
Cuento infantil, valor adulto. De Vicente D. Tarín
Gracias a las fábulas de Esopo, los relatos de Charles Parreut, los cuentos de Hans Christian Andersen, y a otros tantos escritores, mantenemos nuestra infancia bajo recuerdos inolvidables.
Si te preguntara qué fue de tu infancia, seguro que materializarías en tu mente la imagen de un cuento infantil, y si eres una persona adulta, con grandes valores, la imagen se multiplicaría por la cantidad, nada desdeñable, de veinte o bastantes más.
Gracias a las fábulas de Esopo, los relatos de Charles Parreut, los cuentos de Hans Christian Andersen, y a otros tantos escritores, mantenemos nuestra infancia bajo recuerdos inolvidables, en mi caso El Polizón de Ulises, de Ana María Matute. En cualquier caso, Caperucita Roja, Rizitos de Oro e incluso Los Tres Cerditos, nos aportaron valores con los que crecimos y que a día de hoy todavía se mantienen.
Humildad, esfuerzo, valentía, comprensión, perdón y agradecimiento son la base de todo cuento infantil, valores escritos por adultos para niños que, un día, llegarán también a serlo.
Actualmente, esos mismos niños, se esfuerzan por mantener vivos esos valores, mejor incluso, ampliándolos al respeto por el color de piel o la raza a la que se pertenece, el reconocimiento de los propios sentimientos, antaño ocultos, y más allá, de una manera más educativa, la propia formación infantil.
Si bien, El Monstruo de los Colores, ¿De qué color es un beso?, y María en el Parque de las Vocales no son Hansel y Gretel o Las Aventuras de Tom Sayer, si hacen de nuestros infantes, futuros adultos con valores mucho más fortalecidos que los que nosotros mismos pudimos asumir.
No obstante, es literatura eterna y universal que, bien aprendida, engrandecerá cualquier librería, por pequeña que sea.
Al final, y lo más importante, siempre será, que tengamos en nuestras manos un cuento, para que sigamos leyendo como niños, y aprendiendo como adultos.