntimos de mi memoria, que yo lastimo como un caos antiguo otro día más saldré a recibirte en busca de tu boca.

Guillermo de Jorge

Equipo de Redacción

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